El viaje del agua entre las dos fotos que hoy exhibimos, es apasionante. Del venero al embalse. Surge de la roca, con la fuerza suficiente para formar un chorro.
La nieve, al fundirse, incrementa con su goteo el caudal circulante. Y comienza a hacerse visible y audible ese líquido mágico que nos da la vida. Por un lado, es bálsamo apaciguador de la sed. Y cuando la sed está muy extendida, solo consigue apagarla con la ayuda del embalse.
Por el otro es elemento vitalizante que lleva dentro la posibilidad de conferir plenitud y sentido a la vida del sediento. Entonces se convierte en otro embalse, esta vez, de emociones seductoras.
Porque emociona admirar el brillo de las gotas que conforman el chorro y la nieve que se derrite para acompañarlas hasta el embalse. Todas juntas, buscan el río. Y cuando son suficientes, lo crean, lo llenan de sentido. Ahí comienza el viaje iniciático. El que apaga la sed de conocer mundo y certifica inexorablemente que el periplo acabará, más tarde o más temprano en el mar. Con o sin visita intermedia al embalse.
Porque ¿no es emocionante poder ver, oír y tocar el agua-simiente que genera el elixir de amor a la vida? Por eso los indios ven el agua como mantenedora de la vida en su circulación perenne a través de la naturaleza. Está en la lluvia, en la savia de las plantas, en la sangre y en la leche. Por eso es principio y fin de todas las cosas de la Tierra.
Y por eso también la poesía la mima y la embellece.
Entre el venero y el embalse, a veces, no hay agua. Pero su ausencia también es poética. Para comprobarlo, lean los versos de Federico en su “Romancero gitano”:
La luna gira en el cielo
sobre las tierras sin agua
mientras el verano siembra
rumores de tierra y llama
Lorenzo Correa
¡ Síguenos en las redes sociales !
¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?
Ponte en contacto con nosotros para más información sobre la participación de Lorenzo Correa en charlas, conferencias, formaciones o debates a nivel internacional
Para el que le gusta la naturaleza y el agua.
Navegar por el Amazonas y después morir…
Eso sí que es fluir…