El crepúsculo de las infraestructuras hidráulicas


La obra hidráulica era, para los de mi generación y las anteriores, un cúmulo de infraestructuras colocadas sobre el territorio con más o menos orden. Entonces, todavía el plástico en el agua no era un problema conocido y el cambio climático tampoco. Ni siquiera se hablaba de infraestructuras verdes 

En esas infraestructuras,  se basaba el pensamiento dominante, porque, diccionario en mano, constituían el “conjunto de elementos, dotaciones o servicios necesarios para el buen funcionamiento de un país, de una ciudad o de una organización cualquiera”. Así las cosas, cuando estudiábamos nos enseñaban a pensarlas, calcularlas y definirlas y cuando empezábamos a trabajar, a hacerlas bien.

Durante un más de un siglo, este pensamiento se mantuvo como un dogma y sus oficiantes, los ingenieros hidráulicos, los geólogos, los topógrafos y los delineantes, eran los sumos sacerdotes del rito. Sus catedrales, las presas de embalse, sus basílicas, los canales. Y sus iglesias, las plantas de potabilización y depuración de aguas residuales. Eran inauguradas con pompa y circunstancia. Y se destacaban en el paisaje como hitos indiscutibles del progreso.

Con el último cambio de siglo, esta percepción comenzó a perder brillo en la sociedad. Y hoy, como todos sabemos, se miran de otra manera. Tanto que, para muchos ya no son el paradigma del progreso, sino instalaciones coadyuvantes a la destrucción del medio hídrico. Y ahora, el plástico preocupa más.

Sea como fuere, están ahí y se siguen construyendo. Aunque para algunos hayan llegado a su crepúsculo. Ahora bien, “crepúsculo” es una palabra con dos acepciones. La primera, quizás la más conocida es la de “fase declinante que precede al final de algo”. Nosotros creemos que hay cada vez más casos de infraestructuras que están llegando a un grado de deterioro tan alarmante, que es posible que no lleguen a ver el siguiente crepúsculo. Precisamente, el de la segunda acepción, “claridad que hay desde que raya el día hasta que sale el sol, y desde que este se pone hasta que es de noche”.

En la segunda década de nuestro siglo, que ahora comienza, el calentamiento global alarma. Y los plásticos, sobre todo, amenazan a los gestores del ciclo del agua. Pero no hay que olvidar que las infraestructuras existentes y las que vengan, deberán estar diseñadas y gestionadas para afrontar el reto de las crisis climáticas. Aunque sean verdes.

 Inundaciones, sequías, ciclones tropicales, precipitaciones extremas, nevadas exorbitantes, acuíferos sobreexplotados, ríos contaminados y humedales secos. Lo de siempre, pero más temido porque los medios de comunicación lo recuerdan constantemente. Y con efectos más devastadores que nunca porque nunca habíamos sido tantos habitantes en el planeta ni ocupado tanta superficie para vivir.

Aunque solo fuera por estos motivos, no podemos permitirnos infraestructuras crepusculares. Deben estar en perfecto estado de revista. Pero, lamentablemente, no es así.

¿En qué estado se encuentra lo construido? Disponemos en el “primer” mundo de provectas y casi infinitas redes de abastecimiento, drenaje y saneamiento. ¿Están hechas para durar? ¿Se encuentran en buen estado de conservación? Si dirigimos nuestra atención a los países en vías de desarrollo o aún no desarrollados, el panorama es desolador.

En el primer caso, la rehabilitación es tarea prioritaria y urgente. Si no, muchas infraestructuras hidráulicas crepusculares de primera magnitud europeas y norteamericanas, se hundirán en las tinieblas de la obsolescencia. Con el consiguiente peligro para vidas y haciendas que ello supone.

La alarma al respecto procede de informes de instituciones prestigiosas, que no dejan lugar a dudas. Es el caso de la Sociedad Estadounidense de Ingenieros Civiles, ASCE. Sus opiniones son respetadas en el mundo de los gestores y constructores de infraestructuras, ya que representa a más de 150.000 miembros de la profesión en 177 países.

Y lo lleva haciendo desde 1852.  Desde entonces es el faro que guía a los profesionales que planifican, diseñan, construyen y gestionan las infraestructuras. Los que alimentan el motor económico de la sociedad, procurando a la vez hacerlo sin afectar el entorno natural o restaurándolo cuando es preciso.

