Más bosque es garantía urbana de agua en un entorno saludable y poético


En futurodelagua.com nos honramos con la amistad del geógrafo y ambientalista Martí Boada. Estos días de recaída en las restricciones pandemieras, hemos tenido la oportunidad de leer su ponencia presentada en el III Congreso Internacional dedicado al potencial del bosque en la salud.

Geniales reflexiones del Dr. Boada . Reflejo de su idiosincrasia. En ellas, como en él, la humanidad desborda el cientifismo. Afirma Boada que el “bosque es la expresión del clima de la mayor parte de los paisajes terrestres”. Además, es el producto del encuentro de la historia social con la natural. De su encontronazo a veces, encuentro en otras ocasiones con la estela de lo humano. De ahí la atracción fatal de ese paradigma natural, el bosque, con el paradigma social que es la ciudad. Ciudad y bosque. Bosque y ciudad. Lejanos en sus afectos, aunque condenados a ser amigos íntimos en el futuro. Y con el agua, por supuesto, como gestor de la feliz coyunda. Un entrono entrañable

Nos cuenta Martí que hay 20.000 especies de árboles en el mundo. Otro de los milagros del agua justa , porque en el desierto o en el Polo, no hay bosques ni árboles. Además, la relación del ser humano con el bosque se desarrolla en múltiples facetas. Comenzó siendo mitológica cuando este entorno verde era un arcano para el humano que penetraba en él.

Según lo fue conociendo y perdiendo el miedo, se amplió. Y fue sucesivamente trófica, existencial y curativa. Este último es el aspecto que más nos interesa profundizar. Aunque no podemos olvidar las emociones. Y reproducir aquí lo que escribió Miguel Ángel Buonarroti a Vasari: Non se trova pace se non nei boschi

Ya hemos escrito aquí sobre lo beneficioso que para la salud supone tomar un baño de bosque. Es otra manera de usar un ecosistema riquísimo en un entorno amable que nos ofrece recursos energéticos, nutricionales y madereros. También regala salud al visitante. Hoy queremos acercar la salud a la antítesis del bosque, que es la gran ciudad. Y antes de empezar, recordemos al profesor Margalef, que con su sabiduría ecológica reconocida, mantenía que para entender a un árbol y un bosque, siempre hace falta un poeta. Como poesía del agua también llevamos en nuestras alforjas, iniciemos nuestro sendero de acercamiento del bosque a la ciudad, agua, entorno y poesía mediante.

Recordemos, en este entorno poético las palabras de la oda de Vincenzo Monti, en su «Invito d’un solitario a un cittadino» que dieron la razón, mucho antes de que las pronunciara, a las palabras de Margalef :

Vieni, amico mortal, fra questi boschi,

Vieni e sarai felice

Queda muy poético escribir que el agua es la base de la salud y el bienestar humanos. Algo menos lírico es afirmar que en las grandes urbes, los gestores públicos luchan por garantizar el acceso universal al agua que nosotros llamamos “bendita”. Porque en cada entorno vital, el agua tiene una función concreta.

El agricultor y el ganadero, la quieren en su justa medida para que sus cultivos crezcan con normalidad y sus reses y aves engorden sin pasar sed. La fuente del recurso debe ser abundante y estar en buenas condiciones cualitativas. Las lluvias, justas, sin pasarse. En la ciudad, sus humanos habitantes y la gran cantidad de mascotas que con ellos residen, necesitan algo similar, pero servido de manera más “artificial”. En cualquier caso el agua limpia, y más en estos tiempos de pandemia, es fundamental para todos los seres vivos y para lo que nos sustenta.

Pero los que de esto saben, nos alertan de que la crisis del agua es ya más que una amenaza para el futuro de la humanidad. Se basan en el omnipresente cambio climático, con sus variaciones en las temperaturas habituales o su exacerbación de los fenómenos meteorológicos extremos. Y lo culpan del aumento de la presión que ejerce sobre el ciclo urbano de los servicios del agua y sobre las infraestructuras, que ya sabemos en qué estado se encuentran.

Los agoreros nos dan solo un lustro de plazo para alcanzar la aterradora cifra de 1.800 millones de personas que padecerán escasez de agua. En 2025.

Y en este entorno, un sombrío escenario, aparece un nuevo actor. El bosque. Pueden ubicarse dentro de la ciudad, o a lo largo y ancho de la cuenca hidrográfica a la que la urbe pertenece. Los urbanitas los tendrán cerca o lejos, pero en cualquier caso, influirán sobre la calidad y cantidad del agua que reciban en sus domicilios o industrias. Por supuesto que los regantes que cultivan los terrenos que separan la ciudad del bosque, también lo hacen.

