La restauración añorada de un río gris. Ya no hay excusas para posponerla


Cada vez que vamos a Lima, nos acercamos a ver el río. Sigue siendo gris, como la última vez que vinimos. Pero nos gusta oír sus trinos. Porque ya saben nuestros lectores que es un río hablador. Es el Rímac, al que siempre visitamos aquí, para oírle cuando ya descendió casi 5.000 m desde los Andes

A nosotros nos fascina en su gris pálido, que rima con la palidez de Lima. Aunque algunos amigos limeños se nos quejen de que ese descenso tan pronunciado podría asemejarse a un descenso a los infiernos. Desde el verdor acusado de la vertiente occidental andina al gris limeño, el río pasa por varios estados de degradación.

Y los que saben del río hablador, porque llevan muchos años escuchando sus cuitas y sus alegrías, dicen que les cuenta cosas terribles. Que ha visto antes de llegar a la capital y en sus barrancas los vertidos procedentes de  22 vertederos, tres minas activas y nueve abandonadas, 17  industrias contaminantes y 11 ciudades.

Dicen que dice ¡Cómo no voy a ser gris!

También les habla de proyectos de futuro para sus aguas. De aquel frustrado, que hace 4 años le quiso cambiar su aspecto gris. Se llamaba el proyecto del río verde. Y necesitaba 4 mil millones de dólares para cambiarle el color. Pero no pudo ser. Porque no es fácil en Perú destinar dinero a la restauración fluvial, sin antes haberlo dedicado a recuperar el país. Un país devastado por el terrorismo, la hiperinflación y la crisis del Estado.

Sin embargo, hay novedades esperanzadoras. Como verán en la foto que ilustra nuestras reflexiones, hay una niña mirando el río gris. Y lo escucha con esa atención ilusionada de la infancia. La niña nos dijo que el río bajaba contento esa mañana.

Había oído hablar del Proyecto Especial Paisajístico del Río Rímac. De que por fin, se iba a destinar trabajo y dinero para limpiar su lecho, restaurar sus riberas y plantar vegetación de ribera autóctona en más de 60 km de recorrido urbano.

La niña asegura que esta vez, sí. Que Lima va a dejar de detentar el subcampeonato mundial de estrés hídrico. Porque hoy, el 10% de la población no tiene agua en casa y debe ir a buscarla a camiones cisterna. Y otro 10% tiene agua pocas horas al día.

Y que va a disponer de mucho más de 3 m² de zonas verdes y espacios público por habitante. Las riberas del Rímac restauradas aumentarán enormemente esa cifra.

Menos mal que la niña está sentada y se cobija del sol y de la lluvia (aunque poco llueve en Lima), con una sombrilla. Desde su privilegiado observatorio mira el río gris y escucha sus deseos de ser verde otra vez. Ventajas de saber escuchar, ser un niño y sentarse a contemplar a un río hablador.

 

Lorenzo Correa

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