Cuando las secuelas de la guerra impiden una eficaz gestión del agua.


En el horizonte europeo se proyectan enormes lenguas de fuego. Se oye el estruendo de los misiles que caen sobre tierras ucranianas. Y se huele el insoportable hedor de los gases que nublan el cielo. La guerra, una vez más enseña sus garras.

Aún no podemos conocer cómo repercutirá en el futuro del agua de la zona de conflicto esta guerra. Pero sí que tenemos referencias de otra guerra. La que desgraciadamente sacudió a Irak hace unas décadas. Veamos las consecuencias.

Este asolado país, en el que habitan 41 millones de personas, sufre innumerables secuelas de su pasado bélico. Pero hay una, la relacionada con la gestión de sus recursos hídricos, que pende como espada de Damocles sobre su presente y futuro.

Lo que observamos hoy allí es un imparable proceso de desertificación. Y un incremento inédito de las  tormentas de arena. Además las lluvias cada vez dejan menos recursos. Todo ello provoca un alarmante descenso del caudal de los ríos. La guerra por supuesto no tiene la culpa de ninguna de estas afecciones.

Pero añade muchas más al país en el que se supone que se ubicaba aquel Paraíso Terrenal regado por ríos exuberantes entre los que destacan el Tigris y el Éufrates. El problema es que estos dos cauces legendarios llegan a Irak después de recorrer Turquía, Siria e Irán. No es problema que discurran por estos países, claro. Es que todos quieran retener sus aguas en presas de embalse.

Como es lógico y ya hemos visto en otras cuencas internacionales como la del Nilo o las de la Asia Central, Irak se opone a la construcción de presas en los países situados aguas arriba, porque el caudal de ambos ríos en su territorio pasará a estar regulado por países extranjeros.

Por desgracia, la potencia de Irak ante ellos está muy debilitada debido no solo a décadas de guerra. También a una mala gestión del agua y a una tendencia cada vez más acusada a la prolongación y repetición de los episodios de sequía.

Tradicionalmente Irak contemplaba como tanto el Tigris como el Éufrates llegaban a sus fronteras con sus caudales naturales. Pero desde el año 1974 ya no es así. Entonces fue cuando los turcos pusieron en servicio la primera gran presa de la cuenca, la de  Keban. Fue el primer aviso de que las cosas iban a cambiar, en este caso, en el Éufrates. Las consecuencias fueron terribles porque comenzaron los problemas de abastecimiento en Irak.

Los turcos continuaron con sus ambiciosos planes de gestión de recursos. Están plasmados en el llamado Proyecto para el Sureste de Anatolia (GAP). En ella se desarrolla la planificación del abastecimiento en esta extensa región turca de 756.000 kmen la que reside el 97% de la población.

Se inició a finales de la década de los 60 del siglo pasado. Preveía la construcción de  22 presas y 19 centrales hidroeléctricas en las regiones kurdas bañadas por el Tigris y el Éufrates. Cuando Turquía complete el GAP, en Irak entrarán 11.000 hm 3 menos de agua en Irak. Y eso supone la cuarta parte de sus recursos hídricos, si sumamos la repercusión negativa de las actuaciones de construcción de presas previstas en Siria e Irán. Como es sencillo de comprender, al estar Irak tan debilitado por la guerra, a casi nadie le importan sus quejas al respecto. Su posición no es de fuerza en absoluto

En cualquier caso, algo tienen que hacer, porque el 90% de los caudales del río Éufrates viene desde Turquía. Y el 40% de los del Tigris. Para empeorar las cosas, no todas las desdichas vienen de las nuevas presas. Irán también ha desviado varios ríos. Así evitar que lleguen a Irak y aprovecha sus caudales íntegramente en su territorio.

Es el caso del Diyala, el Karkhe y el Karun, afluentes del Tigris. En consecuencia, el estado en que se encuentran tanto las marismas de Hawizeh como los estuarios del Tigris y el Éufrates en su desembocadura en el golfo Pérsico, es lamentable.

Abundando en las debilidades que produce la guerra en los perdedores,  Irán ha resuelto quedarse con el agua para solucionar sus problemas de sequía. Y ha hecho caso omiso a las prescripciones del derecho internacional. Esas que dejan muy claro que en estos casos, todos los países afectados deben repartirse el agua existente como buenos hermanos.

En consecuencia el principio de unidad de cuenca ha sido foragitado por las secuelas de la guerra. Ignorando al país más debilitado.. En relación a las afecciones turcas, el Gobierno iraquí ha pedido a Ankara que reduzca la cantidad de presas a ejecutar que aún quedan pendientes del plan, hasta dejarlas en solo un 70% del total pendiente.

Y en previsión de acontecimientos, el gobierno iraquí ha solicitado a su Ministerio de Asuntos Exteriores que eleve el caso al Tribunal Internacional de Justicia si la diplomacia no consigue llegar antes a una solución satisfactoria. Pretenden que se cumpla aí la resolución de 1979 de las ONU sobre cómo deben gestionarse los recursos naturales compartidos por dos o más estados.

