Es este un otoño poseído por el miedo a la gota fría, al tsunami de las cañas y el barro y, en algunos lugares todavía, a la sequía. Áspero, undívago, horroroso y yermo. Los seres humanos se van acostumbrando a vivir en el terror. A los virus, a la guerra, a la inundación extrema y a la falta de agua. Nada es suave, ni siquiera la lluvia. Porque cuando acontece lo hace en forma de tormenta violenta.
Sentimiento de culpa por ser los culpables de matar a la vida. Y de provocar un cambio climático que acabará con todo y con todos. El poeta, por edad y experiencia es cada vez más escéptico. Por eso puede continuar componiendo poemas a lo suave. Como hoy a esa lluvia que añoramos y que queremos que sea así cuando por fin nos olvide la DANA. Suave y persistente.
Porque cuando el otoño trae la lluvia, como lo que cae no sea suave, nos volverán a señalar con el dedo. Somos también los culpables de las inundaciones, los desbordamientos y la desaparición de la arena de las playas.
Pero nosotros no nos vamos a deprimir ahora. Hemos visto llover mucho y nada suave. También padecemos sequías que en cada ocasión habían sido nunca vistas. Sin embargo, hoy vivimos para contar otras noticias mejores del agua. Esa compañera de vida que también es mensajera de la muerte. A veces
En fin, la memoria humana solo se queda con lo bueno y los desastrólogos almacenan y publican todo lo malo que nuestra memoria no quiere recordar. Como si fuera la primera vez que sucede.
Y el poeta, como no es nadie, puede decir muy suave, pero con firmeza que NO.
No al miedo ni al sentimento de culpa. Y sí a la responsabilidad individual y a la valentía.
Por eso escribimos este poema deseando que llueva pronto. Y suave
Lorenzo Correa
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