La gota de agua, tela de araña en la que estamos prisoneros


Gotas de agua. Colman el vaso o no extinguen la sed. Encontramos en el eximio poeta mexicano José Emilio Pacheco, un poema dedicado a ellas . Y se lo tomamos prestado para ennoblecer nuestra galería de poemas del agua. Además, nuestra enseña es una gota, miel sobre hojuelas.

Su poesía fue reconocida al obtener el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en su edición del año 2009 y el Cervantes el año siguiente. Pero Pacheco fue además un ser humano entrañable, próximo y amigo de la humanidad.

Su prosa se dedicó extensamente a ensalzar a la Ciudad de México. Por ello se ganó a pulso ser una gota más, un escritor más de los citados por Roberto Bolaño en sus ya mítcos «Detectives salvajes». Esa gran novela sobre los estridentistas mexicanos y tantas cosas más.

Su humildad, como la de las gotas, le llevaba a proclamar que casi todos los escritores, como el propio Cervantes “somos, queriendo o no, miembros de una orden mendicante”

Gracias a la interminable sucesión de su poesía, Pacheco tuvo el honor de depositar dos de sus libros más queridos en la caja 1525 del Instituto Cervantes.

Ahí dejó de ser mendicante. Porque su aportación literaria quedará en la caja durante un siglo. Y cuando se abra, refrescará el alma de los que lean su contenido y saciará su sed literaria.

Las gotas de poesía de José Emilio son “ universo cerrado en un punto de agua”. Un retazo de su discurso literario. Es decir, de sí mismo, de nosotros mismos. Y un instante en el caudal de la vida. El que tanto le gustaba reflejar en sus poemas.

Sin alharacas, palabra a palabra. Gotas malayas componen su literatura, que acaba penetrando los muros más espesos para llegar al alma. Con su dulce, eterna y luminosa poesía. Para responder a la pregunta clave “¿…qué mal hicimos para estar prisioneros de nuestra gota?”

Lorenzo Correa

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