Secuelas de la guerra. Debilidad diplomática y carencia de infraestructuras hidráulicas reducidas a escombros por la artillería y la aviación. Recordemos como el “ingeniero insólito”, el español José Torán en los años 70 acudía a la llamada de las autoridades de Irak. Lo hacía  para colaborar en la  planificación del abastecimiento del país. En aquellas fechas, era un país mucho más avanzado que Turquía o Irán en lo que se refiere a la gestión de los recursos hídricos.

Proyectos de redes de riego por goteo y por aspersión en extensas regiones, eran el objeto de la planificación hidrológica nacional entonces. Gracias a ellos, Irak exportaba todo tipo de productos agrícolas a los países del Golfo. Y a Siria, Irán o Turquía. Ahora, todo se importa.

La guerra tiene la culpa. Recordemos de nuevo. Desde 1980 hasta 1988, guerra contra Irán. En 1991, la primera guerra del Golfo. Después, años de terribles sanciones de la ONU. Para finalizar en 2003 con la invasión estadounidense cuyas secuelas todavía duran.

Se necesitan muchas presas en Irak. De Mosul a Basora. Pero la inestabilidad de las últimas cuatro décadas, ha hecho imposible llevar a cabo una planificación de tan largo recorrido. Y así es la hidráulica

Presas que iniciaron su construcción en la década de los 70, quedaron paradas durante más de 30 años. Lo peor es que en el país aún actúa un gobierno provisional. Y así es imposible llevar a cabo una planificación seria. ¿Quién va a tomar decisiones importantes sobre la gestión del agua? Imposible de saber por ahora, pero las urgencias son máximas.

Así las cosas, el informe GEO-6 publicado por la oficina de Medio Ambiente de Naciones Unidas, coloca a Irak en el quinto puesto del ranking de países más vulnerables del mundo en cuanto a disminución de la disponibilidad recursos hídricos, alimentos y al aumento de la temperaturas extremas. Seguridad alimentaria, hídrica y sanitaria, metidas en el mismo saco por una inexistente gestión del agua. Decenas de millones de personas expuestas sin soluciones a corto ni medio plazo.

La realidad actual es que en algunos tramos del Tigris en Bagdad ya se puede cruzar el río sin mojarse los pies. Pero aún hay peores noticias. Las industrias de la capital vierten sin tasa al cauce contaminándolo desde allí hasta la desembocadura en el Eúfrates y hasta el Golfo Pérsico.

Por su parte, la agricultura y la pesca tampoco tienen quien las ordene, regula y dirija. Campesinos y pescadores han dejado sus trabajos y se han unido a las infinitas colas de refugiados climáticos que llaman a la puerta de los países desarrollados. Y en Irak no hay potencial humano, ni económico ni por supuesto político para implementar soluciones urgentes. Solo pedir a las grandes potencias que hagan algo

Mientras tanto, en medio siglo, el país ha perdido el 40% de su agua. Y la temperatura media anual ha subido de 20 a 30º. Más evaporación para agravar el problema. Y el Tigris contempla como sus caudales disminuyen sin remisión.

Cada uno hace lo que puede para disponer de agua. No hay riachuelo u arroyo que no sea visitado y esquilmado por quienes no tienen otra forma mejor de abastecerse del líquido elemento. El hambre y la desnutrición, secuelas de toda guerra, aumentan aquí. La culpa la tiene la combinación de la escasez de recurso con la contaminación de lo poco que queda disponible para el uso .

Resolver esta situación es una de las principales prioridades del gobierno iraquí. Concienciar a los usuarios de cómo usar los recursos de la manera más eficiente posible, sería el inicio de una descomunal labor pedagógica. Para que , desde abajo, los caudales circulantes o almacenados en los acuíferos estén en condiciones de ser usados. Comenzando por hacer una costumbre de aplicación generalizada el no tirar todo lo que sobra, molesta  o estorba a los cauces.

Sabemos que los iraquíes tienen muchas más prioridades. Las mismas que cualquier colectivo humano que ha sufrido la guerra durante décadas. Ellos además  sufren las consecuencias de un clima extremo que no ayuda a que las cosas se solucionen. Secuelas terribles de la guerra, en este caso relacionadas con el agua. Unidas, empeoran un escenario ya de por sí  escalofriante.

La guerra produce terribles secuelas entre las poblaciones civiles que la sufren.  Desolación, muerte, ruina, pérdida de seres queridos. Pero la posguerra sin la solidaridad imprescindible de quienes pueden dar su apoyo a los desvalidos, aún puede empeorar las cosas. Sobre todo si el agua no abunda, las infraestructuras están destrozadas y los vecinos no colaboran lo suficiente. Todos se aprovechan de la debilidad del perdedor.

Las secuelas de la guerra se agravan cuando la gestión del agua no puede ser una prioridad

 

Lorenzo Correa

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