El pasado mes de junio se celebró el Día Mundial de los Océanos, auspiciado por el Ocean Panel. Esta organización, desde 2018 trabaja con gobiernos, empresas, e instituciones financieras, científicos y sociedad civil para catalizar y escalar soluciones audaces y pragmáticas a través de políticas, gobernanza, tecnología y finanzas, y finalmente desarrollar una agenda de acción para la transición a una economía oceánica sostenible.
Y es el único organismo de políticas oceánicas compuesto por servir a los líderes mundiales con la autoridad necesaria para desencadenar, amplificar y acelerar la acción en todo el mundo para las prioridades oceánicas
Tan importante y cosmopolita grupo de expertos y políticos de 14 países del mundo debatió, en plena pandemia, sobre
el futuro de la mayor parte del agua existente en el globo. La de los océanos. Sobre esa agua flota una potentísima industria, valorada en un 3,5% del PIB mundial. Todas las proyecciones de futuro indican que este porcentaje se duplicará en 10 años. Por eso, es la economía oceánica la que rige las pérdidas y ganancias que sobre el agua del mar se generan. La noticia es que la conclusión de tan espectacular cumbre fue que nadie se posicionó en contra de que esa economía no fuera, por encima de todo, sostenible. Y que todos apostaron porque los océanos fueran una parte importante de la solución para construir un mundo más resiliente y más próspero.
Si la semana pasada hablábamos de economías de colores, el artículo de esta lo dedicaremos a esa naturaleza azul que representan los océanos. En ese ambiente, que representa más de las ¾ partes de la Tierra, se absorben el 25% de las emisiones de carbono y se capta casi todo el calor generado por ellas. Y sobre esa agua salada se mueven buques, mercancías y personas sin cesar. Gracias a ello, el 90% de los intercambios comerciales del mundo se mueve por el agua.
Así se genera la poderosísima economía oceánica. Que mueve más de 2.500 millones de dólares al año en servicios de valor agregado y da de comer a 3.000 millones de personas. Por eso no sería aceptable “cargarse” los océanos. Además, conviene saber que, desde 2010, esta economía ha generado 31 millones de empleos fijos y muchos más si añadimos el empleo artesanal. Y ahora toca ponerse las pilas para conservarlos
Hay que revalorizar el océano durante la reactivación económica post COVID-19. Y conseguir que sea sostenible. Mediante la combinación de medidas ambientalmente proteccionistas que generen prosperidad. Eso se traduce en emisiones de carbono más bajas, mejora solidaria del nivel de vida , producción sostenible y resiliencia..
Por ahí van los acuerdos del Ocean Panel que agrupa a 14 países: Australia; Canadá; Chile; Fiyi; Ghana; Indonesia; Japón; Jamaica; Kenia; México; Namibia; Noruega; Palaos y Portugal. Además, y cuenta con el apoyo del Enviado Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para el Océano. Estas naciones representan casi un tercio de las costas del mundo y también un tercio de las zonas económicas exclusivas del planeta. El 20 por ciento de la pesca mundial y operan con la quinta parte de la flota naviera global.
Un ejemplo revelador de esta onda proteccionista de la naturaleza azul es la Carta de los Plásticos en los Océanos. Desde 2018 la han firmado 25 gobiernos y 65 empresas y organizaciones de la sociedad civil que muestran así su compromiso para promover la gestión sostenible y eficiente de los plásticos. Y se enmarca en un ámbito global para abordar la contaminación porplásticos marinos, que complementa la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU. Todo para generar proyectos que protejan los océanos y ecosistemas costeros de los efectos del cambio climático y reduzcan los niveles de contaminación en los mares.
Pretenden hacerlo creando mercados sostenibles de diseño, producción y post –uso. Y fomentando nuevas infraestructuras además de estilos de vida y educación sostenibles. También investigación, innovación y nuevas tecnologías.
Pero bien, estamos en tiempos de pandemia. Y su macabra sombra está amenazando el brillante escenario de las prognosis de hace solo unos meses. También ocurre lo mismo con la economía oceánica, esa que flota sobre el agua.
