Las aguas subterráneas cada vez más visibles con el sistema satelital GRACE


El Día Mundial del Agua 2022, se dedicó a las aguas subterráneas, con el lema “Hacer visible lo invisible«. Aguas invisibles almacenadas en acuíferos. Que alimentan  manantiales, ríos, lagos y humedales. Embalses subterráneos alimentados por la lluvia y la nieve que se infiltran en el suelo. Y que al final. Son visibles gracias a las bombas. Excepto en el caso de los pozos artesianos  o la que se infiltra en críos y manatiales, todos los demás visibilizan el agua subterránea con ayuda de un motor.

Su importancia para la vida es enorme. De hecho, casi todas las zonas áridas de nuestro mundo  se riegan con ellas. Además, sus habitantes las consumen y las utilizan para evacuar sus residuos. Sin olvidar su importancia en los procesos industriales y en la refrigeración de motores. Producción de alimentos y bienes, abastecimiento, saneamiento, recarga de ríos y protección del medio. Para eso usamos las aguas subterráneas. Es decir, para todo lo que se relaciona con la gestión del agua. Recursos que añadidos a los superficiales, dulces o salados y a los reutilizados componen el porfolio del futuro del agua.

La gran reguladora del ciclo del agua dulce, es como una formidable esponja. Absorbe el agua que “sobra” y la envía a paliar los efectos de su ausencia cuando la lluvia no aparece. Es el dinero en la cuenta de ahorro de ríos, lagos, lagunas  y zonas húmedas. Solo hay un requisito para que mane cuando la necesitemos. Que no nos llevemos más de lo que entra. Es decir, que gastemos solo lo más necesario y ahorremos el resto.

Porque si no somos ahorradores y despilfarramos, los acuíferos estarán sobreexplotados y se acabará la regulación. Más vale gestionarla bien, ya que las aguas subterráneas son el 99% de toda la masa de agua dulce del planeta que no es hielo y abastecen a casi la mitad de la población mundial. Además, con ellas producimos  la mitad de los alimentos que ingerimos. Sin olvidar que para 2500 millones de seres humanos supone su fuente de agua dulce. Son, pues el soporte vital de la Tierra.

El descubrimiento más impactante en este siglo sobre el estado cuantitativo de los almacenes de aguas subterráneas lo hizo la NASA. Gracias a imágenes tomadas por sus satélites, demostró que el agotamiento de los principales acuíferos del planeta se acrecienta sin parar. Sacamos más de lo que entra.  Uno de los países más afectados por esta desgracia es la India, hiperdependiente de sus acuíferos. Y de ello ya hemos tratado en estas páginas. Como resumen, recordaremos que más de la mitad de sus acuíferos disminuye su capacidad sin cesar.

Las prácticas agrícolas de obtención de recurso de riego. Su consiguiente contaminación por pesticidas y sustancias químicas perfluoralquiladas (PFAS) que llegan a nuestros grifos y el fracking son amenazas reales para las aguas subterráneas del siglo XXI. Lo peor es que no sabemos el grado de afección. Ni el cuantitativo, ni el cualitativo global. Porque los países que más agua subterránea consumen son los que menos controlan el estado de sus acuíferos.

La combinación de afecciones del uso del recurso subterráneo es letal. Cada vez se bombea más y se contamina más. Lo peor, es que el problema se analiza a escala local y no a nivel de masa de agua subterránea global. Tratamos sobre algo que no se ve. Cuyo estado aparente, a simple vista, no provoca remordimiento de conciencia. Por eso hay que actuar mediante la adopción de una visión holística del problema. Analizando los datos y aportando más para conocer los recursos de agua subterránea y cómo se utilizan y dependemos de ellos en el mundo.

Uno de los lugares donde aumenta la población exponencialmente son los suburbios de las  grandes ciudades. Sin orden ni concierto, sin trazado urbano u por supuesto sin redes de abastecimiento y saneamiento. En estos ambientes tan poblados, el agua normalmente se extrae de la entrañas de la tierra perforando pozos muy poco profundos. Porque son más sencillos de perforar y sobre todo, más baratos. Pero la consecuencia directa se llama contaminación. Se extrae el agua más contaminada sin que nadie sepa qué hay en ella, ni por supuesto lo controle. Este será el primer ámbito en el que hay que actuar. Informando de las  prácticas sostenibles desde instituciones creadas al efecto. Pero siempre con suficiente sensibilidad para que tengan en cuenta los intereses de las comunidades vulnerables.

