Comer y beber no es más que alimentar a los billones de bacterias minúsculas que habitan en nuestro intestino, revistiendo sus paredes. Sus “barrios” son los microbiomas. Alimentar de la mejor manera posible a sus vecinos es una de las claves para gozar de buena salud. Pero hay más. Y una de las novedades que nos trae el futuro del agua en estos ámbitos del buen beber, es el agua probiótica
Los restaurantes del barrio intestinal tienen dos tipos de menús. El primero da de comer a la carta a las bacterias, ofreciéndoles lo que más les gusta. Son los prebióticos. El segundo consiste en añadir otros microbios vivos a su dieta. Estos son los probióticos
Los prebióticos no son más que fertilizantes (fibras vegetales) que ayudan a crecer sanas y fuertes a las bacterias. Menú vegetariano de frutas y verduras para las bacterias. Sin embargo, los probióticos contienen organismos vivos, generalmente cepas específicas de bacterias que se añaden directamente a la población de microbios sanos en el intestino. El yogur sería su paradigma
Hoy, y más con la pandemia prolongada que nos azota, se ha multiplicado la demanda de alimentos ecológicos. Todos queremos tener un sistema inmunitario fuerte y sano. Productos de temporada, restaurantes de kilómetro 0 y grandes distribuidores en supermercados han irrumpido en nuestra dieta como nadie hubiera imaginado hace solo unas décadas. La alimentación orgánica ya está en todas partes. Aunque comer sano tiene un precio y la crisis galopante que vivimos impide a muchos optar por esta vía. Pues bien, el agua también tiene en ella su protagonismo. Y de él trataremos en nuestro artículo de hoy. Del agua probiótica
Ante todo, hay que saber que el agua probiótica es más conocida como kéfir de agua. Pero ¿qué es el kéfir? Pues ni más ni menos que un derivado de la leche parecido al yogur. Nació hace 5.000 años en el Cáucaso como alimento de los pastores de la Europa oriental. Algo que accidentalmente sucedió en sus zurrones, provocó que la leche de cabra derramada sobre el cuero se convirtiera en otra cosa. En un alimento saludable que fue ganado adeptos con el paso del tiempo. El kéfir que hoy conocemos. El primer prebiótico por sus propiedades antioxidantes, inmunológicas y digestivas. Y solo es un lácteo de fermentación doble que convierte la leche de oveja o cabra en unas bolas parecidas grumos de coliflor.
¿De qué está compuesto este probiótico tan antiguo? Contiene caseína coagulada, bacterias y hongos..Entre las primeras, Lactobacilus, Streptococus, Bifidobacterium y Lactococus, que son las responsables de la fermentación láctica. Y entre los segundos, Kluyveromyces (Candida kefir) y Saccharomyces. Ambos son cuajos microbianos del queso y, al producir alcohol, son los responsables de la fermentación alcohólica.
Tras la doble fermentación del ingrediente principal, el kéfir está formado por macronutrientes del tipo hidratos de carbono, proteínas y grasas. Su presencia depende del ingrediente base con el que haya sido elaborado. Además, el kéfir contiene vitaminas A, D y B-12 así como calcio y potasio.
Completan su composición el CO2 , el ácido láctico, el alcohol etílico y un rico surtido de bacterias y hongos o levaduras..
En general, cuando nos referimos al kéfir, se sobreentiende que hablamos del que surge de este tipo de doble fermentación de la leche de cabra. Pero hay más kéfires. Uno puede ser el de leche de vaca u oveja. Aunque hay otros más lejanos a estos animales como son el de coco, el de arroz…y el de agua.
Por eso, nuestro protagonista de hoy, el kéfir de agua surge de la fermentación provocada en las bolas por agua azucarada o por algún zumo de frutas.
Obtenemos así una bebida agria, burbujeante, afrutada y fermentada. Es lo más cool, el agua probiótica mejorada. El kéfir de agua.
Pero no está de moda porque sí. La razón de su popularidad estriba en el enorme aumento que ha experimentado el consumo de los alimentos fermentados en el mundo en tan solo unas décadas. No solo el kéfir se ha visto encumbrado a la fama, también lo ha acompañado la kombucha. Y la realidad es que desaparecen de los anaqueles de los supermercados y cada vez se piden más por internet. Hasta un 150% ha aumentado su consumo en un lustro.
Ni que decir tiene que el efecto de la pandemia sobre su consumo ha sido aún más potenciador del mismo si cabe. Los productores están de enhorabuena y esperan que las bebidas ricas en prebióticos y los probióticos en general generen mucho dinero en beneficios. Tanto como 70.000 millones de dólares para el año 2025.
