Desde hace ya bastantes años, el sargazo se ha convertido en el último fantasma que amenaza las vacaciones de los millones de turistas que llenan las playas caribeñas. Y eso que hay muchas playas en tan paradisíaco entorno. De nuevo agua y turismo, vuelven a ser dos conceptos imposibles de disociar. En este caso, se da la circunstancia de que tanto al turista como al sargazo, les gusta el clima tropical. Y en él coinciden.
Debido a esta afinidad, el sargazo se suma a la galería fantasmagórica de las medusas, de los plásticos y de los vertidos de aguas pluviales o fecales. La galería de fantasmas que intimidan a los turistas.
El mes pasado el diario español El País nos volvía a dar un susto
Las costas de Quintana Roo, en el Caribe mexicano, vuelven a estar en alerta por la llegada del sargazo. Acostumbrados a que la temporada de sargazo comenzara en mayo, este año ha sorprendido la llegada temprana a algunas playas, tres meses antes de lo previsto. De acuerdo a los últimos estudios publicados por la Universidad de Florida, encargada de monitorear estas mareas de algas, se estima que este año se rompan todos los récords registrados y se superen las 54.000 toneladas que se recolectaron en 2022.Las autoridades del Estado anunciaron que a partir del 15 de febrero colocarán barreras antisargazo en varias playas
Ahora ya el sargazo asusta. Y a nosotros que tanto hacemos por introducir las emociones en la gestión del futuro del agua, nos preocupa que lo haga. Porque el turista quiere ser feliz en sus vacaciones. Y si tiene miedo, no lo será. Por eso, recordamos una frase del recientemente fallecido Eduardo Punset. El polifacético divulgador científico español decía que “la felicidad es la ausencia de miedo, es una emoción, y como tal, es transitoria”.
Tan transitoria como el viaje turístico. De nuevo las emociones del agua hacen aparecer fantasmas que alteran las emociones transitorias del turista. Porque, ¿quién iría de vacaciones a un lugar donde no estuviera garantizada la higiene y el abastecimiento de calidad? Muy pocos, solo los aventureros irredentos. Y este tipo de turistas, no contribuyen a hacer florecer el negocio.
Desde siempre, el sargazo visita las playas mexicanas, dominicanas y portorriqueñas. Aunque su presencia es real y continuada, nunca se había hecho visible con tanta intensidad como desde el año 2014. La consecuencia indeseada es que se posiciona ante la playa, se deposita con la marea alta sobre la arena, atrapa a la fauna que no puede desprenderse de su abrazo y provoca su muerte. Y eso genera unos aromas muy desagradables. El cóctel de animales muertos y ácido sulfhidrico, no puede oler bien Si a ello unimos el ensombrecimiento de los colores naturales de las aguas, tan característico del Caribe, nos encontramos cara a cara con el fantasma que ahuyenta a los turistas.
Ni siquiera los modestos granjeros que sobreviven cerca de los “resorts” turísticos, pueden estar tranquilos. Porque el sargazo acumulado en estas condiciones tampoco sirve para alimentar al ganado y a las gallinas, ya que libera algo de arsénico.
Pero hay más. Una actividad atractiva para el visitante playero en esta zona del mundo, esa es la de avistar y admirar el desove de las tortugas. Pues tampoco ellas pueden estar tranquilas, porque el nitrógeno y el fósforo contenido en estas algas, además de teñir el color natural del mar, aportan un exceso de nutrientes que afecta a los quelonios. Y a los arrecifes de coral. Sin olvidar a la fotosíntesis, que se ve frenada por la reducción de luz en el fondo marino.
Si leemos la prensa diaria, los medios de comunicación achacan al socorrido cambio climático la alteración de las corrientes marinas. Otros lo relacionan con la ausencia de grandes huracanes, que proporciona la suficiente bonanza para su reproducción. Aunque también hay quien lo vincula a África. Porque desde allí viene gran cantidad de arena del desierto, que genera el alimento que engorda al sargazo en sus reservas oceánicas.
Aunque también hay otras fuentes de “engorde” de la población sargaciana. Son los vertidos. Por un lado, los mineros, agrícolas y ganaderos. Por el otro, las aguas residuales domésticas que van directamente al mar. El desarrollo poco sostenible, que es una constante universal en nuestros días, es el responsable. Porque están proliferando hoteles playeros, hasta llegar a la sobreexplotación de los recursos hídricos de su entorno.

Se acaban los humedales, los manglares y el agua. Y las redes de saneamiento están obsoletas o son inexistentes. Solo en Quintana Roo, casi el 40% de las aguas residuales se van al mar sin ser tratadas. También ayuda la constante deforestación de la cuenca amazónica. Y es que, si hurgamos entre el sargazo, encontraremos indicios de metales pesados. Y entre cambio climático y vertidos, el sargazo engorda sin parar.
Por todas estas causas, las nuevas rutas conducen al sargazo, que habitaba tranquilo en alguna de sus dos islas-mares, a las playas caribeñas. O viene del famoso “Mar de los Sargazos” cerca de las Bermudas o procede de la otra gran ínsula sargaciana, ubicada entre Brasil y África. En ellas, esta alga marrón crece varios metros hasta formar islas de algas que resisten sin problemas los embates de las potentes corrientes oceánicas.
