La fuente, protagonista de un poema de uno de los poetas más preclaros de Iberoamérica, Rubén Darío. Proyectamos aquí su poesía sobre la majestuosa y romana surgencia de las Burgas de Orense entre murmullos musicales de aguas misteriosas. Y este gran vate modernista, nicaragüense de pro, nos trae desde el pasado su poema.
Rubén le recuerda a su joven interlocutor que tiene el don de la juventud. Por ello, posee el don de la vida. Y así, aún está a tiempo de elegir entre el bien y el mal. Porque el agua de la fuente fluye como la vida. También, como la vida, algún día se seca. Mientras tanto, hay que elegir, siendo fieles a nuestros principios. Valores eternos que todos poseemos y que renovamos al beber de la fuente que sacia nuestra sed. Porque, a veces, la vida nos deshidrata el alma.
La musicalidad del agua, cantarina en la fuente, esencial en la poseía nos acompaña hoy, porque a Rubén hay que leerle en voz alta. No importa que la forma a veces esté por encima del contenido. En palabras del Rubén, la musicalidad “es solo de la idea muchas veces”.
A partir de la importancia que le concedió el Modernismo al ritmo, la evolución poética ha llegado a prescindir de la rima y de los metros tradicionales, tendiendo la poesía actual como factor relevante a la musicalidad del verso. Que esa musicalidad, la del agua, la de la poesía, sea herramienta de seducción para la gestión del agua del futuro.
Oigamos en los versos de Rubén su música de lira, de flauta, de violín. Y de ese arroyo del que, a veces, se alimenta la fuente.
Lorenzo Correa
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