Inundaciones en Alemania y Benelux. ¿ Es sólo culpa del cambio climático?


Desde las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, no se veían vehículos blindados del ejército recorrer las calles de los municipios de Alemania. En los últimos días, lo han estado haciendo por muchos de ellos a cusa de las terribles inundaciones ocurridas. El número de muertes provocada rebasa las 200. Cifras inauditas en un país como Alemania, ejemplo de progreso y concordia para la mayoría de los países del mundo. También en Bélgica han padecido sus efectos con casi 40 muertos.

Pero la naturaleza no tiene sentimientos ni distingue si son países pobres o ricos, del norte o del sur. Llegamos al final del mes de julio con enormes estragos en Alemania y algo menores en el Benelux.. Los políticos, como es el caso del presidente alemán, Frank Walter Steinmeier, achacan lo sucedido al cambio climático y ahora llaman desesperadamente a adoptar medidas para luchar contra él para “ mantener bajo control las condiciones climáticas extremas como las que estamos experimentando ahora». Loables palabras como todas las que supongan la garantía de que los gobiernos respectivos pondrán su dinero, que es el de todos, a trabajar en la lucha contra las secuelas de las inundaciones. Aunque el quid de la cuestión será saber a qué tipo de medidas se refiere. Si serán infraestructuras grises, verdes o soluciones basadas en la naturaleza. O una combinación de todas.

Sólo así sabremos si el anunciado cambio de paradigma en la gestión del agua en el ámbito de la ingeniería sanitaria, que pasa del 3.0 al 4.0, también ha llegado a la gestión de inundaciones. Además, el argumento de achacar cualquier veleidad de la naturaleza al cambio climático resulta cada vez más utilizado. Cuidado, porque, entre otras cosas, revela la fatal tendencia de muchos seres humanos, especialmente los políticos a ese antropocentrismo que da a entender que los humanos podremos dominar a la naturaleza solo con decidir ponernos a ello. Esa creencia firme en que el ser humano es el centro del universo. Siempre es mejor la humildad de saber que debemos adaptarnos y convivir con ella con respeto, porque es indómita.

Por su parte, los expertos han condenado a los políticos por no proteger a sus ciudadanos de los fenómenos meteorológicos extremos, como estas inundaciones, las de China y el «domo de calor» de Estados Unidos. Dicen que han estado prediciendo durante años que las lluvias de verano y las olas de calor se volverían más intensas debido al cambio climático inducido por el hombre. Incluso una profesora de hidrología useña ha declarado que: «Las muertes y destrucción en Europa como resultado de las inundaciones es una tragedia que debería haberse evitado«.

Los que ya tenemos una edad y hemos sufrido y luchado por reparar bastantes episodios de inundación, no dejamos de sorprendernos cuando cada vez que se produce un fenómeno adverso extremo de la naturaleza, todos los estamentos sociales presuntamente responsables le echan la culpa al de enfrente o al cielo. Y dejan claras dos cosas: que la Naturaleza no tiene culpa de nada y que ellos, tampoco. Así, esperan a que pasen los efectos más fuertes y hasta otra.

A nosotros, que nos gusta elucidar y aprender sobre inundaciones, nos parece que sus efectos son tanto más devastadores cuanto más profunda es la huella humana sobre la tierra. Por dos motivos. El primero, porque cada vez somos más y nos concentramos en zonas inundables. Porque es donde mejor se vive. Además, las no inundables ya están ocupadas por quienes llegaron antes o por quienes tienen dinero para comprar sus terrenos.