Mejorar la conexión bosque ciudad es primordial. Creando o recuperando los interiores. Conectando mejor los suburbiales y consiguiendo interactuar con los lejanos.

Los tres, estén donde estén, son el mejor escudo proyector del agua que se bebe en la ciudad. Y de la que sobra cuando llueve mucho y colapsa la red de drenaje de aguas pluviales.

Dos problemas son los que lo bosques están llamados a ayudar a resolver. La escasez y mejora de calidad del agua de 1.800 millones de urbanitas y el drenaje urbano. Porque la insuficiencia de capacidad de las redes ciudadanas ya ha causado pérdidas en el mundo por valor de 1 billón de dólares americanos en los últimos 40 años en las ciudades costeras o en las ribereñas de cauces importantes

Las soluciones basadas en la naturaleza emergen con fuerza en ese entorno en el que ya habíamos invitado a aparecer al bosque. Llegó la hora del bosque urbano. El momento de sumar a los árboles que bordean la calzada de las calles, nuevas plantaciones que vayan parcheando de verde el gris impermeable de asfaltos y aceras. Plantaciones de bosque natural que retengan las aguas de la lluvia. Ventajas del bosque en la ciudad. Aprovechar esos nuevos árboles para interceptar las gotas que caen del cielo en sus hojas y ramas.

El efecto conseguido es triple. Agua que ya no llega al suelo. Agua que llega más lentamente. Y ese poético destello verde que nos permite respirar mejor y reducir la temperatura veraniega. Ninguna de estas bendiciones se consigue mirando, pisando y respirando el asfalto.

Porque aumentando el tiempo de concentración, se reduce la escorrentía. Y con ello, la erosión del suelo. Pero también el lavado de todo lo que en esa capa impermeable ciudadana está depositado. Que además, contamina el medio cuando es arrastrado por las furiosas aguas de lluvia. Además, se favorece la recarga por infiltración de los acuíferos..

Si observamos las redes de saneamiento, unitarias o separativas, comprobaremos que, como todo en la vida, tiene una capacidad de absorción limitada. Y cuando la rebasan, se desbordan. Es su fracaso estructural. Ya no sirven para lo que estaban diseñadas. Es una vuelta al pasado, después de una inversión importante. Y lo sufren los contribuyentes, que desconfían de los gestores de las redes y el medio que recibe toda la contaminación. Sin olvidar a la imagen de la ciudad, que pierde toda su estética y su atracción poética.

Por todo ello, las ciudades esponja deben protagonizar el entorno del futuro urbano del agua. De Filadelfia, ya hemos hablado aquí. Nueva York, tiene ya su bosque urbano, muy cinematográfico. Shanghai y otras ciudades chinas, son ya paradigma del esponjamiento.

Todas ellas han plantado y siguen plantando árboles e infraestructuras verdes para a gestionar mejor los riesgos de inundaciones y las redes de drenaje aguas pluviales y mejorar las tasas de infiltración en sus acuíferos urbanos. Hasta aquí , las ventajas de los bosques urbanos.

Vayamos con los cercanos. Su función no es otra que la de garantizar los caudales de abastecimiento urbano y mejorar la resiliencia de las ciudades.

Y ya hay más megápolis de las que pensamos que miran con cariño y esperanza hacia sus bosques cercanos. Si nos fijamos en las 105 ciudades más grandes del mundo, 33 de ellas usan sus bosques próximos para garantizar suficiencia y calidad en el agua de sus redes de abastecimiento y saneamiento. Así lo hacen, por ejemplo, Nueva York; Boston, San Francisco; Seattle y Portland. Sus bosques son el filtro natural del agua que usan,

Porque cuanto más boscosas son las cuencas que recogen las aguas que llegan a esas ciudades, más regulan las lluvias. Y la evaporación y los caudales circulantes. Entonces, tanto los árboles que se alzan al cielo, como el resto de la biomasa más cercana a la tierra, ayudan a aumentar el agua evaporada. Entre todos, previenen la erosión, retienen y eliminan contaminantes. También moderan las altas temperaturas con la sombra que proporcionan. Además, como ya saben los lectores de estas páginas, hacen de esponja. Absorben agua cuando hay de sobra y la liberan cuando hace falta. Utilizando el acuífero como embalse regulador, que se llena ufano al tener como techo un suelo más filtrante

Desde el WRI nos cuentan que, países como Brasil obtendrían enormes beneficios en sus megápolis si cuidan, restauran y protegen sus bosques cercanos, los de la cuenca hidrográfica a la que pertenece la ciudad. Menos sedimentos en los ríos, al reducirse la erosión y una mejor calidad del agua, es justo lo que necesitan ciudades como Río de Janeiro.

