Si hay algún continente atractivo y su vez, temido, ese es África. De todos son conocidos los problemas inherentes a la gestión del agua allí. Si preguntáramos a los gestores por las amenazas más importantes para el futuro del agua en África, el aumento de la demografía sería una de las respuestas más comunes. Y es que está comprobado que en breve, la tasa de crecimiento de la población de 15 a 24 años se reducirá en casi todas las regiones, volviéndose negativa o haciéndose más negativa aún en los países ricos. Pero no en los pobres, en los que seguirá aumentando. Y en África tendremos una de las mayores concentraciones de jóvenes del futuro. Ascenderá del 17% actual al 31% en 20150, mientras que en la India se reducirá en el mismo período del 62% al 50%
Otra respuesta general sería que las megápolis suponen un problema de importancia también para el futuro africano del agua. Y es que para 2050, en las grandes ciudades africanas residirá el 80% de la población. Imaginen las dificultades para dotarlas de infraestructuras de captación, transporte y depuración de agua, con el doble de población urbana de la que hay en la actualidad. Porque significará multiplicar por cuatro la demanda. Y además, casi la mitad de la población continental vive en zonas en regiones semiáridas y áridas. Ello supone una dotación por persona que no alcanza el 60% de la media mundial.
Las ciudades y el agua, esa amenaza de futuro tan subestimada, vuelve a presentarse, en este caso en África en forma de inseguridad hídrica. En cualquier caso, hasta la irrupción de la pandemia en 2019, el concepto de “afro pesimismo” cuando los europeos eran los aliados, había empezado a ser sustituido por el de “afro optimismo”, económico, gracias a que las relaciones con China, India y Japón comenzaban a dar sus frutos.
Hoy, ya ha entrado en vigor el acuerdo de creación de la la nueva gran Área Continental Africana de Libre Comercio, que impulsará la industrialización y la generación de empleo y que aspira a establecer la mayor área sin trabas comerciales del mundo desde la fundación de la OMC en 1995. Su mercado será de más de 1.200 millones de personas, 2.500 millones para 2050,. Y su PIB conjunto de unos 3,4 billones de dólares.
Ahora el principal reto para los 34 estados que han ratificado el acuerdo es dotar a la zona de una red viaria adecuada para facilitar el comercio. Y el agua, como es lógico, también está presente, aunque sea en la sombra, como uno de los escollos para superar el reto.
En los 49 países que conforman la llamada África subsahariana viven casi 1000 millones de personas. De ellas, el 66% no dispone de acceso a redes de agua potable ni al saneamiento. Las cuencas hidrográficas, que son las que reciben y almacenan el agua se encuentran en un estado de conservación lamentable.
Salud y economía se resienten de estas carencias. Pero aún es peor: la mayor parte de la gente vive en grandes ciudades. En ellas además de los dos aspectos que acabamos de mencionar, hay que garantizar un tercero, el que se refiere al riesgo de inundación en ciudades con un urbanismo exento de la más mínima planificación en el sentido del buen drenaje de las aguas pluviales. Y a la lacra de la sed y la suciedad, se le suma la amenaza de la inundación. Casi un millón de desplazados por las inundaciones en 2018 en solo dos países del área (Kenia y Somalia), lo dicen todo.
Un año más tarde llegó el “Day Zero” de la mano de la sequía. Como recordarán por lo que de él escribimos en estas páginas, además de Ciudad del Cabo, urbes de Mozambique, Zimbabue, Costa de Marfil, Marruecos y Ghana lo pasaron muy mal por la sequía.
Así las cosas, dentro de 20 años, los estados del norte y centro de África verán disminuir su PIB hasta en un 11% si no toman las medidas adecuadas para adaptarse a los escenarios climáticos proyectados y mejorar la eficiencia del uso y la producción de agua. Y serán los más pobres, las mujeres y los niños los que peor lo pasarán. Porque más del 60% de los habitantes de las ciudades africanas residen en moradas y barrios sin el más mínimo servicio comunitario
Así se presenta el futuro del agua en África. Les toca a los gestores políticos iluminar este sombrío panorama apostando por una planificación adecuada, dotada de los fondos imprescindibles para mejorar el panorama sombrío que relatamos.
