Solo 100 buques contaminan más que 260 millones de vehículos en Europa. La verdadera lucha contra la contaminación.


Llevamos ya tiempo ocupándonos del futuro del mar. Porque el mar es agua y del futuro del agua nos ocupamos. Agua de mar es el sustento de flora y fauna oceánica. De su calidad, depende directamente la vida de sus habitantes e indirectamente, la nuestra. En ella flotan plásticos y navegan buques.

Porque el agua del mar, también es una vía de comunicación por la que transita el comercio mundial. Y por la que se mueven los productos y las personas que trabajan en los buques, mercantes, de investigación o pesqueros y que disfrutan de un viaje intercontinental o de recreo.

La realidad es que, a estas alturas del siglo XXI, por el agua del mar se transporta el 90% del comercio mundial. Por eso, las operaciones marítimas se han cuadruplicado en los últimos 40 años: de 8.000 millones de toneladas-millas en 1968 a 32.000 millones de toneladas-millas en 2008. Y la prognosis es que serán 300.000 millones de toneladas-millas en 2050.

Preocupa la contaminación marina, enfocada sobre todo a dos aspectos: las secuelas del consumo de plásticos y los vertidos sin tratamiento que al mar llegan desde el litoral. Pero hay una tercera fuente de contaminación, también preocupante. La que se deriva de la quema de combustible en motores y calderas de los buques que surcan el mar sin pausa. La que sale por sus chimeneas en forma de humo azufrado.

En el mes de junio pasado, se publicó un informe de la prestigiosa ONG Transport & Environment, la Federación Europea para el Transporte y el Entorno. Desde hace 30 años, la conforman 49 miembros de 27 países europeos.  Su misión es la de promover políticas de transporte global sostenible. Reducir los impactos negativos sobre la salud y el medio, haciendo un uso eficiente de la energía. Para llegar a un sistema de movilidad de cero emisiones asequible, con el mínimo impacto para nuestra salud, clima y entorno. Por ello, han colaborado e impulsado en la redacción y promulgación de las leyes ambientales más importantes de Europa

En el informe analizan la contaminación del aire (que acaba llegando al agua), causada por las chimeneas de los cruceros en aguas europeas. Y aseguran que solo una de las empresas más consolidadas del gremio, emitió en 2017 una cantidad de azufre y CO₂ diez veces superior a la que emiten 260 millones de vehículos en Europa.

Ante tan escalofriante dato global, no hay más remedio que preguntarse y averiguar qué países son los más afectados. Y son, lógicamente, los más transitados y visitados por esos cruceros: España, Italia, Grecia, Francia y Noruega. Si ampliamos algo más el zoom, veremos que los puertos, es decir las ciudades más afectadas son las más visitadas: Barcelona, Palma de Mallorca y Venecia.

Con razón, nos quejamos de la contaminación emitida por los vehículos. Pero hay unas exigentes leyes que limitan sus emisiones. Sin embargo, casi nadie se pregunta por las restricciones legales que deben cumplir los “vehículos” que circulan por el mar. Veamos cuáles son.

Quien se ocupa de velar por la adopción de políticas y estrategias protectoras del medio marino es la Organización Marítima Internacional (OMI), integrada en la ONU. Vela por un transporte marítimo sostenible, compatible con el desarrollo de la economía mundial en el marco de la Agenda 2030 y sus objetivos de desarrollo sostenible.

El control y la reducción de las emisiones de azufre por las chimeneas de los buques, se erige en protagonista. Y se sustancia en el Anexo VI del Convenio Internacional para prevenir la contaminación por los Buques (MARPOL). Ahí se fijan los límites para conseguir una reducción global progresiva de las emisiones de óxidos de azufre (SOx) producidas por los buques.

Y fijan no solo límites, sino fechas. Si no, no sería un reto, sino un sueño. Por eso, el límite de azufre emitido, se reducirá del 3,50% actual al 0,50%, a partir del 1 de enero de 2020, manteniendo el límite reducido de 0,10% vigente desde el 1de enero de 2015 para las Áreas de Control de Emisiones (ECA) específicamente designadas por la OMI. Estas áreas son el Báltico, el Mar del Norte, las costas este y oeste de Estados Unidos y Canadá) y el Caribe estadounidense.

