El pasado lunes 18 de septiembre, tuvimos la oportunidad de asistir en Barcelona, atendiendo a la amable invitación de los organizadores, a la Jornada que sobre “Agua y Sostenibilidad” organizó el Foro de la Economía del Agua.
Durante toda una mañana de desarrollaron diversas e interesantes ponencias, reflexiones y diálogos sobre los derechos humanos al agua y el saneamiento, sus retos presentes y futuros y la situación actual observable al respecto en países desarrollados y en vías de desarrollo.
Al ser los ponentes miembros de diversas organizaciones dependientes de las Naciones Unidas, tanto los datos de primera mano que trasladaron a los asistentes como la información actualizada de los aspectos legales y reales del estado de la cuestión en el mundo, fueron muy bien recibidos y constituyen unos testimonios importantísimos para conocer tanto “dónde estamos” como el camino que deberemos seguir en el ámbito de la gestión del futuro del agua para asumir los retos y alcanzar los objetivos previstos, cuyo hito cercano más importante se encuentra situado en el año 2030.

Como es sabido, la Declaración Universal de los Derechos Humanos se formula el año de 1948 y en ella no hay ninguna referencia a la gestión del agua. En noviembre de 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales adoptó la Observación General nº 15 sobre el derecho al agua. El artículo I.1 establece que «El derecho humano al agua es indispensable para una vida humana digna». La Observación nº 15 también define el derecho al agua como el derecho de cada uno a disponer de agua suficiente, saludable, aceptable, físicamente accesible y asequible para su uso personal y doméstico.
El 28 de julio de 2010, a través de la Resolución 64/292, la Asamblea General de las Naciones Unidas reconoció explícitamente el derecho humano al agua y al saneamiento, reafirmando que tanto un agua potable inocua para la salud como un adecuado saneamiento de las aguas domésticas usadas, son esenciales para la preservación de todos los derechos humanos. La Resolución exhorta a los Estados y organizaciones internacionales a proporcionar recursos financieros, a propiciar la capacitación y la transferencia de tecnología para ayudar a los países, en particular a los que están en vías de desarrollo, a garantizar un suministro de agua potable y una red de saneamiento saludables, limpios, accesibles y asequibles para todos.
En la práctica, el cumplimiento de este bien intencionado “desideratum”, depende de múltiples factores para llevarse a cabo con eficacia y uno de los más importantes es precisamente el que anima a escribir en este blog del futuro del agua desde el coaching ontológico y la seducción: la interpretación que en cada país se haga del mensaje que contiene el texto de la resolución, porque dependiendo de la interpretación que se le dé, encontraremos unos límites más o menos difusos en cuanto a las nuevas obligaciones de los Gobiernos, las formulas de prestación de los servicios más adecuadas para garantizar la asunción del derecho, las tarifas y tasas a aplicar y el ámbito legal en el que deben dirimirse los incumplimientos (penal o administrativo).
En ese sentido se enfoca lo acordado por la Asamblea General de la ONU, adoptando en el año 2015 la llamada “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad, cuyo objetivo es fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. Parte de la premisa de que el mayor desafío del mundo actual es la erradicación de la pobreza y sin lograrla no puede haber desarrollo sostenible. El agua bien repartida y en condiciones aceptables para los seres vivos y el medio receptor es una realidad inexistente en los países pobres y sin ella no puede haber desarrollo sostenible. Porque el agua está en el corazón del desarrollo sostenible. De ahí que nuestra mirada debe estar puesta con fijeza en el año 2030 y por eso los Estados se comprometieron a movilizar los medios necesarios para implementar la Agenda mediante alianzas centradas especialmente en las necesidades de los más pobres y vulnerables.
Durante la jornada de la que hoy tratamos, se habló y mucho sobre la factibilidad de llegar a este objetivo en ese año y sobre el papel que juega en ello la buena gestión del agua y la forma en que se regule y se opere dicha gestión. También estuvieron presentes las amenazas, los imponderables que restan energía a los que desean recorrer el camino en tiempo y forma: superpoblación, creencias religiosas y herencias culturales difíciles de vencer que chocan con las soluciones de gestión de futuro, desigualdad (rico-pobre, urbano-rural), conflictos nacionales e internacionales, dificultades de gestión en países que pertenecen a cuencas transfronterizas, ambiciones que llevan a controlar el agua como una fuente de poder y, como no podía ser menos, el cambio climático.
De los números de la superpoblación mundial ya hemos hablado aquí. Vale la pena reseñar que 2.400 millones de personas carecen de saneamiento adecuado, que 1.000 millones defecan al aire libre (la mitad de ellos en la India) y que solo 95 países alcanzan el objetivo de la Agenda para el saneamiento. Que 5.000 millones de personas no tienen acceso a aguas no contaminadas y que 3.000 millones no tienen saneamiento seguro.
Las gestión de cuencas transfronterizas tiene una gran importancia pues la mayoría de las grandes cuencas y acuíferos del mundo son compartidas entre dos o más países. Hay 148 países con cuencas compartidas, 39 con más del 90% de su superficie en alguna de ellas y 21 íntegramente ubicados en una de ellas. Emerge una nueva forma de gestionarlas, la “diplomacia del agua”, que pretende la armonización de intereses diversos entre grupos de diferentes conveniencias.
