La energía hidroeléctrica se genera en grandes presas que necesitan de un nivel mínimo en su embalse para garantizar la producción necesaria para todo lo que de ellas depende. Un ejemplo interesante de lo que ocurre en una central hidroeléctrica cuando las expectativas de llenar su embalse no se cumplen con reiteración, lo tenemos en la presa de Glen Canyon que embalsa sus aguas en el llamado Lake Powell, en la cuenca del río Colorado. Es un eslabón fundamental en la cadena de embalses que desde principios del siglo XX se extiende por esta cuenca para garantizar agua en cinco estados: Arizona , Utah , Nuevo México , Colorado y Wyoming .
Todo nació con la redacción del ambicioso proyecto de almacenamiento de la cuenca por parte de la famosa Bureau of reclamation, iniciado en 1956. Aunque las actuaciones en la parte alta dela cuenca ya habían comenzado un cien años antes en Wyoming, con la derivación para riego. Sucesivos trasvases obligaron en 1902 a crear una agencia del agua reguladora, que fue la ya citada oficina de recuperación.
Y esta oficina, es famosa por las presas, centrales eléctricas y canales que construyó en los 17 estados del oeste useño. Ahora ya lleva construidas más de 600 presas y embalses. Por ello es la agencia que más recursos hídricos gestiona en todo el país.Tiene 31 millones de clientes y riega las tierras de uno de cada cinco regantes de su ámbito zonal de competencia
,Además, es la segunda mayor productora de energía hidroeléctrica con sus 53 centrales que generan de 40 000 GW/h al año, ingresando casi mil millones de dólares y abasteciendo de electricidad a 3,5 millones de hogares. Hoy, la oficina es una agencia de gestión del agua con su plan hidrológico correspondiente
Veinte años después de su fundación, en 1922, se firmó el Pacto del Río Colorado, al que a los estados antes aludidos se sumaron California y Nevada . Los estados de arriba debían garantizar a los de abajo una aportación anual del río Colorado de 9.3 km3 a su paso por Lee’s Ferry (Arizona). Como muchos de ustedes sospecharán, este acuerdo no se cumplió. Y entonces hubo que hacerlo cumplir mediante la regulación contenida en el proyecto de almacenamiento
Esta fue el punto de partida de la proliferación de embalses en la cuenca. Y uno a uno fueron despertando las iras de los que se veían perjudicados y las esperanzas de los beneficiarios. Así las cosas, el Congreso aprobó una versión revisada y ligeramente reducida del plan en 1956. Cuatro grandes presas (de ellas tres hidroeléctricas), en Colorado, Wyoming, Nuevo México y Arizona. Ésta última es nuestra presa de hoy.
Entra todas, disponen de una capacidad de almacenamiento de 42 km3 . Y la energía hidroeléctrica producida por casi todas ellas, llega a abastecer también a los principales usuarios del suroeste de EEUU.
La Presa de Glen Canyon (Arizona), es la más importante de todas. Su embalse, el Lake Powell, tiene una gran parte de su superficie en el estado de Utah. La capacidad máxima de embalse es de 33 km3 lo que supone casi las dos terceras partes de la capacidad total del sistema de embalses del proyecto de almacenamiento de la cuenca del Colorado. Puede generar hasta 1.296 MW, es decir las tres cuartas partes de la capacidad de generación hidroeléctrica total del sistema.
Comenzó a funcionar en 1964 y nunca ha estado exenta de polémicas. Ya indicamos que siempre ha generado quejas y severas críticas. Motivadas por su afección al Glen Canyo y articuladas por diversas organizaciones ambientalistas. Entre ellas destacan Living Rivers y Friends of Glen Canyon. Abogan por su restauración y deben luchar, como siempre sucede en estos casos, con los intereses turísticos de la zona.