Al divisar la playa, se instalan cómodamente y comienzan a reproducirse con fruición. Como son muy eficientes en tal menester, pueden llegar a duplicar su presencia en menos de tres semanas. Por eso, cada vez hay más fotos impactantes en las redes en las que playas otrora salvajes desde Florida a las costas colombianas, son una alfombra parduzca y maloliente. Porque el terror aflora en la naturaleza cuando el fantasma del sargazo recala en las playas. Allí mismo se descompone y devuelve al agua un exceso de nitrógeno y fósforo que sirve de abono para que crezcan más algas. Porque impide el paso de la luz y reduce la concentración de oxígeno. Desde México deploran haber perdido desde hace un año el 40% de los corales de su Caribe.
Cada día, centenares de toneladas diarias se acumulan en las aguas de cualquier playa de moda, para disgusto de propios y extraños. Es el fantasma del sargazo. Todo esto es posible al ser es un alga pelágica, que se desarrolla flotando a través de las vesículas de gas que se aprecian perfectamente en cada alga a simple vista. Cuando la cantidad es reducida, al llegar a la arena se secan y vuelven al mar en forma inocua. Pero cuando el volumen es enorme, solo se seca una pequeña parte. Y el resto, al descomponerse, provoca lo que ya sabemos. Producción de metano, bacterias y hongos
Sin embargo, el sargazo en mar abierto, es una bendición para sus habitantes. Porque alimenta da sombra y cobijo a peces, camarones, cangrejos y tortugas. Es solo al acercarse a la costa cuando cambia y su reproducción se multiplica, gracias a la luz. Entonces provoca todas las afecciones antes citadas y además, cuando desaparece, lo hace dejando una letal carga de sedimentos que acaban con organismos del litoral, flora y fauna costera. Esto ocurre porque el sargazo agota el oxígeno marino. Y sin oxígeno, nadie puede vivir en las zonas invadidas por la marabunta alguícola.
De hecho, la Universidad Nacional Autónoma de México, acaba de hacer público que, desde 2018 han aparecido muertos en las costas del Caribe mexicano ejemplares de 72 especies, principalmente peces, además de crustáceos y otros animales. Son los estragos del fantasma. Mientras tanto, las imágenes de satélite muestran manchas hasta cinco veces más grandes que el año pasado. Las nuevas islas del Caribe.

La primera reacción es urgente y paliativa. Retirarlo. Solo en el estado mexicano de Quintana Roo, los hoteleros gastan millones de dólares al año en ello. Porque sin mar turquesa y arena blanca, se acabó el negocio. Y los estados yucatecos (Yucatán, Campeche y Quintana Roo), viven de la playa. Además, hay que retirarlo con cuidado, porque si no, se elimina también la fauna enredada o residente en sus dominios. Por lo tanto, no es fácil retirarlo bien. O sea que no es barato. También hay que guardarlo a buen recaudo. Más caro aún.
La segunda reacción es más efectiva. Economía circular aplicada al caso. Sería hacer lo mismo que con las medusas o los lodos de depuradora. Reutilizarlo.
¿Para qué sirve el sargazo que flota triste y abandonado y se deposita en la arena de la playa? Para convertirlo en un biofertilizante y hacer compost y abono. Porque contiene minerales, carbono y nitrógeno. Y para su uso en las industrias farmacéutica, cosmética y alimentaria. Para ello, debe someterse a un proceso de secado para fabricar harina de algas. Pero se descompone antes. Si este problema se resuelve, cosa harto difícil, su uso para hacer un excelente chantillí o una buenísima crema batida está asegurado.
Por ahí van los esfuerzos denodados de los expertos de la Universidad Autónoma de la Baja California. Pretenden convertir el sargazo en un agente de control biológico de patógenos para mantener a raya a las posibles enfermedades que se dan en la época posterior a las cosechas.
Seguiremos con interés sus trabajos. Para confirmar si este biofertilizante puede llegar a comercializarse y usarse uso en la agricultura. Como siempre, hay que convencer primero a los gestores de la administración pública. Solo ellos pueden destinar los presupuestos necesarios para que las investigaciones lleguen a buen puerto. Porque aunque la retirada del sargazo de las playas siempre será costosa, puede merecer la pena si existe una alternativa biotecnológica viable, confiable y seductora.
Si lo es, la creación de una industria que se nutra de una materia prima casi infinita y sin coste de extracción, permitirá a los habitantes de las zonas afectadas vivir mejor. Porque no dependerán exclusivamente de un turismo que puede no volver si pierde la confianza al verse atenazado por el miedo. Y porque tendrá una alternativa de negocio y ocupación, tanto en la agricultura como en la construcción, la alimentación, la fabricación de platos, vasos, combustibles, polímeros, papel y alginatos.
Debemos resaltar la importancia de estos últimos. Los alginatos son polisacáridos con propiedades espesantes y formador de geles. Su valor de mercado es diez dólares por kilo. Imagine el lector si pudieran procesarse la ingente cantidad de sargazo. Toneladas y toneladas de producto almacenado en las playas, a diez dólares el kilo.
En la Baja California ya hay una planta que procesa algas marinas. ¿Por qué no podría hacer lo mismo con el sargazo de la zona? Se calcula que sería posible con una inversión de dos millones de dólares. En ella se secarían y procesarían con un ácido muy suave. Después se alcalinizarían para elevar el pH de la solución hasta 10 u 11. Con la pasta resultante se hace precipitar el alginato con cloruro de calcio y con carbonato de sodio y se obtiene un alginato de pH neutro.
Soluciones para ahuyentar fantasmas. Medusas, plásticos y sargazos, deben pasar de ser noticias que agitan las redes sociales y los medios de comunicación a esperanzas de futuro. Del futuro del agua, también
En lugar de asustarnos, miremos la otra cara de la moneda. Y en ella comprobaremos que el problema que nos asusta podría no serlo tanto. Quizás sea una oportunidad más de avanzar hacia el futuro
Lorenzo Correa
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