Introducción
Un joven y sobradamente preparado ingeniero de caminos español en las Américas, José Torcal, nos envía un artículo para su publicación en estas páginas. Tiene un blog tan activo como interesante, en el que se presenta y escribe desde una perspectiva original, profesional y seductora. https://www.josetorcal.com/spanish
Con consultarlo en este enlace, nuestros lectores entenderán por qué nos hemos sentido tan privilegiados porque haya elegido nuestras páginas para divulgarlo en nuestras páginas de los lunes.
“Crecida” es el título, del artículo que hoy publicamos abajo con nuestro agradecimiento y esperando que no sea el último que nos envía, sino el primero de una serie que nos hará disfrutar y aprender.
Al leerlo, ya que tuvimos la ventaja de haberlo podido hacer antes que ustedes, vino a nuestra mente una idea que compartimos con el autor y ahora reproducimos con su consentimiento como complemento a lo que él escribe.
Como leerán, José nos describe su interpretación, al llegar a Zaragoza, de las consecuencias urbanas de la reciente avenida del Ebro y su conexión con el pasado en la cuenca del Nilo. Nilómetro de antaño en los espacios fluviales del río egipcio por antonomasia . Y hogaño “ebrómetro” en cada uno de nuestros ordenadores para seguir la avenida en continuo. Y entre ambos, las presas.
Asuán (egipcia) y Renacimiento (etíope) marcan en el presente las enormes diferencias con el pasado en cuanto a las secuelas y resultados de las avenidas en la cuenca del Nilo.Y no digamos con el futuro cuando la presa etíope comience a operar a pleno rendimiento ¿Para qué sirve ahora un nilómetro? ¿Y un funcionario egipcio avezado en la hermenéutica jeroglífica faraónica?
Por supuesto que para mucho. Porque son un testimonio vivo de la historia de una civilización brillante y de cómo sabían aplicar sus conocimientos geométricos y matemáticos. Y su experiencia para proteger a la población, sus bienes, vidas, ganado y cosechas. Pero ahora ya no sirven para medir crecidas de una cuenca que ya dispone de embalses bien capaces de laminar. Del nilómetro al ebrómetro, en feliz analogía de Torcal.
Al leerlo, a nosotros nos vino a la mente la crisis de la erupción de La Palma. Y su seguimiento exhaustivo por los medios de comunicación. Notamos la escasa o nula repercusión que el trabajo de los profesionales que gestionan las presas tiene en esos medios. Al contrario que la tan enorme como merecida que ha tenido la intervención y la gestión de vulcanólogos, geólogos, policías, militares y voluntarios en la isla bonita.
Afortunadamente, en el caso de la avenida, esta vez ha salido todo relativamente bien y Zaragoza no se ha inundado como lo habría hecho si solo hubiera algún nilómetro en las zonas inundables y no embalses reguladores en las cuencas. Ya no estamos en el antiguo Egipto. Por eso, desde estas páginas dedicamos hace unos días un sentido homenaje a todas las personas que gestionan las presas. Porque están ahí y trabajan en la sombra. Que la luz les ilumine siempre, ya que se lo merecen.
Y ahora, leamos lo que hoy importa. El artículo de José. Disfrutarán de su lectura se lo aseguro. Gracias de nuevo a su autor por permitirnos divulgarlo.
Crecida
Estoy de vuelta en Zaragoza por las vacaciones de navidad y me ha tocado vivir la crecida del río Ebro. Se calcula que alrededor de 12.000 ha, la mayoría cultivos, se han inundado. La población de muchos municipios a orillas del río ha pasado varios días en vela, observando los niveles del río y pendientes de una posible evacuación. A su paso por Zaragoza el río llegó a un caudal de casi 2.200 m³ /s , un poco menos del volumen de una piscina olímpica cada segundo.
