La India se muere de sed ¿»Day zero» en Madrás?  


 

En el camino del futuro de la gestión del agua hay hitos de piedra labrada con caracteres imborrables. Son los de la sequía y la inundación. Los de la catástrofe y el “Day Zero”. Nos indican la dirección, el sentido y la distancia en los caminos hacia el objetivo final. Y delimitan el terreno para que nadir naufrague, pase sed o se pierda. En la India, ya pueden encontrarse en todas las rutas que conducen a las grandes ciudades.

La leyenda grabada en esos mojones es la de las experiencias pasadas. Las del caos que provoca la lluvia interminable en una cuenca orográficamente peligrosa y con ciudades muy pobladas. Y las del terror que provoca mirar al cielo y no recibir el agua deseada. Contemplar los pozos secos y los embalses vacíos. Ver cómo se pierde una cosecha por ausencia prolongada de lluvia. Padecer, en suma, las terribles secuelas de una deficiente planificación urbanística y de una equivocada gestión de cuenca. O de un uso irresponsable de los recursos que agota las reservas sin reutilizar el agua usada.

Sequía e inundación,  dos de los cuatro caballos del apocalipsis de la gestión del futuro del agua.  Cuando estos caballos acompasan su galope y van juntos, los problemas se multiplican. Sobre todo, en las megápolis, auténticas protagonistas de la gestión del agua en el siglo XXI.

Veamos el caso de una de ellas, la mítica ciudad india de Madrás, conocida como Chennai desde 1996. Su importancia radica en que ocupa el sexto puesto entre las ciudades más grandes de la India, con unos ocho millones de habitantes en toda la conurbación. Tiene todos los alicientes para considerarse una linda ciudad.

Monumentos, templos y una playa de 13 km de largo. La playa urbana más grande de la India, y la segunda playa más larga del mundo. Aquí se abre el telón para que el visitante del sur de la India se embriague del olor del incienso y alegre sus ojos con los vistosos colores de la seda autóctona.  Desde aquí se puede acceder a más de 900 kilómetros de costa con doradas playas de fina arena, las mejores de golfo de Bengala. Junto con Bombay, es la meca de la industria cinematográfica.

Sabido es que Madrás tiene muchas cosas muy atractivas. Pero no tiene agua debido (entre otras muchas causas), a dos años seguidos de sequía. Y sufre terribles inundaciones, como en la que en 2015 arrasó la ciudad, mató a cientos de personas y desplazó a miles de ellas.

Hoy, Madrás es un constante hormigueo de personas que hacen cola para llenar sus recipientes en los camiones cisterna. Son las nuevas fuentes públicas de las que el agua aún mana.

Las cinco ciudades que la superan en la liga de las metrópolis indias, miran a Madrás con aprensión. Porque ¿cuál de ellas será la siguiente? Nueva Delhi cree que, tras sucesivas olas de calor, será la elegida. Y cobija a casi 22 millones de personas.

Los catastrofistas anuncian afecciones por sequía a cientos de millones de personas en todo el país para el año 2030. Porque no debemos olvidar que para el año 2027, India habrá superado a China en habitantes, si hacemos caso al informe de Perspectivas de la Población Mundial 2019 de la ONU publicado el pasado mes de junio. Y todas las bocas, beben

¿De dónde traen el agua esos camiones cisterna? De lejanos acuíferos sobreexplotados. En esas masas de agua subterránea, todas las alarmas están encendidas. Y es que ya no se puede profundizar más para extraer agua. El año que viene, si el clima no lo remedia, los acuíferos se agotarán.

La lluvia se despidió de Madrás en diciembre pasado, con los monzones, para no volver hasta los últimos días de junio. Solo queda el recurso cercano del mar. Y son las desalinizadoras las que trabajan a pleno rendimiento, haciendo llegar a los depósitos urbanos 200.000 m³/día. Con este caudal y lo poco que se extrae de los acuíferos, los gestores del agua solo pueden satisfacer las necesidades básicas de la mitad de la ciudad. El resto, se abastece como puede comprando el agua a distribuidores privados, que con sus cubas van distribuyendo el agua por barrios. Ellos son los únicos que bendicen la sequía y saludan la persistencia de una de las olas de calor peores que se recuerdan en la India

En circunstancias normales, Madrás se abastece de cuatro embalses: Puzhal, Cholavaram, Chembarambakkam y Poondi. Los dos primeros, ya no recuerdan la humedad porque están secos. Los dos últimos solo tiene algunas manchas dispersas de agua en su lecho. Hasta que vuelvan los monzones en noviembre, queda poca agua.

