Languidece el río en el embalse esperando las tormentas que cada verano le hacen revivir. También cae la tarde, despidiendo al sol que tozudo y constante nos visita cada día desde hace mucho tiempo. Y el río que descansa en el vaso de la presa se pregunta hasta cuando la evaporación seguirá llevándose el agua que todos esperamos para regar, beber y marear en las turbinas.
Verano seco en el que languidece el río, recordando cuando la presa no estaba y su cauce era en la época estival tan magro como ahora lo es en la cola del embalse. Y se asombra al contemplar la barriga de la presa. Ese preñado, aunque casi siempre oculto, perfil abovedado. Cuánto costó proyectarlo y construirlo. Pero ahí está. A punto de cumplir su primer medio siglo sin haber dado ningún problema serio.
Gracias a él, en estado de preñez eterno, las aguas se serenan y sus empujes se aminoran. Evita fisuras y vuelcos. Aprovechemos que la sequía nos lo muestra para agradecerle sus servicios. Y hacerlo también a los que día y noche velan por su estado.
También languidece el río abrazando las pilas del viaducto. Piernas que que muestran sus tobillos, casi siempre ocultos por el calcetín del agua. Bellas e insólitas vistas de un río embalsado cuando las lluvias escasean y dejan ver sus vergüenzas. Y las de la presa y el vaso que debería llenar pronto.
Las tormentas ya vienen. Aprovechad para contemplar tan extrañas visiones. Que el otoño ya está aquí
Lorenzo Correa
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