Llevamos una semana trepidante , aterrados (nuca mejor dicho) por la tragedia de la gota fría levantina que ha descargado toda la ira divina de las catástrofes naturales sobre varias cuencas valencianas. Pero el paradigma de la tragedia son las poblaciones alcanzadas por el desbordamiento del barranco (aunque aquí preferimos llamarle rambla) del Poyo.

Ya hemos escrito en estas páginas nuestra reflexión sobre lo ocurrido. Hoy, ya va siendo hora de relajar algo el estrés hídrico. Y sin dejar de pensar en el horror por los afectados, les proponemos acompañarnos a una visita por un cauce que hoy es la antítesis de la rambla del Poyo. El del río Tordera en Barcelona.

Cambiemos el color marronoso de una amalgama de cañas y lodo, por la verde y relajada contemplación de la Tordera ocupando el dominio público hidráulico de su cauce. Los taludes y cajeros llenos de cicatrices de la rambla del Poyo por la amena y deliciosa vegetación de ribera de la Tordera. De Valencia a Barcelona.

Aguas de ramblas endorreicas de la sierra de Chiva coinciden en la de Poyo para morir en la Albufera. En el caso de la Tordera, son las del macizo del Montseny quienes la alimentan. Ambos cauces llegan al mar casi siempre exhaustos. Pero, por desgracia, a veces el agua no es vida. Y acaba matando como estos días.

Reflexionemos en la ribera de la Tordera. Hoy el cauce lleva agua, a pesar de la sequía imperante. Y el otoño resplandece en su ribera. Ojalá pronto las heridas del cauce y de la zona inundada de la rambla del Poyo se restañen. Las del alma de los afectados, costarán mucho de cicatrizar, si es que algún día lo hacen.

«Agua es vida». «El agua no cae del cielo«. Frases ya famosas que hoy dejan de tener sentido. Nuestras más sentidas condolencias a los afectados. Que el futuro del agua les sea venturoso.

   Lorenzo Correa

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