La situación es gravísima también en las zonas ECA. En Dinamarca, ubicada en esa zona, el informe antes citado de la ONG Transport & Environment, indicaba que los cruceros emitieron 18 veces más SOx en 2017 que los 2.5 millones de vehículos de pasajeros del país en un año.

Con estos datos tan esclarecedores, es fácil convenir dos cosas. La primera, que las directivas europeas de calidad de emisiones de vehículos terrestres son muy eficientes. La segunda, que la falta legislación equivalente para el transporte marítimo, ha obligado a señalar tan cercana fecha, comienzos del año próximo, para aplicar medidas drásticas en la emisión de azufre marino. Aun así, tardará mucho en aproximarse a lo que emiten nuestros vehículos. No podemos olvidar, en este sentido, que la transición carbón-petróleo en buques duró más de medio siglo.

En cualquier caso, celebremos que solo dentro de unos meses, habrá que acometer un cambio radical en el tipo de combustible de los buques. Esta revolución supondrá un benéfico efecto sobre nuestra salud y la del entorno. Sobre todo, de esa vía de transporte universal que es el agua del mar. Y localmente, en esos puertos europeos, aún fuera de la zona ECA, tan afectados por la contaminación. Lo importante es que la reducción del contenido de azufre en los combustibles marinos se aplicará simultáneamente a todos los buques nuevos o existentes a partir del 1 de enero de 2020.

Las soluciones son diversas. Una es usar fueloil marino de bajo contenido en azufre.

Otra, el uso de sistemas de limpieza de gases de escape. El conocido como » scrubbers»

Y la tercera, el uso de gas natural como combustible alternativo.

Como siempre ocurre en los albores de una revolución «legal», hay que analizar las ventajas e inconvenientes de cada una.

Para algunas navieras importantes, usar el nuevo  combustible con bajo contenido de azufre podría aumentar las emisiones de CO₂. Lo argumentan haciendo notar que producir combustible refinado consume más energía que producir el convencional. Y este, puede adaptarse a la normativa con scrubbers.

Además, se generan incertidumbres sobre la disponibilidad global de los nuevos combustibles  y hay desconfianza por si perjudican el funcionamiento de los motores. Y la desconfianza ante lo desconocido, es un factor limitante cuando llega la hora de tomar decisiones revolucionarias.

Sobre todo, cuando grandes navieras, como la holandesa Spliethoff, llevan siete  años depurando fuel en sus buques, mediante scrubbers, sin problema alguno.

La tercera incertidumbre, se refiere a los precios del nuevo combustible. Lo que cuestan los scrubbers, se sabe de antemano. Sin embargo, el precio del nuevo combustible, es un  arcano.  Se supone que será casi un 60% superior al del  fuelóleo pesado. Además, con el uso del nuevo combustible, el precio del convencional, se reducirá.

Como se explicará más adelante, los scrubbers pueden trabajar en ciclo abierto o cerrado.  Solo hay un punto de duda, si trabajan en abierto. Y es debido a que algunos estudios indican que la descarga de agua depurada puede aumentar la acidificación del mar. Por ello, cada país, en función del volumen de tránsito marítimo en sus aguas, decidir si permite o no el vertido de estas aguas. Actualmente está prohibido verter en abierto en los puertos de Hamburgo, Bremen, Fuyaira y  Singapur. El debate científico está iniciado. Pero, en cualquier caso, si el sistema de  scrubbers trabaja en modo cerrado, esta solución es aceptada y, por ello, difícilmente mejorable

Ahora, hay que tomar decisiones y elegir una de las tres soluciones existentes, teniendo en cuentas sus ventajas e inconvenientes para cada caso particular.

En el primer caso, la industria de refino de petróleo deberá poder asumir el reto de fabricar este tipo de combustible sin dejar de hacerlo con el resto de los combustibles “terrestres y aéreos”.La segunda opción es que el propietario del buque deberá instalar en él la correspondiente “depuradora”. En ella captará el azufre y dejará ir el resto. Y la tercera será  abordar la compra de un buque con esta opción instalada. O hacer el cambio en el buque que tengamos, para alimentarlo con gas.