Pero la producción de energía es vital para todos los beneficiarios. Por ello, no se producen avances significativos en la deconstrucción de la presa y su embalse. Desde que las presas se acabaron de construir, sus críticos lanzan la insidia de que los muros embalsan cajas registradoras. Aunque parezca solo agua lo que hay en los embalses.
Mientras tanto, además de la generación de energía, la presa y su embalse laminan avenidas. Pero además, garantizan el abastecimiento de los estados beneficiarios. Los que se extienden por la cuenca alta del río Colorado y sus principales afluentes. Por todo ello, es fácil entender que la presa es una pieza clave para el presente y el futuro de bienes, haciendas y vidas humanas. Solo se necesita que su estructura no colapse cuando llega la avenida extraordinaria. Y que el cielo sea pródigo en lluvias para que el embalse pueda alcanzar o superar el nivel mínimo exigido para las operaciones de las turbinas.
Y aquí está el problema. En la persistente tendencia a la carencia sostenida de lluvias. Porque ahora, la presa está operando al 60 por ciento de su capacidad hidroeléctrica. Y el funcionamiento de las turbinas solo está garantizado si el nivel de embalse supera los 1064 msnm. Y cuando escribimos estas líneas está a 1077. A trece metros del colapso.
Mientras que llovió, durante prácticamente la segunda mitad del siglo XX desde que las presas iniciaron su producción, todo eran parabienes. Las presas suministraban energía barata y los beneficios resultantes de las ventas de electricidad eran constantes y sostenidos en el tiempo. la amortización de las obras estaba asegurada y el progreso aguas abajo, también. Industria, riego, nuevas ciudades, todos tenían su agua. Y la red eléctrica podía garantizarles la energía.
Hoy, todo ha cambiado. A peor, claro las cajas registradoras se están oxidando. La culpa la tiene el clima. Porque ya no llueve como hace unas décadas y los embalses van comprobando cómo los kilómetros cúbicos tienden a convertirse en hectómetros cúbicos. Porque en los últimos años, el embalse ha perdido alrededor del 16% de su capacidad para generar energía. Y los niveles de agua en el embalses han descendido 30 m en los últimos tres años
Powell es el segundo embalse por capacidad de los EEUU. La red eléctrica de varios estados y de más de 50 tribus se nutre en gran medida de sus aguas. Hoy está a un 25% de su capacidad. Pero el mes de abril pasado llegó a su mínimo nivel histórico. Afortunadamente el deshielo y algunas lluvias esporádicas supusieron un aumento de nivel de 3,5 m suficiente para que el embalse saliera de la zona de peligro.
En el pasado se optó por unir el agua, como hermana siamesa a la energía, a la agricultura a la supervivencia del medio y a la producción energética. Todas las hermanas dependen de la hermana mayor agua. Pero la terca realidad e este incipiente verano de 2022 nos dice que solo produce 800 de los 1300 MW que podría producir. Y cinco millones de clientes dependen en sus hogares de sus turbinas. ¿De dónde la van a sacar si no llueve? ¿A qué precio? Y ¿qué emisiones producirá la fuente energética alternativa?
Como falle en verano, los apagones en la red eléctrica serán imparables. Bajar de 1064 msnm sería letal, porque se detendrán las turbinas. Por ello, las autoridades ya han comenzado a limitar usos y a trasvasar agua desde el embalse de Flaming Gorge, un embalse más pequeño aguas arriba. Con ello pretenden elevar el nivel del embalse otros 5 metros.
Los gestores del agua, con la rimbombancia característica de los useños ilustrados nos dicen palabras ampulosas. “Las instalaciones de la presa Glen Canyon enfrentan desafíos de confiabilidad operativa sin precedentes”. Lo que se traduce en que “el abastecimiento de agua y energía al oeste y suroeste de los Estados Unidos estará sujeto a una mayor incertidumbre operativa”.
Por su parte el embalse Mead (río Colorado), el mayor del país, situado medio millar de kilómetros aguas abajo también alcanzó su mínimo histórico esta primavera. Problemas para Arizona y Nevada.