Las cifras son mareantes y cuesta incluso imaginarlo. Con el volumen de agua que pasó por Zaragoza del 12 al 16 de diciembre se podrían llenar 4.000 estadios de la Romareda. Quizás puede ser una táctica para intentar que el equipo vuelva a primera división. Igual que los romanos hacían batallas navales en el coliseo, el Zaragoza podría probar con fútbol subacuático.
Durante unos días, el río ha vuelto a la primera plana de telediarios y periódicos. La gente se ha acercado al cauce a tomar fotos, hasta el presidente del gobierno visitó la zona. Sin embargo, Zaragoza, al igual que muchas otras ciudades, vive relativamente de espaldas a su río.
Es cierto que la Expo de 2008 dejó algunas actuaciones que ayudaron a mejorar esa relación. Ahí están los nuevos puentes, parques fluviales y las sendas a lo largo de la ribera. Pero todavía estamos lejos de la conexión que tienen en otros lugares. Como Basilea (Suiza), donde cada año miles de personas se bañan en el Rin usando unos flotadores.
Y no, la calidad del agua no es el problema. Hasta los años 70 era habitual que la gente usara el río para darse un chapuzón y refrescarse. La aparición de las piscinas municipales y algunos vertidos descontrolados hicieron que el río sea algo que se mira pero no se toca. Y así la desconexión es casi inevitable.
La Confederación Hidrográfica del Ebro, el organismo público que se encarga de conservar y gestionar el río, tiene puntos de medida de calidad y cantidad de agua a lo largo de los más de 900 km de longitud que tiene el río. Esta información se publica en su página web en tiempo real. Así que estos días he podido seguir la evolución del río desde casa. Y así, ver cómo el pico de la crecida iba avanzando municipio tras municipio. Me sentía como un faraón controlando el río Nilo.
En el antiguo Egipto, el régimen del río podía significar la diferencia entre la vida y la muerte en cada cosecha. Es por ello que los egipcios inventaron un instrumento para medir el nivel del rio y así predecir su comportamiento: el nilómetro. Los nilómetros se usaron para medir el nivel del rio desde hace más de 5000 años.
Yo visité uno de esos instrumentos, construido en el año 861, en la isla de Rawda, en Cairo. Básicamente es una columna de mármol graduada dentro de un pozo conectado al Nilo. Para medir el nivel del agua, la columna tiene marcas hasta una altura de 19 cúbitos (un cubito equivale aproximadamente a medio metro), por lo que puede medir calados de hasta 9.5 metros.
Los caudales registrados en este nilómetro eran importantes. Tanto para la clase gobernante de Egipto (el Califato) como para la población en general. Durante los meses de verano, el nilómetro del Cairo se usaba para regular la distribución del agua. Pero también para calcular los impuestos que Egipto tendría que pagar al Califato Árabe.
Un nivel de agua que llegara hasta la marca de los 16 cúbitos significaba un flujo de agua ideal. Menos de eso podía suponer sequía y hambruna. Y más, podía acarrear una inundación catastrófica. Solo los líderes religiosos y gobernantes ya fueran los faraones o más tarde los romanos o árabes, tenían la potestad de monitorear los nilómetros. Y su capacidad de predecir el comportamiento del Nilo era usado como forma de intimidar al pueblo. Además, se usaba para establecer cuánto dinero sería recogido en forma de impuestos.
Es por esto que muchos nilómetros fueron construidos en templos, donde solo los sacerdotes tenían acceso a tan misterioso instrumento. No se puede negar que el ebrómetro tiene mucho menos misticismo, pero funciona de maravilla y es más democrático.
Jose Torcal
P.S La parte del nilómetro tiene información adaptada de las páginas web: «Atlas obscura» y Waterhistory
Esperamos hayan aprendido tanto como nosotros de la excelente contribución de José Torcal, en su apasionante reflexión de lo que la humanidad ha recorrido desde aquellas estructuras conformadas por escalas y pozos de medición de caudales de avenida hasta nuestra época de embalses laminadores. Los mismos fines con muy diferentes medios
Lorenzo Correa
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