Sabido y lamentado es que las cifras del turismo, del transporte marítimo y de la pesca han sufrido un buen descalabro desde marzo pasado. Los empleos de ellas dependientes cada vez son menos. Además, un gran porcentaje de los que viven del mar tienen salarios bajísimos. Por ello, su situación es dramática. En lugar de flotar y avanzar con viento favorable, se hunden a causa de la tormenta.
Mientras tanto, la deuda se agiganta por momentos en la economía oceánica. Como también lo hace la presión para implementar cada vez más políticas ambientales. Y eso pone en peligro la recuperación a largo plazo y los beneficios económicos.
Pero la vida sigue y la realidad actual nos señala que la pandemia no ha supuesto ninguna mejora de las condiciones de conservación del océano. Todo lo contrario, también las ha empeorado.
Repasémoslas: Cambio climático, sobrepesca, contaminación y pérdida de biodiversidad. Para salir bien de todo esto, es evidente que apostar por un mar sano, es la mejor opción de futuro. Y si se consigue que lo sea con una economía boyante, miel sobre hojuelas. Siempre que se cimiente en tres pilares: protección de la vida y calidad del agua; producción sostenible y prosperidad equitativa.
Menos mal que a pesar de la que nos está cayendo encima, en Ocean Panel son optimistas. Porque siéndolo, a nosotros nos ayudan a continuar emitiendo mensajes positivos, lunes tras lunes, desde estas páginas. Lo del optimismo viene porque aseguran que por cada dólar invertido en economía oceánica sostenible, se obtendrán 5. Por eso animan a invertir entre 2 y 4 billones de dólares en conservación y restauración de manglares y en tres cositas más.
Una es fomentar la producción eólica marina. Otra descarbonizar el transporte marítimo internacional. Y la tercera aumentar la producción de proteínas oceánicas de origen sostenible.
Si tienen ese dinero prepárense para ganar hasta 26.5 billones de dólares en solo 30 años. Más de un 500% de tasa de retorno de la inversión, evaluada en beneficios financieros, económicos, ambientales y sociales. Porque fortalecerán las economías locales, las de las empresas y hasta las de hogares concretos.
Mientras que se ponen las pilas, les indicaremos lo que tienen que hacer para hacerse billonarios. Les reproducimos lo que se recoge en el informe “Una economía sostenible del océano en 2050” elaborado el año pasado por el High Level Panel for a Sustainable Ocean Economy . Repasemos los beneficios a obtener en cada una de las 4 áreas de inversión más arriba mencionadas. :
De los manglares, hemos escrito con pasión. Sobre todo de los panameños, que son los que más conocemos. Pues bien, invertir en su conservación y restauración triplica la inversión inicial. Aunque, como es lógico, es más rentable conservar que restaurar en este ámbito. Y es que un manglar “en forma” permite aumentar la productividad pesquera, secuestra carbono y evita daños irreversibles en la línea de costa, porque es una muralla natural contra las inundaciones marinas. El consiguiente aumento de la diversidad también genera un turismo no de masas. Si vive en zonas ciclónicas, rece porque los manglares se conserven y se restauren. Es el mejor seguro para su vida y sus bienes.
La segunda oportunidad es aumentar la producción de energía eólica marina. Los que entienden auguran beneficios enormes a los inversores. Hasta 17 veces lo invertido, en función de los gastos de producción y transmisión de energía y del tipo de generadores empleados. .
Al ser energía renovable y no contaminante de la atmósfera, aunque no invirtamos, saldremos también ganando, ya que respiraremos un aire mejor y tendremos más agua disponible. Respecto a la afección a la biodiversidad oceánica, es evidente porque las plataformas se instalan en alta mar. Pero el balance de experiencias ya recogidas es positivo en general.
En este sentido trabaja, la Coalición de Acción Internacional de Energía Renovable Oceánica. Ella representa a la sociedad civil, los gobiernos y la industria y defiende los intereses del sector eólico marino en el diálogo global sobre la acción climática para avanzar en el despliegue sostenible de energía renovable basada en el océano y mitigar los impactos nocivos del cambio climático.