En estos terribles días, los vecinos más pobres no tienen más remedio que soportar largas colas a más de 40 grados de temperatura para obtener unas gotas de las cubas municipales. Los más ricos, esperan a la cuba y le pagan las astronómicas cantidades que cobra por el agua.

La consecuencia, es que la ciudad no funciona. Escuelas, oficinas, hoteles y restaurantes ya no saben qué hacer para operar con normalidad. Y cuando una urbe no funciona, acaba surgiendo la violencia, las peleas por el agua. O la resignación. Como es el caso de tantas mujeres que esperan durante muchas horas su turno para llenar su envase. Es el nuevo trabajo de muchas mujeres. La mitad del día empleada en llenar un bidón de agua.

Foto: REVOLVE Magazine

Está incómoda y pavorosa situación no es fruto de una prolongada sequía. La historia reciente deja unos datos aterradores: En un siglo, Madrás ha pasado de medio millón a casi diez millones de bocas. Esas bocas acudieron atraídas por la proliferación de industrias y de tierras irrigables que producen productos con un elevado consumo de agua de riego. Primera consecuencia, un estrés hídrico enorme.

Porque el 80% de los recursos hídricos de la zona se destina al riego agrícola, a la industria y, lo que se puede a las bocas de los que riegan y trabajan. Y de sus familias. Una vez consumida, el agua se excreta sin tratar. A los lagos, a la tierra para que se infiltre y al mar. El círculo maldito, ya se ha cerrado. Solo queda asumir el riesgo y la incomodidad de vivir ahí.

Como siempre ocurre en estos casos, solo los ricos tienen más comodidades y oportunidades de disfrutar de un recurso escaso y de baja calidad. Si se quiere agua bendita, hay que pagarla. Porque la escasez desaparece si hay dinero.

Así está hoy la gestión del agua en la India. Casi la mitad de la población, 600 millones de personas, consiguen a duras penas satisfacer sus necesidades de agua diarias y 200 mil personas mueren cada año por falta de agua potable.

En diez años la demanda de agua del país será el doble de la oferta. Y eso afectará al PIB en una reducción del 6%. Además de los problemas ya mencionados para cada persona que no pueda pagarse un agua de calidad.

Prognosis inquietante, 21 grandes ciudades indias se quedarán sin acuíferos de donde extraer agua en solo dos años. Problemas para cien millones de personas, que verán cómo disminuye su diaria ración de agua. Y cómo la exigua dotación que les llega está cada vez más contaminada.

Y problemas también para el sector energético del país. Porque depende en gran medida de las centrales térmicas. Ninguna de ellas puede funcionar sin un enorme volumen de agua con la que enfriarse. Riesgo de apagón energético. La economía se tambaleará y la calidad de vida también se verá muy afectada.

El pasado reciente indica el peligro de lo que se avecina. En el último trienio, las paradas provocadas en estas centrales por escasez de agua, supusieron una reducción de 14 TWh de energía generada. Y esta energía es la suficiente para abastecer durante un año a 18 millones de personas. O el equivalente al 1% del consumo anual de la India.

La relación eterna del agua y la energía, vuelve a presentarse aquí. Cuando el monzón es débil, llueve poco. Entonces se paran las centrales en una época calurosa, de gran demanda de electricidad para usos industriales y domésticos. Si a ellos les sumamos las exigencias del regadío, en época de sequía, el círculo se cierra. La falta de agua repercute directamente en el funcionamiento de la industria, en el volumen de las cosechas y hasta en la carencia de aire acondicionado en oficinas, viviendas y hoteles. Terrible panorama.

Es evidente que debe cambiarse el paradigma de generación de energía. Porque el actual, basado en la generación térmica e hidroeléctrica, es muy vulnerable a la sequía. Además, cuando la energía no puede generarse, la conflictividad social aumenta.