El segundo es porque cada vez nos movemos más y necesitamos más y mejores vías de comunicación que ocupan sin remisión las zonas inundables. Por supuesto que en los países menos desarrollados, los dos motivos reciben una carga negativa acentuada por la falta de información existente sobre la inundabilidad de las zonas. Aunque, la verdad sea dicha, las cifras de muertes por inundación en ellos decuplican anualmente a las alemanas (si es que llegan a cuantificarse), sin recibir tanta repercusión mediática. Y a ambos, habremos de sumarle el cambio climático

Como nuestro objetivo es avanzar en las soluciones de futuro para llegar a una gestión del agua seductora, sobre todo, para el que la sufraga, creemos que lo ideal es que tanto políticos como expertos hubieran publicado los mapas de inundabilidad de las zonas más afectadas y hubieran comparado la realidad con la previsión. Así, independientemente del cambio climático y del “yo ya lo había advertido”, aprenderíamos todos mucho, recibiríamos una cura de humildad y sobre todo, sabríamos, de verdad, quienes son los responsables, incluyendo en ese “quienes” también a la naturaleza. En Alemania y en cualquier país, avanzado o no, donde se produzcan estos acontecimientos

No solemos ver manifestaciones como la que acabamos de realizar en las redes, ni en los medios. En cualquier caso, escribimos aquí para aprender de los que saben, sobre todo, de los humildes. Y lo que hoy nos interesa tratar es cómo se está actuando para solucionar los problemas de las inundaciones allá donde recientemente ya han ocurrido.

Visto desde España, país en el que todo lo que viene de Alemania (hasta el turismo) es muy apreciado y valorado, choca que un episodio de inundación cause tantos estragos.

Aquí, las avenidas de peores consecuencias se producen más por la velocidad y la erosión resultante que por los aumentos paulatinos de calado. Quizás sea porque hay embalses que regulan las grandes cuencas y laminan caudales rebajando calados. Bueno, quitémosle el “quizás”.

Las peores consecuencias se producen por inundaciones en cuencas pequeñas. O en las zonas cercanas al mar. Que por supuesto, están en su inmensa mayoría, sin regular. Sus afecciones, terribles, son relativamente puntuales. Y en ningún caso afectan al número tan elevado de habitantes y poblaciones que han sido afectadas en Alemania.

Utilicemos, ahora sí, el quizás, para afirmar que quizás sea el momento de proclamar a los cuatro vientos que en España hay algo que se está haciendo bien. Se trata de la planificación de los riesgos de inundación acorde con la directiva europea. Esa que también es de aplicación en Alemania

Para equilibrar algo el aluvión de críticas que sobre otros aspectos de la gestión del agua llegan desde la desarrollada, moderna y eficiente Europa, con Alemania como país idolatrado en avances técnicos de todo tipo por excelencia.

¿Cómo resolver la situación existente en países de un clima bastante uniforme como Alemania? Copiar a España en todo, no es lo más oportuno, porque España tiene una orografía y unos microclimas que nada tienen que ver con el gigante del centro de Europa. Las inundaciones son distintas, aunque sus secuelas sean todas terroríficas.

Hasta ahora, las cosas se han ido resolviendo con soluciones que “aseguren” que el río va a tardar más en desbordarse que antes de aplicarlas. O encauzamientos que permitan que pase más agua con menos calado. Y con embalses que laminen, ya sea en el propio cauce o fuera de él, las avenidas. Para lograr un efecto similar al del encauzamiento. Que el río no se desborde como antes.

Estas soluciones tradicionales exigen, como todas, un mantenimiento adecuado y costoso. Cuando no lo hay, los problemas se incrementan en progresión geométrica. Y ya sabemos cómo están en general mantenidas las infraestructuras grises.

Seguir ampliando las secciones de los cauces o construir más presas no parecen soluciones aceptables para el futuro. La falta de espacio y lo que ya está ocupado, además de la inquina social a todo lo que suponga afectar a un cauce, lo impiden. Pero la solución solo puede venir por este camino. Es decir inundando zonas en las que los daños no sean sensibles para evitar que se inunden aquellas en las que no lo son.

