En este miércoles poético nos vestimos de gala para recibir a uno de nuestros más admirados literatos, que nos ofrece su más inefable regalo: sus greguerías acuáticas, las greguerías del también inefable y genial Ramón.
Nuestro admirado Ramón, no sólo introdujo movimientos de vanguardia en España, sino que creó su propio género con la greguería, mezcla de metáfora y humor (a veces negro). Por metáfora, da a una realidad el nombre de otra que se le parece y por humor es ingenio y observación del mundo que ve el autor, causando asombro y sonrisa
Otorga a un objeto o a un ser vivo, otro significado, en muchas ocasiones, falto de sentido. Ramón se fija en la forma de un objeto o en su color y textura , otras veces en su sonido, en ocasiones solo son juegos de palabras ; a veces sin sentido prosaico, siempre con significado poético.
En nuestro caso, comencemos por el principio, que es la lluvia. Ramón definía el trueno, el rayo y algo más.
Trueno: caída de un baúl por las escaleras del cielo.
Durante la tormenta es cuando hay que aprovechar para poner en hora los barómetros
En las tormentas hay truenos sin rayos porque su rayo se ha traspapelado, y por lo mismo hay rayos con olvido de su trueno correspondiente.
Y el viaje del agua a la tierra:
Las primeras gotas de la tormenta bajan a ver si hay tierra en que aterrizar.
Y cuando el fragor de la tormenta daba paso a la calma sentenciaba que
El arcoiris es la cinta que se pone la naturaleza después de haberse lavado la cabeza.
Cuando la lluvia se convierte en escorrentía, se adelantó a las directivas comunitarias europeas y al resto de legislación ambiental hídrica con esta sentencia inapelable:
El agua no tiene memoria: por eso es tan limpia.
Y cuando esa escorrentía se serena, percola y da su fruto, escuchad a Ramón:
El musgo es el peluquín de las piedras.
La lluvia sobre el estanque imita juncos de agua.
Siguiendo el agua su inexorable destino hacia el mar, nos habla del río «obstáculo» y sus caídas:
El río cree que el puente es un castillo.
El agua se suelta el pelo en las cascadas
Cuando no es la plebeya, por más común, lluvia… es la aristocrática nieve, a Ramón no se le olvida:
La nieve tiene sangre azul.
Así como de los lugares donde no hay agua y donde está toda almacenada, el desierto y la playa.
El desierto se peina con peine de viento; la playa con peine de agua.
Para acabar con el mar, final del cuento e inicio de la nueva narración eterna:
En la resaca, la ola, arrepentida de haber dejado su regalo de conchas, trata de volvérselas a llevar.
Nos despedimos de Ramón (por ahora), con este aviso para navegantes:
Muchas algas en la playa: el mar se está quedando calvo.
Disfrutad del regalo de Reyes de Ramón, que futurodelagua.com os envía complacido.