El agua en el terrorífico informe del IPCC 2023


Hace unos meses, se hizo público el Sexto Informe de Evaluación (AR6) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). La importancia de este documento se basa en que se ha tardado ocho años en confeccionarlo. De hecho, recoge conclusiones de centenares de científicos de diversas ramas del conocimiento del cambio climático. Unos de su ciencia física, otros de sus impactos, adaptación y vulnerabilidad. Y algunos centenares más, de su mitigación.

Para los desastrólogos, es  desalentador. Pero hay que leerse 8.000 páginas para comprobar que lo es de verdad. En ellas, dan miedo los negros augurios de devastadoras consecuencias del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en todo el mundo. Anuncian la destrucción de viviendas, la pérdida de medios de subsistencia y fragmentación de las comunidades. Y no menos terror dan los riesgos cada vez más peligrosos e irreversibles que se avecinan si no cambiamos para que algo cambie.

Por fortuna, hay también páginas de esperanza .Como por ejemplo la identificación de sencillas acciones para evitar la intensificación de riesgos. Entre otras, las encaminadas a reducir emisiones de GEI, aumentar la eliminación de carbono y generar resiliencia. Y, como siempre, el IPCC concluye afirmando que aún es posible asegurar un futuro en el que el planeta sea seguro y habitable.

Veamos cómo está el agua en el informe:

Con un aumento de la temperatura global de 1,1ºC, ya se constatan en todas partes cambios en el  clima inéditos en siglos o milenios. Por ejemplo, aumento del nivel del mar,  retroceso de los glaciares y rápida desaparición del hielo marino. Si la temperatura sigue subiendo, nos cuentan que por cada medio grado aumentará la frecuencia y gravedad de los extremos de calor, la intensidad de los episodios de precipitación y las sequías. 

Es para sudar mucho leer que las olas de calor que, en promedio, surgían una vez cada 10 años en un clima con poca influencia humana multiplicarán su frecuencia con un grado de precisión increíble. Por 4 con un aumento de 1,5ºC. Por 6 veces con 2ºC y por 9 con 4ºC. Consiguientemente, la temperatura aumentará en cada caso 1,9,  2,6 y 5,1 º C respectivamente.

Por ello, se incrementará el deshielo del permafrost y la asfixia de los bosques. Además, vaticinan que un aumento de entre 2 y 3º C hará derretirse las capas de hielo de la Antártida occidental y Groenlandia a lo largo de muchos miles de años, lo que provocaría un aumento de los niveles del mar de varios metros.

En otro orden de cosas, cada vez más aterrador, se destaca una frase del Secretario General de la ONU.  Tendremos delante de nuestras vidas un “atlas del sufrimiento humano” ya que los impactos climáticos adversos ya son de mayor alcance y extremos de lo previsto. Por eso, casi la mitad de la población mundial padece ya una grave escasez de agua durante al menos un mes al año. Y las cada vez más altas temperaturas provocan la propagación de enfermedades como la malaria, el virus del Nilo Occidental y la enfermedad de Lyme. 

Mientras, cada vez hay menos avances en la productividad agrícola en las latitudes medias y bajas. En el caso de África se ha reducido una tercera parte desde 1961. Y desde 2008, las inundaciones y tormentas extremas han obligado a más de 20 millones de personas a abandonar sus hogares cada año. A este ritmo de calentamiento, casi 1000 millones de personas que residen en zonas secas  sufrirán estrés hídrico, estrés térmico y desertificación. Además, la población mundial expuesta a inundaciones aumentará un 24%.

Solo con el aumento de grado y medio, se extinguirán humedales, marismas y las especies que allí habitan. Por eso inciden en la importancia de  limitar la magnitud y la duración de superar ese aumento térmico  

De todos es ya sabido que la única manera de luchar contra esta maldición divina es adoptar medidas de adaptación. Que generen resiliencia. Pero eso solo se conseguirá si hay suficiente dinero destinado a ello.  

