Motociclismo, ciclismo, Fórmula 1, NASCAR. Todas son competiciones en las que un ser humano conduce un vehículo en un circuito o velódromo. Son las carreras de velocidad, que cada vez más adeptos. Cuerpo, vehículo y tiempo son los tres conceptos que desatan la pasión.
El uso del vehículo ya se contempla en el cine como el catalizador del movimiento y el peligro. Por ello, es el mecanismo detonante de la seducción. Miramos, oímos y sentimos, arrastrados por la estela de la velocidad. Y el vehículo agua, también seduce al cuerpo que la recibe, la utiliza
y la expulsa.
Con ese vehículo, hay otra carrera igualmente apasionante, en la que la velocidad también tiene su importancia. Aunque lo primordial sean el circuito, que es nuestro cuerpo y el vehículo, que es el agua. Es la carrera del agua en el circuito corporal que comienza cuando la ingerimos. ¿Cómo se desarrolla?. Hoy haremos una narración completa de su recorrido.
Para comenzar, fijemos su duración, porque el tiempo es lo que a todos nos mata. Recuerden la frase de Cioran “Mi misión es matar el tiempo y la de suya matarme a mí. Se está bien entre asesinos” Pero aquí no se trata de matar a nadie, así que partamos de la base de que son solo 2 horas lo que nuestro cuerpo tarda en absorber el agua que ingerimos. Eso es lo que dura la carrera. En ese intervalo temporal, el agua va recorriendo el circuito corporal y va cristalizando allá por donde pasa.
Como en las carreras de verdad, se detiene en boxes y el vehículo va dejando sus piezas e incorporando otras cosas por el camino. Es ese desgaste erosivo y absorbente de todo líquido encauzado. Pérdidas y ganancias. Lo que sucede en las carreras y en la vida.
La carrera comienza a seducir al espectador cuando la sed aprieta y es posible llevar un gran vaso de agua para saciarla. En la línea de salida del circuito tenemos al vehículo, que es el agua, dispuesta a comenzar a correr por el circuito, que es el cuerpo. Mientras llega el momento de agitar la bandera para que todo comience, el espectador repasa sus conocimientos.
El circuito, que es nuestro cuerpo, no está al aire libre, sino confinado por nuestra piel. Por ello, ese medio interno debe ser líquido, Y es el agua quien garantiza que la producción de reacciones químicas y cualquier tipo de manifestación de las propiedades de una materia viva como la que nos compone. Los seres humanos somos de sangre caliente. Gracias a ello, podemos vivir con independencia del clima al que estemos sometidos y a sus variaciones de temperatura, siempre que no sean muy extremas. Porque nuestros tejidos están encerrados en el cuerpo como las plantas de un invernadero. Gracias a una temperatura constante y elevada del medio interno, podemos mantener las condiciones físicas y químicas indispensables para nuestra vida.
Y los lubricantes son es el agua y las mucosas. De ahí que la saliva lubrique la boca y permita que mastiquemos y deglutemos. O que las lágrimas humedezcan los ojos, limpiando impurezas. Sin olvidar al líquido sinovial que impregna las articulaciones. Por su parte, las mucosas lubrican el aparato digestivo, el respiratorio y el genito-urinario. Además de los oídos, nariz y garganta.
¿Y los tejidos? Con agua suficiente se mantienen flexibles, turgentes y elásticos. El líquido del globo ocular, el cefalorraquídeo, el líquido amniótico y en general los líquidos del organismo amortiguan y nos protegen cuando andamos y corremos. Para acabar, si vamos a nuestro principio vital, cuando éramos feto, el agua nos permitió crecer en un ambiente bien hidratado, ¡Cuánta razón tenía Paracelso cuando proclamó que el agua es «el origen del mundo y de todas sus criaturas»!.
Hecho este repaso de conocimientos, el espectador se dispone a ver la carrera. Antes, imagina cómo el agua entra en la boca, refrescando el óseo cielo del paladar y su blando velo. De ahí pasa a humedecer la garganta. Entonces, comienza la carrera.
Nada más salir, el alivio del bebedor llega imparable. ¡Ha comenzado la hidratación corporal!. Desparece el malestar generado por la sed. Buen comienzo de carrera. Ahora es el momento de responder a la pregunta más importante. La que hace necesaria esta carrera. Y la pregunta es ¿para qué necesita el agua nuestro cuerpo? Vamos a responderla, que tenemos dos horas para ello. La media de almacenamiento de agua de nuestros órganos vitales es del 75%. Por eso, este es el volumen medio de agua que contienen. Y también por eso, nuestra funcionalidad fisiológica se sustenta en que nunca nos falte. Para que el proceso desempeñado por órganos, tejidos y células para mantenernos sanos funciones, hace falta que tengamos siempre el agua justa en nuestro cuerpo. Solo así podremos respirar, coordinar nuestros miembros, excretar, reproducirnos y mantener el circuito en buenas condiciones de uso,. Es decir, un sistema circulatorio adecuado.
De ahí que durante la carrera, el agua vaya haciendo su labor. En primer lugar, producir hormonas y neurotransmisores en el cerebro, absorbiendo cualquier impacto. También equilibra y mantiene la humedad óptima de los pulmones. Y las mucosas con el espesor adecuado para que puedan inhalar oxígeno y exhalar dióxido de carbono. Esta es la razón por la que en esta parte del circuito, en la que el vehículo ayuda a respirar, se consuma medio litro de agua cada día. Solo para respirar necesitamos medio litro de agua. Ahí se queda.
