Hemos leído recientemente un artículo publicado en la revista Water Resources Research en el que se presentan los resultados de algunos estudios de la Universidad de California en Irvine (UCI). Se analizan los datos de los satélites gemelos de la NASA de recuperación de gravedad y experimentos climáticos (GRACE), que averiguan las variaciones del campo gravitatorio terrestre y se concluye que los volúmenes almacenados en los principales acuíferos de nuestro planeta no cesan de disminuir y su riesgo de agotamiento es cada vez mayor.
En futuro del agua creemos que esta predicción es un buen ejemplo a desarrollar para debatir aspectos de la información tan actuales como los que confrontan a los analistas de sistemas con los “desastrólogos” que periódicamente alimentan las páginas de los diarios y las redes sociales, generando opinión a veces poco fundamentada. Porque como es bien sabido, el ser humano se adapta a casi todo, pero los sistemas con los que funcionamos en el día a día, no
La primera cuestión para responder a los desastrólogos con coherencia surge de la poca información confiable existente sobre el volumen de agua almacenada en los acuíferos de la tierra. Si empleamos datos científicos elaborados por miembros de las Universidades de Victoria, Calgary, Texas y Gotinga y publicados en la revista Nature Geoscience, extraídos del análisis de más de 40.000 modelos matemáticos de agua subterránea en un millón de cuencas, sabremos que menos del 6% de las aguas subterráneas que yacen en la primera franja de 2 km de espesor de la corteza terrestre, es renovable en el transcurso de la vida humana. Como primera aproximación a la respuesta, la tendencia de los acuíferos más sencillos de explotar, es la de almacenar cada vez menos agua, como era de esperar por el mayor número de bocas a saciar, que exige extracciones que superan las entradas naturales. No hay renovación, sino sobreexplotación en la tercera parte de los acuíferos del mundo.
El segundo dato del estudio es que tenemos almacenados unos 23 millones de kilómetros cúbicos, de los que 0,35 millones de kilómetros cúbicos tienen menos de 50 años de edad. Si la buscan, tendrán mayores posibilidades de encontrarla en los acuíferos de las cuencas del Amazonas, Congo, Indonesia, Norte y Centro América, que son los de mayor capacidad del mundo.
Comparemos: en la Tierra se extraen al año para todos los usos (incluida la evaporación en embalses y lagos), 3800 km³ de agua, de los que se consumen 2100. De ellos para el abastecimiento de las personas se dedican 50 km³ de los 350 extraídos con ese fin. La mitad, sale de los acuíferos Vamos aclarando conceptos.
¿Cómo se mide el estado cuantitativo de los acuíferos? Tradicionalmente, con piezómetros, donde los hay. Hoy en día, con los satélites GRACE, como ya hemos indicado. La fuerza de la gravedad es la que ejerce la presión que experimentan los objetos con materia; depende de la masa y la distancia entre los cuerpos sobre los que actúa y es acumulativa. Los GRACE miden las variaciones de campo gravitatorio terrestre y nuestro planeta se caracteriza porque su masa no se distribuye de manera homogénea y porque su gravedad varía con el tiempo y estas anomalías gravitatorias terrestres es lo que miden los satélites, en nuestro caso, aplicadas al movimiento vertical de las masas de agua subterránea, provocados, precisamente, por su masa. Rastrean y cuantifican las variaciones mensuales en el almacenamiento de agua dentro de cuencas y acuíferos mayores de 200.000 km² de superficie y permiten una mejor gestión del agua a escala regional y nacional que puede ayudar mucho en los debates de política internacional
Antes de analizar los resultados obtenidos, conozcamos los datos de piezometría, que son los más reales que podemos disponer. En EEUU, el acuífero de Valle de San Joaquín ha descendido 10 m en los últimos años, mientras que los de Phoenix y Houston- Galveston han baja do un metro. Si observamos el descenso en los últimos 40 años, el de Milwaukee bajó 114 m y el de Chicago 274. En el caso de la Ciudad de México, antes lago, desde 1950 ha descendido 7,5 m provocando la de todos conocida subsidiencia de la ciudad, que se manifiesta como en la Iglesia de Guadalupe cuyas torres recuerdan a la torre de Pisa. Los desastrólogos vaticinan que al acuífero de Ciudad Juárez le quedan menos de 30 años de vida. Esto solo en los EEUU y México, no hace falta relatar lo que ocurre en India, China, Libia o Yemen, con descensos en algunos casos de 3 m al año. Analizado queda: algo hay que hacer para revertir la situación, por lo tanto ya que a este ritmo, con o sin calentamiento global, nos quedaremos si nagua subterránea cercana y tendremos que empezar a usar técnicas extractivas petrolíferas para el agua.
Volviendo a nuestros satélites y a la medición de la gravedad, hay que reconocer que las mediciones convencionales son hoy por hoy insuficientes para que tengamos una idea clara de lo que está ocurriendo, un balance de entradas y salidas fiable. Por eso los satélites son muy importantes para intentar aclarar el sombrío panorama actual.
El estudio de la UCI se comprueba el comportamiento de los 37 acuíferos más importantes de la Tierra en el el decenio 2003- 2013 y extrae conclusiones alarmantes: Ocho, situados en las zonas más áridas del planeta ya están sobreexplotados, sin prácticamente disponer de ninguna posibilidad de reposición. Y cinco están muy estresados, a aunque aún tienen posibilidad de recarga.