Solo así se podrá avanzar en el cumplimiento de muchos de los objetivos de desarrollo sostenible. También en hacer realidad el desiderátum del derecho humano al agua.

Mientras tanto, las aguas subterráneas pueden ayudar a mejorar la falta de garantías de suministro y utilización del agua. Mejorando la presión sobre las redes y la capacidad de resiliencia frente a las sequías pertinaces y la escasez crónica de agua en las masas superficiales.

Como ejemplo, lo que ocurre en casi todas las megápolis del llamado Sur Global. Esos 153 países situados al sur de Norteamérica, en la Asia sureña y en todo África. En ellos, la creciente demanda de agua se viene resolviendo, cuando se resuelve, mediante grandes inversiones en infraestructuras que gestionan y transportan aguas superficiales, a través de unas redes en constante expansión. Lo tradicional es considerar las aguas subterráneas como un recurso alternativo, no convencional. Por ello, no comparable con las superficiales y que solo se usa cuando ellas faltan. Las causas serían su mala calidad  el consiguiente peligro de caer enfermos al ingerirla o usarla

Este hecho obliga a que cuando hay escasez de aguas superficiales o estas no son buenas, es decir, casi siempre, simplemente, no haya agua  y se sobreviva con la que buenamente se pueda encontrar. Por eso, para garantizar el acceso universal y equitativo a agua potable buena y accesible para todos en 2030, los planificadores y los responsables de la toma de decisiones deben tener en cuenta esta situación en tantos hogares de suburbios para implementar una gestión diversificada del agua. Y en ellas las subterráneas habrán dejar de ser recurso no convencional para convertirse en  aguas similares a la superficiales en todo.

¿Qué debería planificarse? Algo tan sencillo como el uso conjunto de superficiales y subterráneas. Solo con aplicar un enfoque integrado de la gestión y la gobernanza del agua urbana. Y en él incluir todos los recursos disponibles o con posibilidades de serlo.

El segundo paso sería el de mejorar la capacidad de almacenamiento de estos recursos hídricos para tener un colchón de seguridad en caso de sequías. Y qué mejor colchón que un acuífero bien cuidado y gestionado. Para ello “solo” hay que aumentar el esfuerzo intelectual para, primero, darle la importancia al acuífero que merece. Y, segundo, investigar a fondo sus capacidades y el destino final al que vayan dirigidas. Porque de él dependerá el grado mayor o menor de tratamiento previo al uso.

El tercer paso supone construir resiliencia en la gobernanza. Es decir, otorgar a las aguas subterráneas el tratamiento de estratégicas. Y es que solo con su ayuda se podrá llegar a abastecer  a aquellos que ahora no tienen ninguna posibilidad de disponer de agua garantizada y constante en su hogar. Además, les ahorrará todos los problemas de salud derivados de utilizar aguas lejanas y carentes de tratamiento de potabilización adecuado.

 

Por último, esta resiliencia que acabamos de conseguir para el abastecimiento debe garantizar un tratamiento de potabilización adecuado. Tanto  para aguas que se distribuirán en red hasta el hogar como en los puntos de captación comunitarios allá donde no hay redes. La planta potabilizadora debe alimentar de manera centralizada a las redes. Pero también  a los puntos de captación comunitaria que son las fuentes habituales de suministro para los que no tienen acceso a esas redes.

Examinados los problemas de abastecimiento y las soluciones que pueden aportar las aguas subterráneas, veamos ahora qué mejoras pueden adoptarse en el caso opuesto. Es decir, cuando se destinan a riego y sus acuíferos corren el riesgo de sobreexplotación y agotamiento

En este caso, veremos dos casos extremos. Uno es el de famoso Central Valley de California  . La zona de riego agrícola más conocida del mundo por su excepcional productividad agrícola. Sin embargo, en los últimos años, dicha producción se ha visto tan menguada como amenazada por la pertinaz sequía que sufre el famoso “Golden State”

Los últimos datos señalan un estrés hídrico de las masas de agua superficiales peligrosamente cercano al de las subterráneas, tradicionalmente muy elevado  De hecho, las dos terceras partes de las superficies agrícolas de regadío sufre un estrés altísimo. Es el fiel reflejo de la combinación maldita de una sequía prolongada con el aumento de las zonas regables. Esas que tradicionalmente utiliza las aguas subterráneas para el suministro. En el caso de los acuíferos, su grado de explotación raya lo intolerable. Tanto, que sus niveles piezométricos marcan cotas tan bajas como nunca hasta ahora.

