Sabemos que la mayoría de los ríos cambian continuamente de color a lo largo del tiempo. Las variaciones de caudal, la mayor o menor densidad de los sedimentos que arrastran y el volumen de materia orgánica disuelta. Estos son los argumentos que explican el fenómeno. También la presencia de algas en el agua.
Hoy nos hemos encontrado en nuestro paseo fluvial semanal, con un río de color marrón. La razón de esa tonalidad estaba clara. Porque nos costó mucho trabajo llegar a su ribera debido a las fuertes precipitaciones caídas en la cuenca en los últimos días.
Y vimos, aguas arriba de la ciudad, elevados caudales con gran presencia de sedimentos, que daban al cauce ese color marrón amarillento en sus aguas. Apoteosis del arrastre de todo lo arrastrable. Eso es la avenida. En la forma, un cambio de color. En el fondo, el anuncio de un desastre aguas abajo. A veces, es “solo” natural. Pero otras muchas, la catástrofe se agrava. La causa son actuaciones poco respetuosas en la cuenca y el cauce por parte de los ribereños. Entonces, además del río, otros deberían cambiar de color.
Cuando seguimos nuestro paseo aguas abajo, reflexionamos sobre la belleza del agua azul, con su baja presencia de algas y sedimentos. O de la de color verde, en la que dominan las algas. En fin, para gustos, hay colores. En cualquier caso, los expertos nos advierten del cada vez más frecuente aumento en los cambios de color.
Aunque también nos dicen que en muchos casos no saben por qué, cuando nosotros llegamos a la zona urbana cercana a la desembocadura de nuestro río, seguimos viéndolo marrón, pero ya no discurría por su cauce sino por la calle,
En este caso, sí que sabíamos por qué. Y ustedes también los sabrá, solo con ver las imágenes que les mostramos.
Lorenzo Correa
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