Las olas son parte de la dinámica marina. Saludan constantemente al bañista, al admirador del mar, al pescador, al marinero y, sobre todo, al surfero.
Cada uno de ellos, responde a ese saludo de forma diferente. Por eso en español se saluda “haciendo la ola”. Y en inglés, esa manera de decir “hola”, es “wave to”. Y las olas son muy importantes, también para los gestores del agua. Como ahora se demuestra, con una noticia que tiene que ver con la aplicación de su energía intrínseca al proceso de la desalinización. Ese que tanto necesita de energía para funcionar con éxito y a un coste asumible. O sea, con eficiencia.
Para ello, el Departamento de Energía de los Estados Unidos (DOE) acaba de abrir la inscripción de candidaturas al Premio “Waves to Water”. El galardón que “hará la ola” al agua del mar para que la podamos usar sin sal y con salero. Su objetivo es acelerar el desarrollo de los sistemas de desalinización impulsados por energía de las olas. Y además, avanzar en la implementación de nuevas tecnologías al respecto.
En este enlace, https://americanmadechallenges.org/wavestowater/ los interesados en hacerle la ola a la ola podrán obtener toda la información sobre la competición. Les deseamos la mayor suerte del mundo. Porque un premio siempre es bienvenido. Pero en este caso, además significará un importante avance en la eficiencia energética de la desalinización (su talón de Aquiles) y un decidido impulso a muchas economías de países isleños en vías desarrollo. Sin olvidar los beneficios ambientales de todo tipo que estos avances supondrán para todos los seres vivos.
En EEUU la administración impulsa sin cesar el desarrollo de la tecnología relativa a la energía de las olas. El motivo reside en que más de la mitad de sus habitantes vive a menos de 50 millas de las costas. Como costas les sobran y olas también, han decidido convertir la energía de las olas en electricidad de la manera más eficiente posible.
Aunque este sector está aún en sus primeras etapas de desarrollo. Y existen múltiples tecnologías que pujan por ser la mejor. De ahí el interés en estimular la competencia con este tipo de premios
Además, este tipo de iniciativas que incentivan la competencia de proyectos. También estimulan la creatividad. Y están en la onda, cosas de la nueva ola, del concepto de “economía oceánica”. Sí, ese del que todo el mundo habla y que está inmerso en el gran marco de la transición hacia una “economía verde”. Y hacia pautas más sostenibles de desarrollo.
Su objetivo es promover la expansión de las actividades económicas, productivas y comerciales realizadas en el entorno marítimo o costero. Y hacerlo en un contexto ecológico, de manera que integre a las poblaciones costeras respetando sus medios tradicionales de vida. En este caso, los proyectos elegidos promoverían la actividad productiva de agua dulce a partir de un recurso inagotable como es el agua del mar. La prueba final se hará a mar abierto. Y su objetivo último es el ahorro de energías fósiles en el proceso desalinizador.
Entra de lleno, por lo tanto, en el ámbito de esta economía verde. Porque los recursos marinos sobre los que se desarrolla esta actividad, están regulados por la tupida red de convenios. también por normas internacionales y regionales. Todos ellos, amparados por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (1982).
Hace casi un año, se reunió por primera vez el Panel de Alto Nivel para Una Economía Oceánica Sostenible, en la 73ª Asamblea General de las Naciones Unidas. Incluye a jefes de estado de Australia, Chile, Fidji, Ghana, Indonesia, Jamaica, Japón, Namibia, Noruega, Palaos y Portugal. Trabajan codo con codo con científicos para elaborar un informe para la Conferencia sobre los Océanos de las Naciones Unidas en 2020. Por eso, les toca investigar cómo resolver los retos oceánicos para usar sus recursos (el agua es el principal), de manera sostenible.
Sin ello, no podrán alcanzarse los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ni un futuro de la gestión del agua pacífico y próspero. Como la ola es agua y energía, y hay que contar con ella desde el principio. En términos económicos, el tesoro que alberga el océano es de un calibre similar al de las mayores economías del mundo. El problema es la degradación constante y creciente de sus recursos.
Sin embargo, ese tesoro está cuantificado en US$ 24 billones. Esto supone que ocupa el séptimo puesto entre las diez mayores economías mundiales, con un valor anual en bienes y servicios de US$2,5 billones.
En este marco político, geográfico y temporal, la economía oceánica pretende evitar la asfixia de muchas activadas económicas en tierra firme, aplicando los últimos avances en infraestructura y tecnología. Porque gracias a ellos, ahora podemos usar y transformar, según nuestros intereses, recursos marinos hasta hace poco imposibles de obtener. Es el caso de la bioprospección marina, de la energía mareomotriz y del aprovechamiento de metales raros que yacen, junto con los plásticos, en el lecho marino.