La diplomacia del agua parte de los principios y normas del derecho internacional de aguas y potencia las habilidades de negociación para desarrollar modelos de acuerdos en materia de aguas transfronterizas, así como los vínculos entre el derecho internacional de aguas con el nacional con el objetivo de generar una voluntad de colaboración entre los países a través de dichos modelos. De esta tarea se ha hecho cargo el Programa Hidrológico Internacional (PHI) de la UNESCO, único programa intergubernamental del sistema ONU dedicado a la investigación, la educación y el fortalecimiento de capacidades en materia de hidrología. Implementado desde 2014 en fases de 8 años, promueve y apoya la investigación hidrológica y respalda a los Estados Miembros en materia de investigación y capacitación. Actualmente se encuentra en su octava fase que culminará en 2021.
Hará falta ser muy diplomáticos para establecer de buen grado y con confianza plena compromisos políticos, marcos financieros e instituciones estables que permitan avanzar sin prisa pero sin pausa hacia el hito del año 2030. Por eso creemos que el concepto diplomacia del agua necesita mucho de la seducción que regalamos cada semana en este blog y por eso nos agradó bastante escuchar durante la jornada como desde el PHI de la UNESCO se hablaba de ella.
La conclusión más importante de la jornada en nuestra opinión es la de que el mayor desafío de futuro está en garantizar la seguridad hídrica, concepto acuñado por el Global Water Partnership (GWP), porque el desarrollo sostenible no será una realidad si en el mundo no la hay.
Una persona dispone de seguridad hídrica cuando tiene garantizado el volumen suficiente de agua cuantitativa y cualitativamente aceptable para la salud, la producción de bienes y servicios y los medios de susbsistencia, corriendo un nivel aceptable de riesgo relacionado con el agua.
Desde 1996, el Global Water Partnership, organización intergubernamental de ámbito mundial sin ánimo de lucro formada por organizaciones involucradas en la gestión del agua, promueve, facilita y apoya procesos de cambio hacia la gestión integrada de los recursos hídricos.
Inciden en el hecho de que las secuelas del cambio climático y de las crisis alimentarias nos afectan a todos, influyendo TAMBIÉN en la seguridad hídrica y así, cualquier nación dependerá de la capacidad de las demás para producir alimentos, de las políticas de apoyo a la producción y de las decisiones que tomen o dejen de tomar respecto a las acciones a desarrollar para frenar el calentamiento global. Como explica en su página web el GWP,
«la crisis financiera ha restringido en muchos países la inversión de capitales destinados a aumentar la seguridad hídrica. Las repetidas alzas en los precios de los alimentos han puesto de manifiesto la vulnerabilidad de la seguridad alimentaria a nivel nacional. El cambio en los patrones climáticos ha causado inundaciones y sequías catastróficas. La pérdida de vidas, los daños causados a los hogares y negocios y las pérdidas económicas directas a causa de estos desastres relacionados con el agua han tenido, además, un impacto negativo sobre el empleo, los servicios sociales y la infraestructura. Un mundo con seguridad hídrica:
- integra la preocupación por el valor intrínseco del agua con su uso para la supervivencia y bienestar del hombre. Implica erradicar la responsabilidad fragmentada por el agua e integrar la gestión de los recursos hídricos a través de todos los sectores -finanzas, planificación, agricultura, energía, turismo, industria, educación y salud
- reduce la pobreza, promueve la educación y aumenta los estándares de vida al mejorar la calidad de vida conseguida mediante la buena gobernanza del agua.
Lograr la seguridad hídrica significa satisfacer las necesidades humanas así como las de los ecosistemas. Para ello es necesario que ocurran cambios fundamentales en los valores, creencias, percepciones y posiciones políticas, no sólo en las instituciones de gestión del agua, sino también en cada una de las partes interesadas. El progreso puede llegar a ser lento y las situaciones complejas, pero no hay realmente otra alternativa para el futuro de la humanidad que un mundo con seguridad hídrica.
Ese es el desafío que nos toca afrontar en los años que quedan para llegar al 2030: debemos cambiar nosotros para que algo cambie, por ejemplo, nuestros valores, creencias y posiciones políticas respecto a la gestión del agua. La seducción por la que aboga futurodelagua.com, también es parte de la seguridad hídrica y por supuesto, del futuro de la humanidad.
Agradezcamos al Foro de la Economía del Agua el haber podido asistir a esta jornada barcelonesa sobre agua y sostenibilidad. Seguiremos su estela de investigación y divulgación para conseguir que la unión del agua y la sostenibilidad sea un concepto posible y no un oxímoron.
A pesar de la superpoblación, las creencias religiosas, la desigualdad, los conflictos nacionales e internacionales, la pertenencia a cuencas transfronterizas, las ambiciones de control del poder a través del agua y el cambio climático.
Un futuro solo se abre a las amenazas, todo lo demás son habladurías. Juan Benet, “Volverás a Región”
Lorenzo Correa
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