El embalse y lo sublime.


Podríamos decir que fracasaron dos presas en Libia. Porque  fracasar es según el DRAE, “Dicho de una pretensión o de un proyecto: frustrarse (malograrse)” y también “destrozar (despedazar)”
Lo cierto es que se malograron y destrozaron aquellos dos proyectos y de las presas, sus directas realizaciones, no ha quedado casi nada. Tragedia. Dolor y solidaridad con los afectados. Materiales sueltos en presas de alivio sin aliviaderos laterales capaces de evacuar grandes avenidas ni estudios de inundación por rotura con planos de inundabilidad/planes de evacuación claros y conocidos por los potenciales afectados, no parece la mejor solución. Un vertido descontrolado por coronación supone el fracaso de la estructura. Y si no hay equipos preparados para el aviso y la evacuación, catástrofe habemus. La investigación dirá.

Pero no todo es así, como demuestran los hechos en muchos lugares de ubicación de presas del mundo.
Hoy fuimos a ver una obra  bien hecha. Tuvimos que elevar mucho nuestra cota durante el paseo fluvial  para poder llegar a contemplar un embalse sublime. Hubo suerte porque el verano  fue muy lluvioso y la naturaleza colaboró con el fotógrafo

¡Qué bello es poder disfrutar de la integración en el paisaje de una obra humana! Pasar en pocos años de modesto, aunque ufano, riachuelo a lago artificial.

El resultado es sublime y nos retrotrae a la estética literaria del siglo XVIII. Recordamos a Pseudo Longino postulando que el lenguaje sublime procede de la naturaleza y/o del arte. Hoy toca naturaleza. En las fotos que ilustran nuestro humano río de hoy, se combina el verde brillo de la vegetación, que respira luz tras la tormenta, con el espejo de agua que interrumpe su continuidad allá abajo. Y el cielo sobre todo.

La contemplación del conjunto apasiona y hace perder la racionalidad que nos podría llevar al debate eterno de las presas y el paisaje. Pero hoy, lo sublime es el embalse y su adaptación al medio que en su día, invadió. Porque, ahora y aquí, en la soledad del monte, produce un inefable sentimiento que sale del almacén del corazón.

Será impreciso e irracional.  Pero es un sentimiento. Nuestra reflexión sobre estas sensaciones nos llevan a recordar la Crítica del Juicio (1790) de Kant. Y releemos sus palabras: “lo bello en la naturaleza se refiere a la forma del objeto, que consiste en su limitación, lo sublime, en cambio, puede encontrarse en un objeto sin forma, en cuanto en él, u ocasionada por él, es representada la ausencia de límites”.

Parece que estuvo aquí, como nosotros, para escribirlo y describirlo. Sublime es, sin duda este paisaje trascendental. Nos quedamos viéndolo, silenciosos y contemplativos frente a ese bosque primaveral. E imaginamos la alegría de los que riegan los frutos de la tierra con el agua embalsada. Bálsamo en tiempos de catástrofe.

Trinidad mística formada por el cielo, el agua y la tierra regada. Y todo emana del embalse. Sublime, sin duda

Lorenzo Correa

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