Estas buenas noticias los son especialmente para los “Pequeños Estados Insulares en Vías de Desarrollo” (SIDS, en inglés). Y es que ellos son muy vulnerables a casi todo. Desde la deuda nacional al desempleo. Y por supuesto a los efectos negativos del calentamiento global y el aumento del nivel del mar. Los antes aludidos estados de Palaos y Fidji son SIDS,
Pero todos están, en mayor o menor medida expuestos a los desastres naturales. Son frecuentes inundaciones, huracanes, sequías, deslizamientos de tierra y terremotos. Por eso, son vulnerables. Por esta razón, la economía oceánica debe ir destinada, antes que a otros, a ellos. Para compensar su carencia de recursos naturales. Y contrarrestar su elevada dependencia de la ayuda al desarrollo. Reduciendo la sumisión al comercio internacional, especialmente en importaciones. Sin olvidar su susceptibilidad a crisis externas. Ni su lejanía de los principales mercados, ni los altos costos de transporte y los bajos índices de conectividad.
En este sentido, los océanos son vitales para los SIDS y representan una nueva frontera para la expansión económica, el comercio y el desarrollo sostenible. Además, pueden garantizarles el suministro de agua. Recurso imprescindible para vivir y para prosperar. Y con la energía de la ola, esto aún será más factible.
Así las cosas, llega la convocatoria del premio useño, que se divide en cuatro etapas. La primera de ellas, ya está abierta para presentar proyectos, hasta el próximo día 11 de septiembre de 2019.
Es importante resaltar, como se pretende con este premio, la necesidad de impulsar el crecimiento y el progreso en el sector de la energía marina. Y de innovar sin tregua en el desarrollo de tecnologías de desalinización que tendrán éxito en el futuro. La competencia de proyectos será la mejor manera de conseguirlo.
Los premiados se llevarán $ 2.5 millones en premios, a cambio de presentar y argumentar sus soluciones llave en mano. Una vez presentadas y evaluadas todas, la ola decidirá. Porque la prueba final se realizará en mar abierto, para comprobar qué sistema de producción nde agua dulce mediante la energía de la ola, es el mejor.
Para los que presenten solo ideas, habrá hasta $ 200,000 en premios, y subvenciones de $ 10,000 destinadas a un máximo de 20 concursantes admitidos.
La solución elegida, deberá ser interdisciplinar, modular y fácilmente transportable. Solo así se podrán satisfacer las necesidades de agua dulce de pequeñas comunidades aisladas en SIDS. Sin olvidar otro aspecto de la mayor importancia. Con estas desalinizadoras “de la nueva ola”, se podrá producir agua dulce inmediatamente después de un desastre natural que haya borrado del mapa las fuentes tradicionales de captación o inutilizado las redes de transporte. O que haya puesto fuera de servicio las plantas potabilizadoras.
El premio es el primero que otorga el DOE en el marco del Gran Desafío de Seguridad del Agua iniciado por la Casa Blanca. En él, se genera una ola impulsora de la tecnología de transformación e innovación para alcanzar los objetivos de disponibilidad global de agua segura y asequible.
Los encargados de elegir a los ganadores son la Oficina de Tecnologías de Energía y el Laboratorio Nacional de Energía Renovable, pertenecientes a American Made Challenges, el gran organismo incentivador de la energía doméstica de EE. UU.
Desde él, se incentiva a los empresarios useños para reafirmar el liderazgo estadounidense en el mercado de la energía. Además, ayuda a crear asociaciones que conectan a los empresarios con el sector privado. Y pone a su disposición la red de Laboratorios Nacionales del DOE, en todo el país.
Este premio se basa en el éxito del Premio Wave Energy del DOE. Fue una competición pública patrocinada por el Programa marino e hidrocinético de la Oficina de tecnologías de energía hidráulica. Durante un año y medio, los aspirantes al galardón compitieron por construir una instalación dotada de la tecnología “Wave Energy Converter (WEC)”. El objetivo era el de mejorar el rendimiento de los dispositivos WEC y reducir sus costes.
En abril de 2015, se inició la competición entre los 92 equipos inscritos, que contó con el apoyo de la Armada de los EE. UU. Los equipos finalistas probaron sus prototipos de dispositivos en sus instalaciones de generación de olas. Y lo hicieron en el Complejo Naval de Carderock, Maryland. En noviembre de 2016, se eligió a la empresa ganadora. El galardón recayó sobre AquaHarmonics. Ellos demostraron cómo se podía multiplicar la producción de energía con dispositivos WEC.
Como hemos podido comprobar en EEUU se busca sin descanso acelerar el desarrollo de los sistemas de desalinización. Se pretende que sean impulsados por la energía de las olas. Y lanzar tecnologías novedosas para abordar estos retos. Ojalá que esta segunda etapa de premios sirva para impulsar el crecimiento y el progreso en el sector de la energía marina. Para que puedan desarrollarse también tecnologías de desalinización más eficientes.
Porque su impacto es global. Y porque todos (especialmente los más desfavorecidos), nos beneficiaremos de ello.
Lorenzo Correa
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