Para llegar al futuro en las mejores condiciones, una solución en este ámbito podría ser la de instalar circuitos de refrigeración cerrados en combinación con torres de refrigeración en seco. Y complementar esta medida con el incremento de la generación de energía renovable, ya que la solar fotovoltaica y la eólica no requieren agua para refrigerarse y son mucho menos vulnerables a las sequías.

Despidámonos de la seca Madrás con un mensaje optimista para el futuro. El de las soluciones a adoptar para resolver o paliar al máximo la terrible situación actual. Este es el mejor momento para emitirlo. Porque el tristemente famoso “Day Zero”, que hace un año estuvo a punto de llegar a Ciudad del Cabo, podría presentarse aquí.

La primera podría ser la del trasvase. Pero sería vestir a un santo desnudando a otro. Arreglar un problema aquí generando otro allí, no es solución. Lo “cool” es apostar aún más por la desalinización. Ya conocemos los problemas de costes y consumo de energía que supone. Y ellos hacen esta solución complicada en países pobres. Y el problema de Madrás, es de urgente solución.

Corresponde a los gestores del agua iniciar también en Madrás, las actuaciones paliativas del siglo XXI. No nos cansaremos de repetirlas.

Hay que conseguir que la lluvia deje su benéfica cosecha de agua en las inmediaciones del lugar en que se precipita. Recogerla en terrazas verdes, en zanjas drenantes, en jardines y parques donde pueda filtrar hacia el subsuelo. Y utilizar este regalo del cielo para cualquier uso que no requiera agua potable. Para ello, la legislación debe ser clara y las aportaciones presupuestarias públicas y privadas deben estar definidas con exactitud. Los gestores públicos deben incentivar a quien adopta estas soluciones, porque está ahorrando y financiar estas soluciones como parte de sus programas de responsabilidad social corporativa.

Además, hay que aprovechar la “desgracia” de tener dos ríos, el  Cooum y el Adyar, a los que vierten centenares de colectores de aguas residuales. Si bien es cierto que existe una solución definida para el río Cooum, el llamado” Proyecto de restauración ecológica”, también lo es que su avance está detenido por las trabas burocráticas de expropiaciones y otros obstáculos similares.

Se trata de construir en la muy ocupada ribera, un colector interceptor y cuatro plantas depuradoras modulares de capacidades variables, para depurar hasta 600 m³/día. Cuando se consiga expropiar y se realicen las obras, será posible reutilizar las aguas depuradas con fines no potables (como la ejecución de sistemas de ventilación, calefacción y aire acondicionado (HVAC), la descarga de inodoros y el riego urbano en toda la ciudad. También se recuperaría ambientalmente el río, que buena falta le hace.

Otro frente de batalla a abrir es el de las actuaciones de restauración en la cuenca alta de estos ríos, para recuperar también sus lagos y poder recargar acuíferos en las llanuras de inundación. Pero para conseguirlo, lo primero es prohibir taxativamente la ocupación en las zonas necesarias para esta recarga. Solo así se conseguirá que cuando vuelvan potentes monzones, la ciudad se inunde menos y el acuífero se recargue más.

Un aspecto fundamental en la gestión del futuro del agua es el de la divulgación de datos. Los datos abiertos a la consulta y el conocimiento públicos deben ser obligatorios para la administración del agua. Ya para las empresas privadas que los generen, siempre y cuando su utilidad sea pública. Recursos utilizados y disponibles. Usos del agua. Calidad del recurso. Repercusiones del cambio climático. La transparencia es obligatoria. Los investigadores lo agradecerán.

Solo queda recordar que también hay que mejorar la eficiencia en el riego. Aunque no es fácil hacerlo en la India, porque la mayoría de los regantes son de pequeña escala, la administración debe ayudarles a implementar sistemas de riego de alto costo

La amenaza del Day Zero, afortunadamente no llegó a materializarse en Ciudad del Cabo en 2018. Sin embargo, hay 36 países en el mundo con estrés hídrico extremo. En ellos, los usuarios agrícolas, industriales y domésticos consumen cada año más del 80 por ciento del recurso disponible. India y Madrás, son un ejemplo emblemático. Porque en las ciudades, los males provocados por la escasez se agravan. Y aparece el fantasma del  “Day zero”. Por eso, hay que empezar ya a actuar. Y no parar. Para evitar que el fantasma se haga visible y tangible.

Lorenzo Correa

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