El delta del Ebro a vista de pájaro


Atardecía un claro día decembrino. En mi ventanilla, puede ver la aparición del Delta del Ebro. Ante mi, un ala que cortaba el aire. Debajo de ella, otra ala que los sedimentos han añadido a la costa peninsular española.

Recordé, una vez más lo que Torán escribió en su «Álbum de las aguas del Ebro«. Esa narración apasionante sobre la manera de unir Zaragoza con el Mediterráneo por vía fluvial. La forma se discutió en las Cortes de Aragón en 1441. La vía, por supuesto, era el Ebro. Y la estación terminus, el Delta.

No fue hasta 1667 que se pusieron manos a la obra (al proyecto), Luis de Liñán y Felipe de Borbón, nombrados Brazos de las Cortes. Recorrieron el cauce, tantearon la nevegabilidad y decidieron que la via acabaría en Vinaroz. Pero las guerras que siempre han sacudido la piel de toro, paralizaron el proyecto durante un siglo.

Y tuvo que ser, también en este caso Carlos III quien lo resucitara estudiando a fondo el río e introduciendo otra idea, la del regadío del Delta del Ebro. Para ello, Fray Damián de los Apóstoles dibujó el plano de Canalización en 1769. Aunque no se ocupaba de la navegación, este proyecto fue aprovechado en el Plan de Navegación de 1857.

Para Tortosa, la vía navegable era clave en el siglo XIX antes del ferrocarril. Lo que aprovechó el italiano Misley en 1840 para lanzar el proyecto de comunicación de Zaragoza con Barcelona mediante una via mixta de comunicación. Fluvial y marítima.

Y así, en 1852 se constituye la Real Compañía de Canalización del Ebro. Pero llegó el ferrocarril, las empresas no se administraron bien y las dificultades de hacer navegable un tramo de 245 km entre Escatrón y Amposta, fueron insalvables.

Así dice Torán que «fracasado el glorioso intento» de hacer navegable el río, todos los esfuerzos se concentraron en hacer aprovechables la obras realizadas. La manera, establecer riegos en el Delta del Ebro mediante numerosas acequias.

Desde el cielo, vemos las consecuencias del fracaso inicial, el ingenio posterior y el esfuerzo y el trabajo perenne. Ahí está el vergel del Delta del Ebro.

Derivado de un proyecto inicial de navegación que nació hace ya seis siglos.

Delta

Lorenzo Correa

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