Ya hemos escrito aquí de la seducción que ejerce el agua mineral sobre el bebedor. Porque éste compra salud, no agua. Y salud es lo primero que todos los compradores quieren mejorar cuando adquieren alguna cosa. Tanto la desean, que miran mucho menos el precio que los beneficios que para su organismo puede representar el producto que compran. Cuanto más inmunidad proporcione lo que vamos a comer o a beber y cuantos más minerales y vitaminas lo integren, más lo compraremos, eligiendo este producto sobre cualquier otro competidor que no ofrezca tanta garantía de salud. Y ahora, a inmunidades y vitaminas se suman las bacterias benéficas
El agua probiótica irrumpe en el escenario del bebercio en una época en la que los productos sin lactosa se venden como rosquillas. Y ella lo es, así que tiene asegurado, también por este lado un éxito sin precedentes en la elección futura de los bebedores, que somos todos. Sin lactosa y con garantías de favorecer la inmunidad del organismo, ¡A vender!
Solo hace falta añadir bolas de kéfir a esa mezcla resultante de la doble fermentación en la que las moléculas del tipo del azúcar se descomponen anaeróbicamente. Es un proceso similar al de otra de las bebidas estrella para los consumidores como es la cerveza, que también lleva muchísima agua. O como la famosísima en Tailandia sriracha,. Esa salsa picante hecha de pasta de chiles, azúcar, ajo, vinagre destilado y sal.
Volvamos a nuestro kéfir de agua. Imaginen esas bolas translúcidas formadas por agrupaciones de polisacáridos, bacterias y levaduras. Ya pueden empezar a relamerse, porque ellos serán los responsables de que se produzca la fermentación. Y, una vez realizado el milagro, de que ya no sea solo “agua” sino una bebida saludable que nos hará mucho bien sin tener contraindicaciones de uso.
Porque es evidente que los antimicrobianos y los antioxidantes aumentan la inmunidad y se constituyen en una eficaz barrera que rechaza a los carcinógenos. Esos son algunos de los poderes del kéfir de agua.
Solo hay que dejar fermentar las bolas en una sencilla mezcla de azúcar y agua durante tres o cuatro días. Entonces se produce la transformación y aparece un líquido burbujeante lleno de bacterias benefactoras. Su color torna de la translucidez del agua a un amarillo. Y la sensación al ingerirlo, es de una agradable efervescencia en el paladar. El agua ya no es insípida, sino que tiene un sabor intenso que estimula los sentidos. Afrutada, ácida y con cierto dulzor. Tampoco es inodora, porque tiene un vago aroma alcohólico. Es agua, pero no tiene ninguna de sus tres propiedades fundamentales. No es incolora, ni inodora, ni insípida. Es el kéfir de agua.
Su uso terapéutico se remonta a 1899. Y ocurrió en Japón. Allí, el kéfir de agua se comenzó a prescribir para aliviar enfermedades como la tuberculosis, los trastornos gastrointestinales e incluso el cáncer.
Y hasta hoy. Aunque ahora sabemos mucho más de sus beneficios. Además de los ya indicados, sana la piel y ayuda a adelgazar. Por eso hoy el kéfir de agua es reconocido como una agua potenciada que desintoxica e hidrata el cuerpo. Recordemos que también aporta grandes cantidades de vitaminas, entre ellas la K y la B y minerales imprescindibles como magnesio y calcio. Que son los grandes reguladores de nuestro organismo.
Finalicemos nuestro recorrido por este elixir reiterando sus ventajas. Partamos de la base de que confiamos en ella, porque el 80% de nuestras células inmunes se encuentran en nuestro intestino. Por eso, nada mejor que mimarlas enviándoles algo que las fortalezca, porque así adquiriremos esa inmunidad tan ansiada en los pandémicos tiempos en los que nos ha tocado vivir.
No olvidemos que además de poseer las virtudes ya indicadas, gracias a los probióticos constituye el mejor agente auxiliador para mantener la salud intestinal y para que el metabolismo funcione como una máquina bien ajustada al incrementar la actividad antiinflamatoria y antioxidante de nuestro organismo. Y eso se consigue gracias a su capacidad de introducción de muchas bacterias saludables en nuestros microbiomas intestinales. Adiós a las malas digestiones y bienvenida sea la alegría de vivir y el bienestar inherente a un saludable funcionamiento del aparato digestivo. Tendremos una piel tersa y brillante y por ello, un aspecto más juvenil. Además, disponer de buenas bacterias intestinales, ayuda a liberar más serotonina a nuestro cerebro a través del nervio vago». Y resulta que el 90% de nuestra serotonina se produce en el intestino. Por eso un intestino contento, es garantía de salud, felicidad y bienestar
Bueno es, por lo tanto, consumir kéfir de agua con frecuencia. También tendremos mejor humor para afrontar las desgracias cotidianas.
Finalicemos con unas consideraciones importantes. ¿Qué tipo de agua es mejor para fabricar el kéfir de agua? Cuanto menos cloro y flúor contenga, mejor, porque ambos pueden destruir bacterias, tanto buenas como malas. Para evitar que se destruyan las buenas, lo mejor es hervir el agua o dejarla en un recipiente abierto durante 24 horas para que el cloro se evapore.
O usar agua mineral. Porque su composición ayuda a que las bolitas del kéfir de agua crezcan y se fortalezcan. No dejan de ser seres vivos que necesitan a los minerales para vivir mejor y prosperar. Y cuanto más saludable sea el el medio en el que habitan, mejor será para ellos y para nosotros.
Lorenzo Correa
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