Porque el Instituto de Recursos Mundiales dispone de una estimación según la cual, la restauración de los bosques cercanos de la ciudad carioca ayudaría a ahorrar bastante. Hasta 79 millones de dólares del presupuesto anual de gestión y mantenimiento de redes de abastecimiento y saneamiento. Y también reduciría la adquisición de aditivos químicos en 4 millones de toneladas.

Sin embargo, plantar cualquier cosa para conseguir un bosque no es ninguna solución. Al contrario, se aleja del objetivo deseado. Así ha ocurrido con los nuevos bosques de eucaliptos plantados en Sudáfrica, que ocupan el lugar de los antiguos prados. Porque si no se plantan especies autóctonas, no se consigue más que dedicar más agua de la lluvia al crecimiento de especies foráneas. Es el caso del eucalipto cuyo consumo de agua es muy elevado.

Finalicemos con una mención a otro entorno mágico. Los bosques más alejados de la ciudad, los que normalmente ocupan las cabeceras de las cuencas. Ellos son los verdaderos generadores de lluvias que riegan con profusión territorios muy lejanos a la “fábrica” en la que ge generan y regalan a los ríos que acaban en la ciudad generosos caudales.

Cada día se populariza más la denominación de “ríos voladores”. Fluyen por vaporosos canales aéreos y recorren enormes distancias entre la zona atlántica tropical, motorizados por la evaporación amazónica. Sus cauces contemplan la tierra desde una altura de 2 km y sus caudales son superiores a los del Amazonas

Con enorme energía cruzan la cuenca amazónica hasta chocar con los Andes. Entonces generan precipitaciones a miles de km de distancia de su origen. De ellas se beneficia el sur de Brasil. Ese inmenso granero y países limítrofes como Paraguay, Uruguay y el norte de Argentina. Es la demostración de cómo bosques lejanos riegan a distancia los cultivos de los que depende la subsistencia de cientos de miles de agricultores y la garantía de agua en las ciudades de aquellos países.

Imaginen a los enormes árboles de la selva amazónica actuando como millones de bombas extractoras del agua del subsuelo, vaporizándola y entregando el producto de su succión al viento para que lo transporte allá donde más se necesite

Ese entorno de las selvas amazónicas, africanas congoleñas y las del sudeste asiático, regulan las lluvias del mundo. Solo por eso, su conservación trasciende de la poesía a la que se refería Margalef.

Pero los datos alarman. Porque dicen que el planeta ha dejado de albergar 12 millones de hectáreas de bosque durante el año 2019. Y la tercera parte, estaban ubicadas en selvas tropicales. La batalla entre la deforestación para conseguir más tierras de cultivos y la preservación de las selvas, también provoca estos efectos colaterales. Problema de difícil solución. Para resolverlo, lo mejor es conocerlo y evaluar todas sus secuelas. Tendremos más producción alimenticia, pero menos agua para regarla. Otra incertidumbre del futuro del agua

Coda. La mayoría de la gente vive en el entorno de las grandes ciudades. Por ello, los gestores urbanos del agua deben tener en cuenta los bosques tropicales a la hora de planificar el futuro del agua en la megápolis. La tercera parte de los terrenos deforestados se emplean en cultivar soja y palma y en albergar cabaña ganadera para la producción de carne Y las ciudades consumen 40 mil millones de toneladas anuales de estos alimentos. Y como la población urbana crecerá sin pausa, este consumo será el doble en 30 años.

Llegó la hora de imitar a países como Noruega o al estado de California. Ya están comprando alimentos cultivados en terrenos NO deforestados. Así defienden el valor de los bosques, también desde la ciudad. También se van animando las grandes multinacionales de la alimentación, utilizando herramientas de código abierto como Global Forest Watch Pro.

Y por supuesto, ahí está la inestimable labor de la red Cities4Forests, en la planificación r y desarrollo de infraestructuras verdes urbanas. Toca invertir en la protección de los bosques de las cuencas ciudadanas y consumir alimentos y productos que no procedan de terrenos deforestados. Aspectos interesantes para reflexionar en estos tiempos de confinamiento. En el año de la pandemia, hagamos crecer al bosque en nuestro barrio y preservemos los que no podemos divisar desde la ciudad.

Lorenzo Correa

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