Cuando el agua huye de la sed, el poeta manda que se detenga. Porque la sed la necesita y ella, sin la sed, pierde su objetivo. No puede huir de la sed. Ambas se necesitan. La tierra, la nube, el ser humano, los seres vivos…todos y todo necesita del agua para apaciguar su sed. Por eso, cuando el agua huye de la sed, hay que abortar la fuga.
Nuestro poeta de hoy es el mexicano José Gorostiza. Nos visita de la mano de su íntimo amigo, el que hace poco nos regaló un poema. Carlos Pellicer y José Gorostiza, poetas compenetrados, hasta convertirse en una proyección mutua. Su sed de poesía no les hizo huir, sino colaborar. Y es que la poesía, como el agua, no debe huir de la sed, sino saciarla. Y eso es lo que nos proponemos nosotros cada miércoles, saciar la sed de poesía del agua.
Gorostiza fue uno de los grandes poetas mexicanos del siglo pasado. Su poesía, como hoy nos demuestra cuando el agua huye de la sed, refleja vivamente el alma humana. Ese “algo” que todos llevamos dentro, sin saber muy bien donde, y que al despertarnos cada día nos produce sed. Sed de conocimiento. De ahí el título del soneto de hoy: “Agua no huyas de la sed, detente”.
Y Gorostiza sacia esa sed con alusiones a la naturaleza, con imágenes brillantes, con sonidos melodiosos. Con agua fresca que mana en abundancia con su poesía para interpretar el idioma febril de la corriente.
Así, como cuando el agua huye de la sed, especula con las palabras que reflejan en su río poético rimas que se transmutan en vívidas figuras. Porque esta es su manera de llegar al corazón de sus lectores. Poco escribió Gorostiza. No estuvo mucho tiempo manando la corriente de su creatividad. Pero sus caudales, aunque parcos, bastan para evitar que suceda lo que ocurre, para detenerla cuando el agua huye de la sed.
Lorenzo Correa
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