Como las zonas ya urbanizadas son en su inmensa mayoría irrecuperables y las cuencas altas ecológicamente intocables para construir una presa,, solo quedan las zonas agrícolas y los humedales como potenciales acogedores de las aguas de avenida. Habrá que pagar a los agricultores ( o a quien sea propietario de los terrenos elegidos), para que permitan plantar cultivos de cobertura en sus propiedades. Y restaurar o proteger humedales para que las futuras inundaciones sean menos peligrosas que lo que la prognosis actual anuncia

Veamos un ejemplo lejano a Alemania. Lo que se ha hecho en la cuenca del Mississippi después de las terribles inundaciones del año 2019. Entonces, los ríos Mississippi, Missouri y Arkansas se desbordaros en 19 estados de la unión. Las pérdidas fueron evaluadas en $ 20 mil millones. Se batieron récords de permanencia de agua en la zona inundada. Por ejemplo, en la ciudad de Baton Rouge, permanecieron inundadas muchas zonas durante 211 días. Lo nunca visto. Imaginen las consecuencias: pérdidas de cosechas, obras públicas detenidas y tráfico fluvial imposible de realizar. Casi 7 millones de toneladas de grano no pudieron ser embarcadas a su destino. Y se generaron pérdidas de $ 1 mil millones.

La repetición cada vez más frecuente de estos fenómenos extremos no es una buena noticia para las autoridades. Ni para los habitantes de la cuenca. De hecho, la Aqueduct Floods del WRI predice que para dentro de solo 10 años, el riesgo de inundaciones fluviales en el Mississippi provocará pérdidas de $ 4.2 mil millones en PIB. Ello supondrá un incremento de $ 831 millones desde 2010. Y en el mundo, las cifras previstas serían de $ 1,1 billones en el PIB anualmente. Con un incremento de $ 790 mil millones desde 2010.

Ante tan negro vaticinio, las autoridades deben intervenir. Veamos las soluciones previstas al respecto. Primero, debe evaluarse qué es lo que hay que proteger. Y después definir donde almacenar las aguas que no deben llegar a los protegidos. En esa cuenca, la agricultura es fundamental para la supervivencia de los ribereños. Y este ámbito ya padecía la amenaza de las repercusiones financieras de la guerra comercial entre EEUU y China. Inmediatamente después de las inundaciones, llegó la pandemia.. Y ambas circunstancias provocaron que tuvieran que echar el cierre un 13% más de las explotaciones agrícolas de la zona respecto a las que lo hicieron en 2018.

Por lo tanto, una adecuada inversión pública en protección contra inundaciones, supondrá en esa cuenca un alivio económico a largo plazo al proteger las tierras agrícolas más feraces a costa de las menos y a disminuir el riesgo de futuras inundaciones. Ahora que sabemos qué es lo más importante a proteger, veamos cómo se han planificado las soluciones.

Hasta ahora, las motas de tierra o los muros de hormigón o escollera eran las soluciones casi únicas para resolver estos problemas. Pero tienen dos caras. La positiva es que su efecto encauzamiento evita desbordamientos y protege las vidas y los viernes defendidos. La negativa llega cuando se rebasa el muro protector, por rotura estructural. Entonces, las aguas invasoras de la zona protegida aguas abajo de la rotura, no pueden volver al cauce cuando la avenida remite. Y los caudales y calados del río bajan. Se crea un embalse como el que más arriba hemos descrito.

Aunque no se rompa nada, el nuevo encauzamiento eleva la velocidad de las aguas en avenida. También aumenta los calados hasta donde la altura del muro permite. Y los encauzamientos generan una sensación de protección. Esa que incentiva el desarrollo y la actividad agrícola en tierras propensas a inundaciones.

Cuando el agua no puede derramarse libremente y continúa por el cauce, donde antes había zonas húmedas inundables que servían de disipadores y laminadores de los caudales de avenida, ahora habrá vías de comunicación. E industrias y zonas urbanas. Y esa capacidad de laminación perdida acabará más tarde o más temprano inundando alguna de ellas, o todas.

Por eso, la pérdida del 1% de la superficie inundable, puede aumentar hasta en un 7% lo que se inunda en avenida

Ya hemos hablado en estas páginas del crepúsculo de las infraestructuras. Los muros y las presas de embalse, se deben mantener en buen estado de conservación. Y esta tarea se hace cada vez más difícil debido al gran número de obras de este tipo construidas.

Solamente recordaremos que la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles le dio al sistema de encauzamientos de EE. UU. una calificación «D». Y estimó que costaría $ 80 mil millones resolver los problemas de mantenimiento, reparándolos adecuadamente.

