¿ A dónde va el agua cuando deja la nube? A donde el viento y la tierra quieran. Por fortuna, algunas gotas finalizan su viaje en nuestros cuerpos. Y depende de cuántas nos caigan encima, nos refrescarán, nos empaparán o nos ahogarán.
Quedémonos con aquellas que acaban su viaje refrescándonos. Nada mejor para los cuerpos sudorosos, per también bien recibidas sean si refrescan nuestras ideas.
Extraño viaje de la nube a la tierra. Imaginamos a las gotas como a los paracaidistas que divisan cada vez mejor el punto de llegada, pero que no lo pueden elegir salvo si son muy expertos y el viento no les perturba.
Pero, aquellas que acaban el viaje en nuestras cabezas, conocen la piel y nuestras interioridades. Unas rebotan, otras se quedan en la ropa o en el cuerpo. Bienvenidas sean porque apaciguan ardores y sudores.
Las más valientes son las que terminan su viaje en el alma. Ni ellas saben cómo han podido llegar hasta ella. Y mucho menos conocen la forma de salir se semejante atolladero. Solo el poeta puede guiarlas para que consigan volver a la atmósfera gracias a la evaporación impecable del mar de la poesía.
Así que, cuando otees el viaje del agua desde la nube, dale la bienvenida a las gotas y procura que algunas penetren hasta el alma, pasando por el corazón. Las consecuencias serán siempre buenas. Porque un poema os alegrará la vida o, por lo menos, el día.
Salid a la calle sin paraguas y dejadlas empapar vuestras ropas y vuestro cuerpo. Que no se os ocurra ir cubiertos en la tormenta de las gotas del alma
Lorenzo Correa
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