Desde 1988, ASCE publica cada cuatro años un informe detallado sobre la situación de las infraestructuras en el que usa un método similar al que emplean muchas escuelas estadounidenses para calificar los resultados de sus alumnos con letras que van de la A (excepcional) a la F (fracaso). Pues bien, comparen a continuación el penúltimo y el último informe (2017-2021), de infraestructuras useñas de tan reputada institución. Se enciendieron todas las señales de alarma en 2017 porque habría que invertir cerca de cinco billones de dólares para reparar, restaurar y recuperarlas.  Porque en él, el estado se correspondía con un D+. Cuatro años más tarde, hemos pasado al C-. Continúan en la mediocridad, aunque la ley Biden de infraestructuras haya mejorado algo la situación anterior

ASCE Infrastructure Report 2017

ASCE Infrastructure Report 2021

Lejos queda lo que hace ya cinco años, el presidente Trump escribía en uno de sus tuits: “Después de gastar tan estúpidamente US$7 billones en Medio Oriente, es hora de empezar a invertir en nuestro país«. Para ello, presentó su propuesta para mejorar las infraestructuras con inversiones públicas y privadas por US$1,5 billones. Para dotar de presupuesto a las actuaciones y fijar un calendario para su ejecución. Luego, con el cambio de mando presidencial,  Biden presentó su ley antes mencionada

De todas las infraestructuras, las mejor valoradas son las ferroviarias (B), seguramente porque la mayoría están gestionadas por el sector privado. Y es que, si falla, no vende billetes. Las siguen los los puertos, (B-) los puentes (C) y  la gestión de desechos sólidos (C-) . Después, casi al final de los 17 estudiados, aparecen nuestras infraestructuras hidráulicas, con un D, cerrando la lista con el farolillo rojo de las carreteras y las aguas residuales,, que solo llegan a un D-

Por lo tanto, en el nivel D siguen estando infraestructuras tan vitales como presas, redes de abastecimiento, encauzamientos y redes de aguas residuales. Es un auténtico crepúsculo de las infraestructuras hidráulicas norteamericanas. Y solo invirtiendo, podrá solucionarse

Pero cruzar el charco y venir a Europa, también es desconsolador. Alemania tampoco puede sentirse muy ufana del estado de conservación de sus infraestructuras. El paradigma del orden y el concierto, también sufre por su crepúsculo.

Tanto, que han tenido que lanzar el Plan Federal de Infraestructuras de Transporte 2030, que recoge las inversiones tanto en mantenimiento y reposición como en ampliación y obra nueva en las vías de circulación (carreteras, vías ferroviarias y vías o canales fluviales), dependientes del  estado

Por todo ello, la fama tanto de Estados Unidos como de Alemania, se tambalea. Eran no hace mucho dos países con la mejor agua potable del mundo. Ahora, menos del uno por ciento del  suministro mundial de agua es consumible. Y en EEUU, los casos de Flint y Newark, aumentan el desasosiego y la desconfianza en la salud de las infraestructuras hidráulicas.

De los problemas existentes en países en vías de desarrollo y sobre todo de los que aún no tienen vías para el desarrollo, ya hemos hablado aquí con profusión, emoción y hasta ilusión. Y el panorama es patético.

Por eso, da igual a donde dirijamos el foco. El crepúsculo de las infraestructuras lo iguala todo y exige una toma de conciencia mundial para abordar el reto de la reconstrucción, de la restauración y sobre todo del mantenimiento con ganas y dinero. Y por supuesto, construir con la calidad máxima posible las nuevas.

Este es un problema que debemos abordar con la misma intensidad que el segundo problema que angustia a los gestores del agua del futuro. El del plástico.

Porque como también hemos indicado en estas páginas, hay que dejar de consumir envases de un solo uso, ya que el 40% del plástico usado lo es. Y no basta con reciclar.

No nos importa repetir las cifras, porque debemos tenerlas presentes.

  • Se venden 500.000.000 de botellas al año.
  • Se reciclan 500.000. Hay 6.000 millones de toneladas de basura plástica a nuestro alrededor, generada tan solo en ¡50 años!
  • Una botella de plástico se crea en 2 segundos. Y se descompone en varios siglos
  • 8.000.000 de toneladas van al mar cada año.
  • China, Indonesia, Filipinas, Tailandia y Vietnam contribuyen con más del 50% del plástico debido a la nula gestión sostenible de sus vertederos.
  • China pretende eliminar el plástico de un solo uso en cinco años.
  • El 83% de las muestras de agua del grifo analizadas en todo el mundo contienen microplásticos
  • El 94% del agua del grifo analizada en los Estados Unidos, los contiene.
  • En Alemania, el sistema Pfand (depósito) permite pagar desde el año 2003 una cantidad adicional al adquirir una botella o lata. El dinero se devuelve cuando los envases son retornados en lugares establecidos para ello

Toca ahora informar sin descanso para aprovechar la expansión sencilla y rápida de la información que producen las redes sociales. Porque son  las mejores herramientas para conectar y compartir información. Y solo se cambia cuando dejamos de hacer lo de siempre. Pero antes debemos ser conscientes de que lo hacemos y saber que pueden hacerse las cosas de otra manera.

De esta manera, todos podemos contribuir con nuestros actos y decisiones a conseguir cumplir el objetivo primordial de la gestión del futuro del agua. Que todos dispongan de agua en el mundo sin que ese avance suponga la destrucción de nuestro planeta. A pesar del crepúsculo de las infraestructuras, del cambio climático y del plástico. Estos son los tres retos de la década que comienza.

Hay mucho trabajo que hacer para iluminar el crepúsculo de las infraestructuras y para eliminar el plástico que nos atosiga. Lo bueno es que todos podemos hacer algo para lograrlo. Y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son el mejor aliado para conseguirlo

Lorenzo Correa

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