Ha vuelto a llover fuerte en el Mediterráneo. Y la noria del cambio climático vuelve a girar. Siempre nos deja a los viajeros con la dsensación de haber dado muchas vueltas, pero de no haber avanzado nada. Bajamos mareados, pero en el mismo punto en el que subimos.
Leemos a grandes profesionales en las redes manifestando su preocupación por lo cada vez más extremo del clima. También por esa proliferación de intensas lluvias que caen sobre un territorio cada vez más impermeabilizado. Y el fantasma del cambio climático surge de las tinieblas y de las lluvias para aterrorizarnos recordándonos a los seres humanos que la culpa es nuestra.
Echamos la vista atrás y recopilamos datos de la española Agencia Estatal de Metereología sobre las 24 horas más lluviosas registradas en España. Y leemos cifras inquietantes. Por ejemplo, a Oliva (Valencia), el 3 de noviembre de 1987, el cielo envió 817 l/m². En ese gran temporal, en la misma comarca de La Safor, cayeron en Gandía 720 l/m² y en La Pobla del Duc 790 l/ m² el día 4 de noviembre.
Fuimos aun más atrás en el tiempo. Hace casi un siglo (1923), en Benasque (Huesca), se recogieron 701l/m² el día 22 de noviembre. Y para acbar con una precipitación que vivimos y recordamos. En 1982, «La Pantanà de Tous», vio como la presa se desmenuzaba a causa de los 632 l/m² caídos del cielo. En ese mismo temporal de hace 40 años, la leyenda urbana habla de más de 1.000 l/m² en la zona de la Muela de Cortes de Pallás, cerca de Bicorp.
Con estos datos en la cabeza, nos vamos a dar nuestro paseo juevesino. Mientras paseamos vemos lo que les mostramos en las fotografías. Y reflexionamos.
Conociendo estos datos de eventos que han ocurrido en el último sitio, seguimos observando jueves tras jueves ríos estrangulados por el hormigón cuando llegan al mar. Y nos preguntamos. ¿Por mucho que cambie o cambiemos o se cambie el clima, es solo el cambio climático el culpable?
Miren estos dos vehículos y ya nos dirán, si la lluvia los encuentra ahí, cual será su contribución a colaborar en el aumento de peligro de la inundación. Al menos, hace un siglo, no había casi coches, aunque la Revolución Industrial ya estuviera fomentando el cambio climático. Ni esas antiestéticas soluciones grises para otorgar la mayor ciomunidad posible a los veraneantes cuando pasean mirando el mar.
¿Y si empezáramos por aquí? Asumamos que las inundaciones costeras se producen inevitablemente y que sus consecuencias son cada vez peores porque se ha apostado por la comodidad a costa de perderle el respeto a los cauces. Y ante esta fragilidad evidemte y muy difícil de resolver, adaptémonos.
Comencemos por saber qué ha pasado y qué puede pasar. Miremos los mapas de inundaciómn o en su defecto, estas fotos y apliquemos el sentido común. Porque simepre podemos ir a quejarnos del cambio climático a zonas más altas y menos inundables e inundadas.
Las que solo se mojan con las lágrimas de las amargas aunque ineficientes lágrimas de las plañideras y los plañideros.
Lorenzo Correa
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