Panamá es el país de los 500 ríos, bien alimentados por la lluvia y la energía que al agua circulante proporcionan sus robustas cordilleras. El Caimito, con «solo» 72 km de longitud de curso fluvial, es uno de los 350 ríos que desembocan en el Pacífico y es fuente inagotable de riqueza y belleza.
Un río humano, un regalo de la Naturaleza que exige cuidados para poder seguir disfrutando de su exuberancia en época húmeda.
Paseando por sus márgenes descubrimos pequeñas cascadas y aguas coloreadas de marrón rojizo por los arrastres de esas arcillas finas que alfombran su cuenca. Por fortuna, los cuatro jinetes del apocalipsis que amenazan al río Caimito no consiguen borrar su belleza.
Deforestación, erosión, lixiviados industriales y domésticos son los tres primeros. Y el cuarto, las avenidas. Humano río el Caimito, panameño de raza. Cuando el viento se mueve, quebranta el espejo del agua.
Entonces, es el momento de leer a Conrad que, desde el corazón de la tinieblas nos permite avistar la luz que ilumina el paseo. El sol va cayendo , la tarde se inflama y arde en el húmedo horno panameño. Decae el viento y el caudal circulante aprovecha para despedirse de nosotros. Es hora de pasar de la luz a las tinieblas nocturnas.
Mañana saldrá de nuevo el sol, quizás lloverá con fuerza. Y volveremos a ver al Caimito exultante en las cascadas
Lorenzo Correa
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