Se lleva la palma de la sobreexplotación el Sistema Acuífero Árabe, situado bajo Arabia Saudita, que abastece a más de 60 millones de personas, que se puso de manifiesto cuando en el año 2005 se comenzó a constatar que los manantiales del desierto, que alimentaban los exuberantes oasis de los que nos habla la Biblia, se secaban, convirtiendo vergeles en arena. El acuífero que los alimentaba desde el comienzo de los, tiempos, cuya capacidad era superior a la del lago Erie, que con sus 488 km³ de capacidad alimenta a las cataratas de Niágara, iniciaba su proceso de extinción a causa de la rapidísima transformación del desierto en regadío, mediante la perforación de miles de pozos, que ha convertido a Arabia Saudita en el sexto exportador mundial de trigo, pero que ha agotado su acuífero en una generación. Ahora deberán alimentar a sus habitantes con cultivos importados. Fin del sueño a costa de un acuífero
La consecuencia es evidente: La cosecha de 2016 fue la última, porque ahora el agua viene de las desalinizadoras, que como es sabido, no permiten el riego de tanta superficie por el elevado coste de la desalinización y transporte de la materia prima. La superficie regable existente hace 20 años, ahora ya se ha reducido a al mitad.
Aviso para navegantes en el caso del acuífero de la Cuenca del Indo en del noroeste de India y Pakistán, que es el segundo acuífero más afectado y del de la Cuenca Murzuq-Djado, ubicada entre Libia y Níger, que es el tercero
Esta situación pronto podría repetirse en el Central Valley de California y por ello los autores del estudio, que son de allí, hacen sonar todas las alarmas para implementar una gestión adecuada del agua que evite el desastre y permita en el futuro proteger vidas futuras y medios de subsistencia. Los datos suministrados relativos a los EEU indican que una amplia franja del sudeste del país, afectada por pertinaces períodos de sequía, que cubre Texas, Alabama y la región del Atlántico Medio es una de las zonas con acuíferos más deprimidos. Por otra parte, desde 2003, la parte norte más húmeda de los Estados Unidos se ha vuelto más húmeda, señalando a la cuenca superior del Río Missouri como cada vez más inundable, mientras que la mitad sur, más seca, se ha vuelto más seca. Los autores afirman que utilizando GRACE, los suministros de agua subterránea ahora pueden ser mejor manejados, mientras que el tiempo de espera para las predicciones de inundación y sequía podría ser sustancialmente aumentado, ahorrando potencialmente cientos de millones de dólares e incontables vidas en el proceso.
Pero, como decíamos al comienzo de este artículo, el problema en cuanto a los acuíferos es que nadie se pone de acuerdo en fijar con claridad cuál es volumen total de agua subterránea utilizable en el mundo, solo disponemos de estimaciones poco o nada fundamentadas científicamente, por lo que podemos saber gracias a los satélites el agua que se está escapando para no volver de los acuíferos estudiados, pero los satélites no nos dicen con el mismo grado de certidumbre cuánta queda y dónde está.
Por eso cuando han pretendido calcular el tiempo de agotamiento previsto para el acuífero del Sáhara del Noroeste, los resultados han ido desde 10 a 21.000 años. Preocupante margen, que genera desconfianza y que nos lleva a la conclusión de que no sabemos cuánto hay en cada acuífero, y las estimaciones de agotamiento varían de décadas a milenios, lo que genera un nivel de incertidumbre lamentable.
Para eliminarlo, toca ahora hacer lo de siempre, gastar mucho dinero en exploraciones similares a las petrolíferas, pues hay que buscar capas rocosas de considerable espesor y a mucha profundidad para confirmar si es cierto que la cifra hasta ahora aceptada de 23 millones de km³ es el volumen almacenado en el subsuelo, lo que equivaldría a que Todo el planeta estuviera inundado bajo una capa de agua de 180 m de profundidad.
En este sentido, los autores del estudio recomiendan acometer mayores inversiones para acelerar el procesamiento de datos actual de GRACE para asegurar su disponibilidad para previsiones estacionales de inundaciones y sequías y para futuras misiones gravitacionales que pueden ayudar a la gestión del agua aún más que en la actualidad, de manera que se puedan controlar las variaciones de almacenamiento de agua cada semana o dos, en lugar de mensualmente, y para cuencas y acuíferos de decenas de miles de kilómetros cuadrados de superficie, en lugar de cómo hasta ahora, de centenares de kilómetros cuadrados.
Lorenzo Correa
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Al final, amigo Lorenzo, la conclusión que no admite dudas es que los futurólogos con doctorado de hoy en día, hacen profecías con parecida autoridad a las pitonisas y sacerdotes destripabichos de hace miles de años.
Pero aún se parecen más en otro aspecto crucial: si quieres conocer con más precisión el futuro que auguran, debes soltar la pasta.
Diferentes tiempos, pero la misma charlatanería apocalíptica y la misma ignorancia ciudadana. Porque la pregunta del millón es ¿A dónde va esa agua que se detrae de los acuíferos? Aunque hay otras de mayor calado, como el interés geoestratégico de las migraciones por hambre.
En definitiva, creo que la Tierra tiene un punto de equilibrio en que tras muchos millones de años se sabe autoproteger, y quizá la mejor manera sea acabando con esos parasitoides llamados “Homo Sapiens”. Sinceramente, me importa un bledo que se acabe el mundo, pero si pudiera hacer algo para retrasarlo, sería metiendo un buen missil nuclear por el mismísimo orto de no mas de una cincuentena de hijos de perra. Todo lo demás es engañar a los pobres infelices que creen que el buenismo acabará con problemas como el hambre o las guerras.
Es el debate, Carlos, entre lo antropocéntrico y lo ecosistémico. Antropocentrismo es lo que maman los desastrólogos para ir luego de ecosistémicos. Nosotros vamos en nuestra modestia informando de lo poco que nos enteramos que saber no sabemos nada. Y de la información que salgan los argumentos para emitir juicios potentes