El otro estaría ubicado en la zona triguera más importante de India, Rayastán Las lluvias ya no pueden regarlo como antes. Llueve menos y hay más superficie cultivada. La solución inmediata allí es perforar un pozo. Solo hay que pagar la perforación, porque a partir de ahí ni el agua ni la electricidad necesaria para el bombeo se pagan.  Por desgracia todo lo que es gratis, no se valora. Y las bombas se quedan encendidas mucho más tiempo del necesario para regar.

Como nadie la ve, nadie es consciente de que el nivel del depósito está bajando sin parar. Y no sucede lo que sería sencillo de comprender en un embalse o río, porque allí sí que es fácil ser consciente del nivel del agua y puede decidirse parar antes de que sea demasiado tarde. El resultado final es que el acuífero se seca y ya no se puede regar más.

Pero esta situación no solo se produce en Rayastán. También lo hace en extensas zonas regables de todos los países del mundo en los que no se cuantifican los volúmenes almacenados en los acuíferos  ni se controlan las extracciones. En ellos, continúa existiendo la creencia entre los usuarios de que lo que n ose ve, no se agota. De que lo que no se ve, no es de nadie. Y por lo tanto, es suyo. Solo regulando, controlando e informando sobre las extracciones podrá eliminarse esta creencia limitante. Y para ello, habrá que dar incentivos  a quien lo haga bien  y sancionar a quien no.

Afortunadamente, la NASA y el Centro Aeroespacial Alemán  ya hacen capturas de datos de acuíferos a escala global. Y es posible gracias al sistema GRACE. Se trata de dos satélites idénticos cuyo acrónimo procede de las siglas de la misión: Gravity Recovery and Climate Experiment.

Fueron lanzados el 17 de marzo de 2002 en un cohete Rockot  y giran en tándem en torno a la Tierra separados por una distancia aproximada de 220 km. Miden la variación de la distancia entre ambos hasta un valor de varias milésimas de milímetros. Y gracias a ello, también miden  el campo de gravitación terrestre con una precisión hasta ahora jamás alcanzada. Además, captan variaciones gravitacionales mínimas causadas por magma en circulación en el interior de la Tierra, por el deshielo de glaciares, vaciado de acuíferos o por el desplazamiento de corrientes marinas.

Por desgracia, nos muestran que muchos de los acuíferos más grandes del mundo se están agotando a un ritmo mucho más rápido de lo que pueden reponerse, desde Oriente Medio, India, África del Norte y Asia Central hasta el ya mencionado Central Valley.

Sus datos, permiten crear conciencia sobre un problema que no se denuncia y sobre la crisis que se avecina. Para que los gobiernos, las agencias de desarrollo, las empresas y los investigadores de todo el mundo concentren su trabajo de investigación del estado de las aguas subterráneas en las áreas más afectadas.

Sin embargo, los datos de GRACE no pueden mostrar el volumen total de agua subterránea disponible en los acuíferos que rastrean. Solo el porcentaje en el que disminuye su volumen almacenado. Mientras que no se pueda averiguar, y para ello aún quedan muchos años de investigación y trabajo, los usuarios y los gestores del agua ignoran el alcance y la gravedad de sus problemas.

Instituciones como el WRI trabajan en mejorar la forma de conseguir estos datos. Para así poder dibujar un mapa integral de riesgo de agotamiento de las aguas subterráneas de alta resolución. En función de los niveles piezométricos de los acuíferos y de las tasas de extracción. Además, están acabando un mapa de estrés de acuíferos mundiales para conocer el volumen anual  de recarga y de extracción en un acuífero determinado.

Conocer y valorar el estado de las aguas subterráneas  y gestionarlas bien, es una de los objetivos más importantes del futuro del agua. Servirá para que estas aguas colaboren con las superficiales para incrementar  la producción de alimentos. Y para garantizar el abastecimiento de las grandes ciudades que no cesan de proliferar en el mundo. Para ello, hay que comprender la naturaleza del recurso, cuánta agua subterránea hay  y cuál es su tiempo de permanencia en los acuíferos. También las tasas actuales de extracción y cuáles son las tasas de recarga sostenible.

Un reto de futuro, que ha sido el protagonista del Día Mundial del Agua 2022

Lorenzo Correa

Safe Creative #1608240244452

¡ Síguenos en las redes sociales !

twitter   fb

¿Te interesa la gestión del agua desde la perspectiva del coaching?

Envía un correo a contacto@futurodelagua.com para más información sobre la participación de Lorenzo Correa en charlas, conferencias, formaciones o debates a nivel internacional.

Recibe un email semanal con nuestras publicaciones

Te das de baja cuando quieras.


Deja un comentario