Y es que según el IPCC, sólo los países en vías de desarrollo necesitarán 127.000 M$/año para 2030. O 295.000/año para 2050 para adaptarse al cambio climático. Sin embargo, lo destinado a estos menesteres adaptativos, ascendió a entre 23.000 y 46.000 millones de dólares entre 2017 y 2018. Lo que representa solo entre el 4% y el 8% de la financiación climática  y comprometida.

La buena noticia es que el IPCC considera que, con suficiente apoyo, las soluciones de adaptación probadas y fácilmente disponibles pueden generar resiliencia a los riesgos climáticos. Y, en muchos casos, también beneficios más amplios en términos de desarrollo sostenible.

Un indicador de cómo están las cosas son los corales. Y en aguas poco profundas de la costa de Indonesia ya se han convertido en escombros. Porque las altas temperaturas han provocado un aumento de la mortalidad en los sistemas de arrecifes de coral de las comunidades costeras.

Más miedo para los habitantes de regiones alpinas. Superar el famoso grado y medio de aumento de la temperatura global, supondrá que allí los que dependen de la nieve y el deshielo de los glaciares  experimenten carencias en su abastecimiento de agua a la que no se podrán adaptar. 

No es suficiente que, como sucedió en la COP27, los países decidan establecer mecanismos de financiación para las pérdidas y los daños, incluido un fondo específico. Además deben determinar los detalles de cómo serán en la práctica estos mecanismos de financiación, así como el nuevo fondo. Solo así se garantizará la suficiencia, accesibilidad, adicionalidad y previsibilidad de estos flujos financieros para quienes experimentan pérdidas y daños.

Sigue el susto. Nos anuncian que las emisiones globales de GEI alcanzarán su punto máximo antes de 2025 en trayectorias alineadas con los 1,5º C. Amigos, el IPCC cree en la alta probabilidad de que el aumento de la temperatura global los alcance o supere entre 2021 y 2040. Y en todos los escenarios estudiados. Además, en la banda alta de la predicción. el planeta puede alcanzar este umbral incluso antes, entre 2018 y 2037. 

Y la temperatura global en un escenario tan intensivo en carbono también podría aumentar de 3,3º C a 5,7 para 2100. Afirman que la última vez que las temperaturas globales excedieron los 2,5ºC por encima de los niveles preindustriales fue hace más de 3 millones de años.

La tasa de crecimiento anual de las emisiones de GEI se desaceleró de un promedio de 2,1% anual entre 2000 y 2009 a 1,3% anual entre 2010 y 2019. Pero los avances globales en la mitigación del cambio climático siguen lejos de alcanzar los objetivos. Las emisiones de GEI han aumentado de manera constante durante la última década. Y alcanzaron 59 gigatoneladas de a dióxido de carbono equivalente (GtCO2e) en 2019, aproximadamente un 12% más que en 2010 y un 54% más que en 1990.

Incluso si los países cumplieran sus compromisos climáticos (también conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional o NDC),  una  investigación del WRI  concluye que reducirían las emisiones de GEI en apenas un 7% con respecto a los niveles de 2019 para 2030. Lo que contrasta con el 43% asociado con limitar el aumento de la temperatura a 1,5º C. Algunos países han presentado  NDC nuevas o mejoradas  desde la fecha límite del IPCC. Pero  un análisis más reciente  que tiene en cuenta estas presentaciones concluye que estos compromisos en conjunto aún no alcanzan para cerrar esta brecha de emisiones.