Porque la mayor parte de este potencial de mitigación del cambio climático provenga de la energía eólica marina. Así lo demuestra en su último informe, publicado en septiembre de 2019. Proclama que la ampliación de la energía renovable oceánica podría ahorrar hasta 5,4 gigatoneladas de CO2 anuales para 2050. Y eso es lo que emiten mil millones de automóviles al año Además, el uso de fuentes de proteínas bajas en carbono del océano, como los mariscos y las algas marinas, reduciría las emisiones de la producción de alimentos terrestres
La tercera medida, también ha sido divulgada con amplitud en estas páginas. Se trata de descarbonización del transporte marítimo internacional, gravísimamente afectado últimamente por la pandemia. Los datos son preocupantes para el sector. Caída del transporte en un 30%. Actividad pesquera reducida en un 80% por la reducción en la demanda de pescado y mariscos de hoteles y restaurantes. Los cruceros, agonizando por la caída del turismo. Y esto se traduce en 75 millones de empleos destruidos.
A este sombrío panorama, se contrapone el hecho de que el 90% de lo que se transporta lo hace flotando sobre el agua marina. Y las emisiones de carbono, son espectaculares. De ahí que la Organización Marítima Internacional establezca que las emisiones deben reducirse a la mitad para el año 2050. Y ahora, con tantos buques parados por falta de carga que transportar, es el mejor momento para la transformación de los motores y el tratamiento de los gases de escape, las aguas de lastre y la reducción de todo tipo de emisiones que ello conlleva. También es todo un reto para los astilleros con pocos encargos. Ahora deben construir barcos con cero emisiones. Llegó la hora del hidrógeno. Y para los puertos, que deberán electrificarse y dotarse de “gasolineras” con combustible inocuo
Para finalizar, la cuarta medida. Está bajo el agua y se refiere al gradual incremento en la producción sostenible de alimentos extraídos del mar. Aquí también los inversores deben animarse, porque los beneficios pueden llegar a decuplicar el capital invertido. Y ese augurio tan venturoso se basa en que el aumento de la demanda de proteínas oceánicas, proporcionará alimentos sanos a 9.700 millones de personas en 2050. Y sustituirá el consumo de proteínas terrestres. Las que, como ya sabemos, producen emisiones contaminantes.
La solución está en acometer una importante reforma de la pesca marina y, por supuesto, trabajar con la acuicultura sostenible. Ganará el pescador, se emitirán menos gases de efecto invernadero y se usará menos agua para regar. Además la salud del consumidor lo agradecerá por llevar una dieta más sana. Apostar por una acuicultura sostenible beneficiará, además a mejorar la nutrición de los habitantes de los países más necesitados
Los agoreros más realistas aseguran que la crisis de la pandemia engullirá más de 300 millones de puestos de trabajo fijos. Para iluminar con positivismo tan sombrío escenario, tenemos lo aquí expuesto sobre la nueva economía oceánica. Recuperación en 10 años de bancos de pesca. E incremento del turismo hacia las reservas marinas. Son solo dos ejemplos. Restaurar líneas de costa, es otro. Porque se crearían 20 empleos por cada millón de dólares destinado a esta tarea.
Además, tenemos mucho que hacer en energía renovables marinas. Porque en 2014, Europa instaló 7,5 gigavatios de capacidad eólica marina y dio trabajo en un lustro a 75.000 personas. Hay que seguir construyendo e instalando generadores para definir una cadena de suministro en todo el continente. Esto dará aún más trabajo
Acabamos, como siempre en estos tiempos de pandemia, con un mensaje de esperanza. Trabajar para un océano permitirá reducir la brecha de emisiones (la diferencia entre las emisiones esperadas y los niveles derivados de limitar el aumento de la temperatura global a 1.5º C) , hasta en un 21% para 2050.
Pongamos pues en nuestro foco la naturaleza azul, en la que el agua es protagonista. Apoyemos la transición hacia una economía oceánica sostenible. Ese es el denominado «impulso azul«.
Que el agua, en este caso marina, vuelva a ser el motor de la nuestra recuperación económica. Siempre en sintonía con la preservación y restauración de sus ecosistemas naturales y en armonía con el avance social solidario hacia el futuro.
Lorenzo Correa
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