Los encauzamientos y la ley del embudo


Encauzar es abrir y no cerrar. Es ensanchar y nunca estrechar. En el caso de nuestros queridos ríos humanos y urbanos, debería ser la antítesis de un embudo. Se trata de abrir un cauce para que discurran  por él unos caudales determinados. Y previamente estipulados por el cálculo   de expertos en la materia. Para conducir una corriente por un cauce, evitando que se desborde con frecuencia.

Un río encauzado, según esta definición sería un canal que fija la capacidad de desagüe y elimina obstáculos que pongan en peligro a los bienes defendibles en la zona inundable  y a la integridad de las personas que en ellas residen o por ellas transiten.

Por eso la ingeniería hidráulica actúa en defensa de los intereses de los ribereños, protegiendo con las actuaciones que proyecta y ejecuta a los que sufragan con sus impuestos las obras necesarias para tal fin. Es decir, que elimina el efecto embudo.

Podrá discutirse, porque el debate siempre es sana fuente de aprendizaje, si es mejor dejar los cauces como están  o encauzarlos. Lo ideal es siempre quede este debate surja el consenso necesario para equilibrar los males con los bienes. Y de  él el acuerdo que permita a los expertos trabajar sin agobios de presión social y/o política.

Pero lo que cuesta entender a primera vista es el encauzamiento con embudo, que hemos fotografiado en uno de nuestros paseos fluviales de diletantes de los jueves.

Nos recuerda la ley del embudo. Ya saben, la que nos dice que el más fuerte se queda con el lado ancho, mientras que el débil se queda con el estrecho, en clara referencia a la forma del embudo.

En cualquier caso, lo que se pone de manifiesto es lo difícil que es actuar en el cauce. Aquí vemos como para defender a los habitantes de ambas márgenes se realizó un encauzamiento muy bien proyectado. Los cajeros disponen de una concavidad exquisita que permite desaguar  más caudal con menos calado. Pero hay un puente preexistente que hace de embudo. Sustituirlo por otro que respete la anchura del nuevo encauzamiento es costoso. Y ahí nos quedamos con el embudo y la constatación de que siempre hay que decidir qué hacer. Lo que no es nada fácil. La ingeniería puede con todo. Los decisores, no.

Afortunadamente, el día en el que haya presupuestos disponibles para cambiar el puente, el encauzamiento podrá funcionar en todo su esplendor, como la ingeniería había proyectado. No todo va a ser malo, el embudo algún día desaparecerá.

Lorenzo Correa

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