La piedra de río provoca que el caudal circulante se apacigüe. Su sola presencia aquieta el fragor de la corriente. Y piedra de río es el corazón del poeta que hoy nos regala un soneto.
Se trata del mexicano Carlos Pellicer Cámara. Tabasqueño y villahermosense, poeta acuático que recogió en “Horas de junio” bellísimos sonetos que nos traen ecos de su ciudad natal, Villahermosa, la “esmeralda del sureste”. La de las cabezas olmecas tan características y, cómo no, la que inspiró al poeta con una piedra de río de su cauce más importante, el Grijalva.
Cómo no le iba a inspirar, si ese cauce era el vehículo natural del comercio. Y además era el imán que atraía a sus vecinos para convivir con la naturaleza viva, de esa imponente naturaleza mexicana.
Y es que esa piedra de río que era el corazón del poeta, remansaba las discusiones, apaciguaba las ansias de los amantes, con la contemplación del paisaje, cuya dimensión plástica impregna los versos de ese niño del agua que va creando, letra a letra, su poema.
El de esa piedra en el río Grijalva, por el que mana el agua de Tabasco. Y así la cantaba Pellicer : “Agua de Tabasco vengo, agua de Tabasco voy, de agua hermosa es mi abolengo, y es por eso que aquí estoy dichoso con lo que tengo”.
La piedra del río remansa sus aguas mientras que todo es paz y quietud. Es lo que ocurre con nuestros corazones. Pero el río, a veces, como el corazón, se alza. Y entonces, la piedra de río y el remanso se “lían en sombras de esplendor sombrío”. Es el oxímoron de la avenida extraordinaria. La que desborda el cauce y arrastra la piedra del río. Y la que deja al remanso en el recuerdo y a la piedra de río como un imposible. Ese imposible tuyo y mío de los amantes cuando el amor se acaba.
Octavio Paz, nos describió fielmente la poesía de Pellicer: “Cada vez que leo a Pellicer, veo de verdad. Leerlo limpia los ojos, afila los sentidos, da cuerpo a la realidad. Su poesía es una vena de agua en el desierto; su alegría nos devuelve la fe en la alegría”. Levantemos nuestros corazones, ¡sursum corda!, con el agua del desierto de Carlos Pellicer y su piedra de río
Lorenzo Correa
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