Las obras hidráulicas, tan queridas por unos y denostadas por muchos más tras la DANA de Valencia, Albacete y Andalucía, nos quieren hacer llegar un mensaje. Conducen, almacenan y laminan las aguas que están fuera del mar. Dulcifican las salobres y las saladas marinas que cada vez se extraen con más fruición. Amansan las que sirven para beber, regar, refrigerar y generar energía.
Garantizan la navegación, facilitando el transporte por las venas del territorio que constituyen ríos y canales navegables. Atravesando divisorias y haciendo saltar a los buques gracias a las esclusas. Pero el mensaje es aún más extenso
Potabilizan las que usamos para lavarnos y purificarnos. Depuran las que ya hemos usado y echamos de nuestra casa o industria cuando ya no nos valen para nada. Y regeneran lo depurado para devolverles la fertilidad a esas aguas.
Serán aguas de nuevo asociadas a lo fértil pero abocadas a disolverse en el mar. A yacer en la inmensidad horizontal esperando la llamada del sol y la acogida de la nube. Bello mensaje, que no llega a ser un epitafio.
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Están repartidas por doquier, aunque pocos se detengan a admirarlas. Son algo a eliminar para muchos, un estorbo que el ser humano ha construido para afear la belleza delo que era natural. Por eso, como todo en la vida tienen detractores y entusiastas. Y entre éstos, muchos profesionales que se esfuerzan por idearlas, proyectarlas y construirlas bien. Por emitir un mensaje positivo para la sociedad.
Como todo lo que se construye, tienen un coste. Caras para unos, costosas para otros. Y también la corrupción planea sobre ellas vertiendo desconfianza sobre su grisura. Pero no serían nada sin el agua. Ese elemento melancolizante que nos embelesa con el eterno ciclo vida-muerte, como bien escribió el gran pesimista Joris-Karl Huysmans.
Sentenció Heráclito que «para las almas es muerte convertirse en agua y para el agua es muerte hacerse tierra; de la tierra nace el agua y del agua el alma». Y, añadimos nosotros que de la tierra también nacen las obras hidráulicas para resucitar al agua que se hace tierra. Es nuestra modesta aportación a su mensaje.
El próximo lunes, escuchado ya su mensaje, las haremos protagonistas de nuestro artículo. Se lo merecen.
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Lorenzo Correa
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