La conclusión es que el planeta debe abandonar rápidamente la quema de combustibles fósiles, la principal causa de la crisis climática. Auguran que si se aumenta solo el famoso grado y medio, solo se pueden emitir 510 Gt de CO₂ neto. Antes de que las emisiones de CO₂ lleguen a cero neto a principios de la década de 2050. Sin embargo, las futuras emisiones de CO₂ procedentes de la infraestructura de combustibles fósiles existente y planificada por sí solas podrían superar ese límite en 340 Gt de CO₂. Alcanzando 850 Gt. Por ello, las emisiones de dióxido de carbono de los combustibles fósiles existentes y planificados hacen que el objetivo de 1,5ºC esté fuera de alcance

Para evitarlo , habría que retirar la infraestructura de combustibles fósiles existente. Y olvidarse de  nuevos proyectos, modernizando las plantas de energía alimentadas con combustibles fósiles con tecnologías de captura y almacenamiento de carbono (CAC). Y aumentando fuentes de energía renovables como la solar y la eólica. Porque ahora son más baratas que los combustibles fósiles en muchas regiones.

Sin embargo, todas las estrategias de eliminación de carbono tienen ventajas y desventajas. La reforestación, por ejemplo, es una estrategia de fácil acceso y relativamente de bajo costo que, cuando se implementa adecuadamente, puede brindar una amplia gama de beneficios a las comunidades. Pero el carbono almacenado en estos ecosistemas también es vulnerable a perturbaciones como los incendios forestales, cuya frecuencia y gravedad pueden aumentar con el calentamiento adicional.

Y, si bien las tecnologías como la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS) pueden ofrecer una solución más permanente, estos enfoques también corren el riesgo de desplazar las tierras de cultivo y, al hacerlo, amenazar la seguridad alimentaria. 

Concluye el larguísimo informe pidiendo dinero. Porque aunque la financiación climática pública y privada anual ha aumentado más del 60% desde el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, todavía se necesita mucho más para alcanzar los objetivos globales de cambio climático. Aumentar entre tres y seis veces para 2030 sólo para alcanzar los objetivos de mitigación.

Deben sextuplicarse en el Sudeste Asiático y los países en desarrollo del Pacífico. Quintuplicarse en África. Y ser 14 veces superiores en Oriente Medio para 2030. Si se pretende mantener el calentamiento por debajo de los 2ºC. Y en todos los sectores, este déficit es más pronunciado en la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra, donde los flujos financieros recientes son entre 10 y 31 veces inferiores a lo que se requiere para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París.

Por otra parte, los países en desarrollo necesitarán 127.000 millones de dólares al año para 2030 y 295.000 millones de dólares al año para 2050 para la adaptación.

Es un hecho comprobado que los hogares con ingresos en el 10% superior, emiten más del 45% de los GEI del mundo, mientras que las familias con ingresos en el 50% inferior representan el 15% como máximo. Y que entre 3.300 y 3.600 millones de personas viven en países muy vulnerables a los efectos del cambio climático, con focos globales de vulnerabilidad concentrados en el Ártico, América Central y del Sur, los pequeños Estados insulares en desarrollo, el sur de Asia y gran parte del África subsahariana. 

En muchos países de estas regiones, los conflictos derivados de la pobreza y el acceso limitado a servicios básicos como el agua potable no solo aumentan la sensibilidad a los peligros climáticos, sino que también limitan la capacidad de adaptación de las comunidades. La mortalidad por tormentas, inundaciones y sequías, por ejemplo, fue 15 veces mayor en los países con alta vulnerabilidad al cambio climático que en los de muy baja vulnerabilidad entre 2010 y 2020.

El Informe deja claro que los riesgos de no actuar frente al cambio climático son inmensos y que el camino a seguir exige cambios a una escala nunca antes vista. Sin embargo, también recuerda que nunca hemos tenido tanta información sobre la gravedad de la emergencia climática y sus efectos en cascada, o sobre lo que se debe hacer para reducir la intensificación de los riesgos.

Limitar el aumento de la temperatura global a 1,5º C todavía es posible, pero solo si actuamos de inmediato. Hay que alcanzar el pico de emisiones de GEI antes de 2025. Reducir casi a la mitad las emisiones de GEI para 2030 y alcanzar emisiones netas de CO₂ cero a mediados de siglo. Todavía hay una pequeña ventana de oportunidad abierta, pero no hay un segundo que perder.

¿Es para asustarse?  El tiempo lo dirá

Lorenzo Correa

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