El trazado de nuestro circuito pasa ahora por el tórax. Allí se encuentra el corazón. Si está bien hidratado, su función de bombeo de la sangre será magnífica. Las canalizaciones arteriales y venosas verán como la sangre fluye sin problemas. Y nuestros músculos, lo agradecerán. En caso contrario, el caudal sanguíneo será menos y la bomba corazón, tendrá que trabajar más, presionada por esa sangre que no acaba de irse. Por esta razón, a su paso por esa zona, una parte del agua abandonará la carrera para ayudar al corazón bombeante.
Seguimos hasta llegar al hígado. Todas las toxinas que generamos llegan a él. Y necesita agua para lavarse. Lo mismo ocurre con los cercanos riñones que necesitan agua para depurar los desechos de la sangre y convertirlos en de orina.
Así es como el agua, en esta carrera va aportando sus nutrientes por todo el circuito. Para que al estar bien hidratado, funcione como un reloj. Solo hay que beber unos cuantos vasos para iniciar el periplo por los órganos corporales
La sed es el factor desencadenante. El cuerpo activa este mecanismo cuando necesita, como los buenos aficionados, sentir el fragor excitante de la carrera. Es su voz de alarma para que desde fuera, solucionemos lo que empieza a ir mal. Y son los moduladores neuronales del cerebro quienes se ocupan de dar el aviso antes de que la deshidratación genere problemas irreversibles.
Entra el agua en la boca e inmediatamente las papilas gustativas comienzan a enviar información al cerebro. Sus mensajeros le informan de que ya ha comenzado la carrera del agua para saciar la sed de todas las células que necesitan de su presencia. En ese momento, el espectador siente una relajación endorfínica. Es el alivio producido cuando el cerebro informa que ha comenzado la hidratación. Por fortuna, el cerebro también avisa cuando se consigue alcanzar un adecuado nivel de hidratación. Porque el exceso de agua no es bueno. Y la carrera debe durar lo justo. Porque, en caso contrario, ni el vehículo ni el circuito lo resistirían.
Sentimos que el agua recorre el esófago en una trayectoria descendente que recuerda a la mítica curva en gran pendiente del circuito de Spa Francorchamps conocida , precisamente, como “Eau Rouge”. Allí el trazado discurre sobre un cauce con aguas ferruginosas rojizas. Aunque la leyenda dice que recibe esta designación a causa de la sangre de los pilotos que apuraron demasiado en la curva y terminaron fuera del circuito, tiñendo el agua con su sangre.
Nuestra particular Eau Rouge, el esófago, es un canal que conecta la boca y el estómago. Y en él se produce la infiltración del agua en el torrente sanguíneo, para luego, pasada la veloz pendiente, remansarse en el estómago, donde se embalsa. Cuanto más vació esté el estómago, más rápida será la absorción.
La salida natural del embalse estomacal es el intestino, otro canal larguísimo y lleno de curvas donde se produce el 90% de la absorción del agua. Cinco metros de superficie filtrante componen sus cajeros. Y a través de estas paredes el agua llega por fin a las células, ávidas de hidratar sus membranas por todo el cuerpo, mediante el torrente sanguíneo.
La hidratación es el objetivo. Ni una célula sin suficiente agua. Las del cerebro, lo celebran aumentando el rendimiento intelectual y agudizando la memoria y la vista. Es solo un ejemplo. Porque todas las células se visten de domingo cuando les llega el agua
Pero nosotros debemos continuar siguiéndola en su carrera. Tras los rápidos del esófago, la pantanosa del estómago y la placentera circulación por el intestino delgado, llegamos al grueso. Allí está el colon que es quien se ocupa de absorber el caudal que queda y casi da finalizada la carrera. Mediante la ósmosis, electrolitos y nutrientes pasan el filtro a través de una complicada red de valvulería antiretorno que evita reflujos paracelulares de tan preciados caudales.
Ya solo quedan los riñones a los que el agua llega integrada en el flujo sanguíneo. Sin ella, los riñones fracasarían en su importantísima labor indispensable para la desintoxicación corporal. Son la depuradora de nuestro organismo, diseñada para eliminar cualquier tipo de vertido, así como los líquido y ácidos adicionales producidos por las células.
Y no solo mantiene un balance adecuado de agua. También equilibran la presencia de sodio, calcio, fósforo y potasio en la sangre. El efluente renal se dirige a la vejiga. Y en este viaje, la presencia de agua vuelve a ser clave. Porque el proceso de eliminación será tanto más rápido cuanta más agua hay en los riñones.
Hagamos ahora un balance entre el agua que inicia la carrera y la que llega a la línea de meta. El resultado indica que solo la quinta parte del agua que entra por la boca llega a la vejiga. Y este embalse final tiene una capacidad de entre 300-400 ml de orina durante el día y hasta 800 ml por la noche.
En momentos de deshidratación, la glándula pituitaria secreta la hormona vasopresina, o la hormona antidiurética, al torrente sanguíneo. Y cuando llega a los riñones, les recuerda que expulsen menos agua.
Así termina la carrera, con el circuito bien hidratado. Solo expulsamos de él el agua que sobra. Por los riñones, hacia la vejiga, produciendo orina como efluente. O por la piel, a través del sudor. También en forma de heces mediante el intestino grueso y por supuesto por la boca cuando exhalamos aliento, en forma de gotitas. Recuerden ese vapor que sale de nuestra boca en días muy fríos. Por ahí también se va el agua que habíamos bebido con anterioridad, después de hacer su recorrido corporal.
El espectador, como el lector, debe abandonar el circuito habiendo aprendido la importancia de una buena hidratación. Por eso, en general, cada día, deberíamos consumir dos litros y medio de agua. O, más concretamente, 30 ml por kilo de peso.
Ese es el combustible necesario para ganarle la carrera a la enfermedad
Lorenzo Correa
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