A veces el río, de tanta agua, se hace laguna. Es su engorde natural. Hoy vemos una laguna desde las alturas. Enjoyando la naturaleza con un vestido verde agua, que brilla reflejando la alegría del so al contemplarla. Y la nuestra.
Vemos la naturaleza con una perspectiva mágica, porque no es habitual que nuestros ojos se sitúen a esa altura. Gracias a nuestra privilegiada posición, vemos surgir manchas de agua, brazos fluviales, verde sobre verde bajo el azul del cielo. La laguna y sus hijuelas
Estamos viendo las habitaciones del agua en la tierra, la laguna. que comparte con las de los seres humanos que la necesitan y la usa. Oímos una fuga de colores, una divina composición musical Y sentimos la importancia de la contemplación del agua desde arriba, envidiando a las aves. Porque no solo la contemplan, sino que además pueden llegar a ella con rapidez si la atracción se convierte en sed o en necesidad de refrescarse.
La tierra está sembrada de agua y el aire de ojos. Por suerte entre ellos, también se encuentran los nuestros. Qué maravillosa ortografía del paisaje con esa o casi perfecta de la laguna y esas íes y otras letras de desconocidos alfabetos en su entorno fluvial.
Espacio fluvial de aguas tranquilas, cabe el mar bravío, hoy, por suerte, en calma. Caribe mexicano que lame costas suaves de humedales apacibles. Dejamos a la laguna esperando a la luna. A esa luna de mar que asoma su faz curiosa para iluminarla con su tenues rayos que huelen a sal. Hoy, la Naturaleza se ha jactado de virtuosa. Y nuestro río humano, henchido de satisfacción, se ha convertido en laguna.
Cuando viajéis por el aire, miradla, si las nubes os dejan. Si no, imaginadla como hoy os la mostramos. Tersa y plácida. Húmeda y risueña. Como la buena vida
Lorenzo Correa
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