Lo que más preocupa es que un nuevo descenso en Glen Canyon impida que llegue el agua a las turbinas. Porque no podría liberarse aguas abajo por las tuberías forzadas. Y habría que probar desagües de fondo nunca utilizados de manera prolongada desde que se construyó la presa .
Ahora toca calibrar muy bien. Abrir y cerrar compuertas. Dotar concesiones se convierte en un milimétrico menester en el que hay que medir con exactitud lo que se hace. El agua que va a las turbinas discurre por conducciones de 4,5 m de diámetro. En ellas, los vórtices que se forman cuando el nivel del embalse roza su mínimo operativo son peligrosísimos. Pueden dañarse generadores, turbinas y cualquier equipo necesario para la producción de energía. La única experiencia de este tipo es la de la época del primer llenado del embalse, en 1960. Los técnicos competentes tiene trabajo para resolver con éxito estas incertidumbres
Por otra parte, como la energía generada se vende, estos ingresos son fundamentales para acometer las maniobras. Y también las actuaciones de mantenimiento de la presa. Además de los programas ambientales para restaurar y evitar afecciones al medio. Pero como estos ingresos son cada vez menores, las consecuencias son terribles. Hasta para la ictiofauna en peligro de extinción en los ríos Colorado y San Juan. Por no hablar del futuro de los caudales de mantenimiento.
En 2021, el fondo de maniobra para estos menesteres cayó de 146 a 74 millones de dólares. Ahora, la suministradora de energía hidroeléctrica ya no puede comprar la energía a precio de mercado. Y será la administración la que ponga el remanente necesario parta poder operar. Mediante asignaciones directas del Congreso a los programas ambientales.
Y la energía eléctrica que las turbinas no generen, se habrá de obtener de fuentes de producción fósiles. Carbón y gas natural, aumentarán las emisiones de gases de efecto invernadero del sector eléctrico.
Si las previsiones de generación de energía se cumplen, la NTUA, que gestiona la reserva de los navajos, estima que la empresa de servicios públicos pagaría $4,5 millones más por electricidad este año. Es decir, que les tocará rascarse el bolsillo a los 43.000 clientes individuales que la consumen
La solución que se está eligiendo es la de generar 55 MW con placas fotovoltaicas en las tierras de los navajos. Y el resto de clientes siguen esta estela haciendo de la necesidad virtud.
Falla la generación de energía también en los estados de la cuenca del Colorado en el sudoeste useño. Aunque la mayor parte de la generación de energía no se deriva de la fuerza del agua sino de los combustibles fósiles, el viento y la energía solar. Pero el hueco que hasta ahora cubrió, no está siendo posible seguir haciéndolo. Ya no puede resolver problemas puntuales cuando no hay viento ni sol con la rapidez y eficacia característica de esta energía. Por eso se temen las olas de calor veraniegas.
Llegan los peores días para Glen Canyon, Su embalse es una pila de combustible que puede ponerse en funcionamiento al instante cuando haga falta. Siempre y cuando haya agua en él.
Y la solución no es, como defienden algunas entidades ecologistas vaciar el embalse para que se llene el de Mead. La realidad es que Glen Canyon no se puede reemplazar fácilmente con otras energías renovables. Porque la tecnología de reemplazo debe compensar lo que ella da. Que no sólo es capacidad y generación. También volumen de embalse
El verano se presenta incierto. Hay una probabilidad del 10% de que el nivel de embalses descienda por debajo de los temidos 1064 msnm para la primavera de 2024. En los dos años que faltan para esta fatídica fecha, otra “Day zero” hidroeléctrica, no hay tiempo para reconfigurar por completo los servicios energéticos de la región.
¿Cuál será el futuro del agua que genera energía hidroeléctrica en ella?
¿Las turbinas, que esperan más agua o alguna energía alternativa que las sustituya?.
A pensar.
Lorenzo Correa
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