Cuando hace mucho tiempo que no llueve, todos añoramos el aroma y el color de los días húmedos. Y cuando acontece la primera lluvia, esa que abre el aire, recordamos los húmedos versos de nuestro vate de hoy.
Jaime Sabines, mexicano de Chiapas, compuso este poema integrado en su libro “Tarumba”.Este libro, lejos de atolondrarnos y confundirnos (que eso significa en español volver a alguien tarumba), nos abre el horizonte, como la primera lluvia tras la sequía.
Y nos humedece la sangre, ayudándonos a hacer llover sobre nuestro corazón. Sabias palabras de Sabines. Inconmensurables versos de un adelantado a su tiempo. Aire abierto a la colisión entre cultismos y expresiones coloquiales. Aunque debemos reconocer que, al principio, su lectura volvió tarumbas a algunos, hoy Sabines ya ha alcanzado la cima de la excepcionalidad poética.
Aire de versos limpios como la fresca agua de un cántaro, que llegan al corazón gracias a su sencillez y hondura. Tarumba es más que un libro de poemas. Porque es un río poético quien abarca todo el libro y va acogiendo las refrescantes aguas de la lluvia. Para humedecer nuestra sangre y llegar a todos los corazones, dejando en el aire un olor a “tierra mojada”. Porque la lluvia, como la poesía, se inicia en el cielo e impregna la tierra.
Nadie sabe quién fue Tarumba. Aunque fue, un lírico altavoz que expandía a los cuatro vientos la conciencia de un autor que conversaba continuamente con él. Como trasunto de todas las personas que con él coincidieron en la vida. Las que se empaparon con las mismas primeras lluvias y respiraron aliviados el aire abierto por la precipitación.
Tarumba solo se dedicó a describir el paisaje. A transmitir visiones, olores y sensaciones del entorno que rodeaba al poeta. Las del agua que invade el aire, fueron quizás las más importantes. Y a ayudar al autor a aferrarse a la vida, mientras la lluvia regaba su corazón para que pudiera seguir latiendo, alegre y a su aire.
Lorenzo Correa
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