Mucho queda por hacer después de asumir el reto: Dotar de redes de abastecimiento y saneamiento a los asentamientos irregulares, actuar sobre las cuencas vertientes a esas ciudades, restaurándolas y planificar un drenaje urbano acorde con las características actuales del clima actual y las esperadas.
Urbanización sostenible, es el concepto de moda, sobre todo después de las enseñanzas de la pandemia en cuanto a su relación tan íntima con la cantidad y calidad del agua disponible. Hacer mal las cosas, es lo que hasta ahora se ha conseguido. Hacerlas bien, supone trabajar en la conservación de recursos y en el acceso equitativo a los servicios del agua.
En ello está el WRI a través de su iniciativa de Resiliencia del Agua Urbana de África. Han elegido como conejillos de indias a seis ciudades africanas para aplicar la hoja de ruta antes esbozada. A través de la investigación y el análisis geoespacial, que permita redactar planes de acción de resiliencia del agua urbana y financiarlos por parte de los gobiernos nacionales y las instituciones financieras.
Se trata de dar cumplimiento a lo indicado en el sexto Objetivo de Desarrollo Sostenible de la ONU: Garantizar el acceso universal al agua potable, el saneamiento y la higiene, y una mejor gestión general de los recursos hídricos para 2030. Sin olvidar que el undécimo objetivo reconoce la importancia singular de las ciudades y el liderazgo que han demostrado para permitir una transición inclusiva, segura, sostenible y resiliente para todos.
Se cuenta también con la iniciativa de la Agenda 2063 de la Unión Africana para incentivar acciones regionales. Por todo ello, hay que trabajar para establecer conexiones fuertes entre ciudades y cuencas vertientes a las mismas. Y vincular las acciones urbanísticas con los riesgos de inundación
El WRI cuenta con amplia experiencia derivada del trabajo que está realizando en su programa 2020-2022 para ayudar a promover la resiliencia del agua urbana en África. Todo lo aprendido en el desarrollo de la red Cities4Forests en las soluciones basadas en la naturaleza, que han colaborado activamente para que más de 400 ciudades del mundo se pongan las pilas y se decidan a abordar sus sostenibilidad de manera coordinada y siguiendo pautas homogéneas entre ellas.
Así consiguen abordar los riesgos y las vulnerabilidades del agua. Siempre a través de la investigación, la asistencia técnica y el intercambio de conocimientos. Y creando asociaciones comunes. Dividen las ciudades en primarias y secundarias. Para enfatizar la importancia de las pequeñas en la absorción de población migrante. Porque éstas son las que más absorben actualmente en África. Los datos existentes confirman que un migrante tiene siete veces más probabilidades de salir de la pobreza si ubica su residencia en una ciudad pequeña.
En resumen. lo que el WRI está haciendo es:
- Generar investigación procesable y análisis geoespacial único. Así se mejora la comprensión de los desafíos de resiliencia del agua urbana. Y se definen las acciones a realizar en las ciudades africanas elegidas
- Para ello, se ha asociado con seis ciudades. En ellas, redacta planes de acción de resiliencia hídrica urbana que identifiquen las medidas a adoptar. El objetivo es abordar sus riesgos hídricos de manera integral
- Movilizar la acción colectiva sobre políticas y finanzas. Esto solo se logra si gobiernos regionales, instituciones financieras e investigadores se unen. Esa unión se hace realidad en la organización Nuestra Acción para el Cambio. Esta organización pretende liderar la resiliencia climática para inspirar una acción acelerada en la adaptación de la comunidad global
Para ello están trabajando duro para publicar un informe sobre la resiliencia del agua urbana con desde una perspectiva panafricana. En él se identificarán los caminos que lleven a resolver los problemas de escasez y los derivados de un acceso al agua sin garantías sanitarias ni de presencia en las fuentes de suministro. Sin olvidar, por supuesto el extenso e importantísimo capítulo de defensa contra las inundaciones utilizando también infraestructuras verdes y soluciones basadas en la naturaleza.
En el informe se publican estudios de caso de ámbito local, así como prognosis del crecimiento urbano de cada urbe. Para terminar evaluando el nivel de aprendizaje de las experiencias vividas para su aplicación en la soluciones definitivas.
