Se cumplen por estas fechas 111 años de la celebración en Zaragoza del Congreso de Riegos de 1913. Sin duda fue el inicio del futuro del agua que hoy es presente, aunque para muchos lo deseable es que formara parte de un pasado a olvidar.
Las obras hidráulicas fueron las protagonistas en la sombra del Congreso. Todo lo que hoy parece normal a unos y obsoleto y destruible a otros, podríamos decir que comenzó allí. En el mes de junio de ese año, la Federación Agraria Aragonesa, llamó a las» «corporaciones agrícolas, económicas, industriales y sociales de la nación y a todos cuantos tuvieren en pensamiento, proyecto facultativo o disfrute cualquier obra hidráulica«, a que asistieran al Congreso de Riegos.
626 personas con el Ministerio de Fomento y la Diputación de Zaragoza como apoyos fundamentales, asistieron a una convocatoria «de suma importancia para los intereses patrios«. La mayoría fueron agricultores e ingenieros, aunque pocos políticos se asomaron por la Facultad de Medicina y Ciencias donde se celebró. La sombra protectora del precursor Joaquín Costa abarcaba a los congresistas y ponentes.
Rafael Gasset, a la sazón ministro de Fomento, declaró en la presentación que «en este país de lluvias irregulares e insuficientes, los riegos no son algo, lo son todo«. Y puso el dedo en la llaga de la polémica existente sobre quien debía sufragar lo que había que hacer. «Para hacer esas obras hidráulicas que necesitamos con objeto de que el agua fertilice el suelo nacional, ¿a quién hemos de dirigirnos? Indudablemente al Estado«
Reclamaba aquí para su ministerio, muy pobre entonces en aportaciones estatales, presupuestos suficientes para acometer lo que se venía encima. Dinero para «hacer caminos, canales, puertos y pantanos, es decir, para todo lo que significa impulso de la riqueza. Así no se puede hacer vida europea, ni siquiera africana». Porque sus detractores opinaban que quien quisiera hacer algo para mejorar sus tierras, se lo pagara de su bolsillo.
En sus cinco días de duración, el Congreso debatió veintiuna ponencias. En ellas se, tocaron todos los problemas que los riegos plantean y todos los beneficios que de ellos se derivan. También todas las reformas que su establecimiento demanda.
Destaca la relativa a la nacionalización de las obras públicas (Marraco). Y la relativa a la regulación de los ríos mediante embalses y la producción de energía hidráulica de Luis Sánchez Cuervo.
El consejo que dio a los asistentes el ministro Gasset, liberal que tenía ya sus días contados en el Ministerio, fue profético. «Si no llegamos a formar un organismo vivo, no se logrará nada»
Trece años más tarde, nacía la Confederación Sindical Hidrográfica del Ebro. Pero esa ya es otra historia, que ya hemos contado en estas páginas. Celebremos hoy la efemérides. 110 años desde que unos visionarios del futuro del agua se pusieron de acuerdo sobre los medios más idóneos para acabar con el hambre y la sed de los campos.
Lorenzo Correa
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