Escribió Charles Baudelaire que el faro es «luz que ilumina al navegante, al desorientado, al indeciso, al colérico, al pacífico, al guerrero, al esclavo, al amo….al hombre» . Por eso es tan poético acercarse a ellos y, aunque solo sea por unos momentos, divisar el paisaje marino que ellos contemplan eternamente.
Porque su luz nos acompaña a todos en nuestras emociones y en nuestras vicisitudes mundanas. El faro siempre permanece en la orilla. Las aguas no llegan a salpicarlo excepto cuando la tempestad ruge y las olas lo abrazan. En cualquier caso, reina eternamente sobre las aguas marinas en constante movimiento. Y por la noche, las escruta con su luz intermitente.
Desde el otro lado, el navegante también busca el faro con fruición cuando la necesidad obliga. De su luz depende la orientación adecuada para llegar a buen puerto entre la bruma y el oleaje desatado. Rayo amigo de todos los marinos, que esperan divisarlo en la noche oscura en la que es la única estrella visible.
El faro nos ha inspirado un soneto de mar y buques. De alegrías y zozobras. Que la paz nos alcance cuando lo veamos como una antorcha que nunca acaba de apagarse mientras navegamos en aguas procelosas.
Lorenzo Correa
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