De aquí saldrán los planes de acción específicos. Ellos deberán definir e implementar infraestructuras que fortalezcan la resiliencia hídrica de cada ciudad. Se trata de identificar las acciones más prioritarias para cada caso. Y hacerlo tanto en el ámbito ciudadano como en el de la región a la que pertenece su cuenca. Y, por supuesto todas sus extensas zonas suburbiales. Estos primeros casos servirán de referencia para que otras ciudades aprendan de lo bueno implementado, adaptado a su caso concreto. Pero corrigiendo lo que se haya demostrado inadecuado.
El trabajo lo lleva a cabo el WRI junto con expertos locales y regionales. Colabora la consultora Arup, en la que desempeñan sus funciones, planificadores, ingenieros, arquitectos. Cuenta también con técnicos expertos en urbanismo, infraestructuras y planificación hidrológica. También se halla involucrada la Fundación Rockefeller y The Resilience Shift. Esta última entidad, participó en el desarrollo del Enfoque de Resiliencia del Agua de la Ciudad. Por su parte, Arup ha trabajado en las urbes integradas en la Red Global de Ciudades Resilientes, desarrollando la resiliencia en otras.
El bagaje de experiencia de esta red es extenso. Porque ya lleva más de 10 años usando los fondos de inversión en resiliencia de The Rockefeller Foundation. Además de 5 años asociándose directamente con actores del sector privado, instituciones de educación superior de primer nivel. Lo han hecho en 100 ciudades de 40 países, 83 de las cuales ya cuentan con directores de resiliencia.
La Red Global fue presentada en febrero de 2020 en el Foro Urbano Mundial WUF10 en Abu Dhabi. En ese Foro, se informó de la desaparición del programa 100 Ciudades Resilientes, impulsado por la Fundación Rockefeller, para dar paso a una nueva red con menor margen operativo y financiero. Aunque decidida a mantener las acciones en favor de la resiliencia en las ciudades.
Así, el Programa 100 Ciudades Resilientes, se escindió en dos partes: el Catalizador de Ciudades Resilientes y la Red Global. La primera de ellas, está focalizada en la consultoría. Por su parte, la Red Global, impulsa la planificación, el liderazgo, y las acciones resilientes. Está dotada con un fondo de 8 millones de dólares de la Fundación Rockefeller. Habrá que comprobar aún si esta escisión será beneficiosa para el cumplimiento del objetivo final.
Por otra parte, las Naciones Unidas han impulsado también la iniciativa “Desarrollando Ciudades Resilientes 2030. Pretende la articulación de múltiples partes interesadas para impulsar la resiliencia local. Lo hace a través de la incidencia política, el intercambio de conocimientos y experiencias. Y del establecimiento de redes de aprendizaje entre ciudades. Además, impulsa el fortalecimiento de las capacidades técnicas. También conecta múltiples niveles de gobierno y promueve alianzas estratégicas.
Otra de sus funciones es brindar apoyo a las ciudades en su objetivo hacia la reducción del riesgo. Funciona mediante una hoja de ruta para la resiliencia urbana, facilitando el acceso al conocimiento, las herramientas de diagnóstico y la gestión del riesgo. Orienta y apoya a las ciudades para mejorar su comprensión sobre la reducción de riesgos y la resiliencia. Y mejora, la planificación estratégica promoviendo actuaciones que les permitan avanzar en este sentido.
Sus socios son el Grupo de Liderazgo Climático (C40 Cities); la red de Gobiernos locales por la sostenibilidad ; la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz y la Media Luna Roja; la Agencia de Cooperación Internacional de Japón ; la Red de Ciudades Resilientes (RCN); Ciudades y Gobiernos Locales Unidos; el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-HABITAT); la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS); el Grupo del Banco Mundial; y el Consejo Mundial en Datos Urbanos (WCCD) con la participación de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR) como Secretariado.
La resiliencia es un concepto muy de moda. Esperemos que deje de serlo para convertirse en algo normal en cada vez más ciudades de África. Y, por supuesto en todas las ciudades del mundo.
Lorenzo Correa
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