Por eso, estas soluciones tradicionales y, por supuesto, muy valiosas, deben complementarse con otras. Con las basadas en la naturaleza, cuando un episodio de las características de los aquí mencionados suceda. Hay que reconstruir de otra forma, cambiando el paradigma. Deconstruyendo y restaurando.

Solo se necesita espacio (aunque eso sea normalmente lo que no haya). Como es lógico, los nuevos muros de encauzamiento deben ampliar en la medida de lo posible la anchura anterior del cauce. Si se puede, se conseguirá que las llanuras de inundación permitan al cauce moverse mejor entre los nuevos muros. Si no, no queda más remedio que dejar zonas inundables sin uso aparente alguno. Solo así, el dinero invertido garantizará que se multiplica por 5 al evitar nuevos daños por inundaciones.

Otra acción inevitable de la que también hemos tratado aquí es la restauración de humedales y manglares. Sabemos que el futuro del drenaje urbano pasa por el esponjamiento de las ciudades. Pues el de la cuenca que las cobija pasa por el esponjamiento de sus zonas húmedas. Así, retendrán agua durante las fuertes lluvias y luego la liberan lentamente con el tiempo.

Resumen de lo que ya expusimos aquí al respecto. Solo enfatizaremos que con un mínimo porcentaje de restauración (1,5%), se reducen los calados máximos de avenida en un 29%. De hecho, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército useño, ya está actuando con profusión en ellos. Saben de sus evidentes beneficios ambientales y económicos. Solo en el caso de Boston, sus estudios muestran que se reduce un 10% el coste respecto a una infraestructura gris con el mismo porcentaje de disminución de riesgo alcanzado

Lo que se necesita ahora es el apoyo decidido de los gobiernos. Aportando dinero para estas soluciones. Para complementar las reconstrucciones de los encauzamientos allá donde no pueda hacerse otra cosa, con las soluciones basadas en la naturaleza. En algunos países, éstos sí avanzados, se apuesta por la combinación correcta de políticas e incentivos de mercado. Y los agricultores han duplicado la superficie de cultivos con plantas que cubren el suelo pero que no se cosechan. Así se protege el suelo de la erosión, se mejora la fertilidad y se controlan las plagas.

Esta técnica contribuye a la reducción del riesgo de inundaciones al almacenar casi 3 veces más agua que el suelo desnudo. En EEUU, los cultivos de cobertura tienen un coste de menos de 100 dólares por hectárea, reducen los niveles pico de caudales y las pérdidas económicas.

Abogamos por la adopción de soluciones híbridas. Para reducir pérdidas. Porque acabar con las inundaciones no es posible. Es mejor compensar a los agricultores de una cuenca por plantar algo que no se coseche. Así no habrá que pagar indemnizaciones después del desbordamiento y lamentar vidas perdidas

Esto ya está sucediendo en la cuenca del Mississippi. Técnicos y alcaldes piden ayuda federal para realizar este cambio de paradigma.

Las soluciones basadas en la naturaleza y los enfoques que combinan la infraestructura verde y gris deben implantarse urbi et orbi, también en Alemania, siempre que sea factible. Para disminuir lo más posible el número de personas que en el mundo están amenazadas por la inundación fluvial. Para rebajar esa previsión de 132 millones de personas en 2030. Ante todo, debe ser «deseable»

No es de recibo culpabilizar de todo al ser humano por provocar el cambio climático. Y esperar a las siguientes inundaciones sin hacer algo diferente para minimizar sus secuelas. Porque culpar a todos es no culpar a nadie. Hay muchas cosas que pueden hacerse, además de luchar contra el cambio climático. También en Alemania. Por ejemplo, cambiar de paradigma y destinar dinero a actuar de otra forma. Restaurando las cuencas para proteger mejor a las zonas urbanizadas, a la agricultura y a la industria. Y haciendo de la naturaleza nuestra aliada. Porque es mucho más poderosa y menos sentimental que nosotros. Con humildad y responsabilidad.

Lorenzo Correa

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