Por su parte, los puertos deberán disponer de estaciones de suministro de gas. Que tendrán que convivir con las tradicionales gasolineras.

Y cada uno deberá analizar las ventajas y desventajas de cada solución en su caso particular. Dependerá de las características del buque y del espacio disponible para nuevas instalaciones. pero también de las rutas por las que navegue y de su vida útil.

Otro elemento a tener en cuenta es el de la repercusión sobre las aseguradoras, que deberán analizar con lupa todos estos cambios y su repercusión en las primas de seguro y pólizas de flete.

Sin olvidar el trabajo suplementario para quienes ostentan la responsabilidad de ejercer la policía y el control del cumplimiento de la nueva norma. Esta competencia, será de los gobiernos y autoridades nacionales de los Estados miembros inscritos en el Anexo VI de MARPOL. Ellos también garantizarán la disponibilidad de los nuevos combustibles en sus puertos.

Usar gas natural, hoy por hoy, solo está al alcance de determinados tipos de buques. Suelen hacerlo quienes deciden construir un barco con este sistema ya incluido, y esos no son la mayoría.

Además, como antes se ha indicado,  los nuevos combustibles de baja emisión tendrán un coste inasumible para muchos.

Así que, en muchos casos, parece que la solución más razonable es la de la instalación de un sistema de limpieza de gases de escape. Porque solo supone adoptar sistemas de scrubbers, ubicados en la chimenea del buque y seguir usando el mismo combustible de siempre. Así pueden eliminarse a un coste asequible los óxidos de azufre del motor del barco. Además de  los gases de escape de la caldera.

Para ello, solo hay que instalar un depósito. Y en él, mezclar los gases de escape del motor y de la caldera, con agua dulce y/o salada. El agua del mar, en la opción abierta neutraliza y captura el azufre de los gases. Una vez lavados, el agua resultante se trata para eliminar los contaminantes. Finalmente, en la opción de «abierto», se separa el lodo del efluente inocuo para el vertido al mar.

Se almacenan los lodos para enviarlos a instalación de tratamiento una vez en tierra. Y se acaba el proceso enviando de nuevo al mar el agua “lavada”. El agua marina, neutraliza el dióxido de azufre y no hay emisión a la atmósfera

En la opción cerrada, se suministra a los gases de escape agua dulce con sosa cáustica.  El agua de lavado se reutiliza reponiendo pérdidas con agua dulce adicional. La no reutilizada, se envía a la planta de tratamiento antes de descargarla al mar. Así se elimina cualquier problema de vertido relacionado con la acidificación

De esta forma, pueden elegirse tres soluciones distintas para estar preparados para la revolución del azufre marino”. Esa que comenzará a principios del  próximo año 2020.

Afortunadamente, todo ha ido muy deprisa. Pero es que la situación, aunque poco conocida, era intolerable.

En el año 2006, el National Center for Biotechnology Information (NCBI),  publicó el informe “Ports in a Storm”. Este organismo, dependiente de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos esclarecía por primera vez la relación existente entre la salud de los habitantes de las ciudades portuarias y las actividades en esos puertos.

El informe, terrible en sus conclusiones, no alcanzó la repercusión mediática que merecía. Recuerden que los buques no pueden todavía parar sus motores mientras están atracados en los muelles. Y es que dependen de ellos para mantener el suministro eléctrico de sus instalaciones de carga y mantenimiento interior. Imaginen lo que sale por sus chimeneas, mientras los cruceristas juegan en el casino. O  se dan un baño en la piscina, o sudan el en gimnasio. Y las secuelas para los habitantes de la ciudad en la que atracan.

Por suerte, esto se va acabar. No lo olviden, 100 grandes buques emiten diez veces más que 260 millones de automóviles. En la puerta de casa.

A partir del año que viene, todo cambiará. Una buena noticia para el futuro del agua y de la humanidad. Y menos azufre en la atmósfera.

Lorenzo Correa

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