¿Cómo se relacionan entre sí el hambre y el agua? La respuesta es muy sencilla: porque donde no hay agua hay hambre. Y esto lo sabe muy bien más de la décima parte de la población mundial. La que pasa hambre.
Porque sin amplias zonas cultivadas y por ello bien regadas es imposible abastecer a la población con los alimentos imprescindibles para su bienestar. Y en los lugares donde las periódicas sequías o la falta de redes provocan un pronunciado estrés hídrico, los cultivos se resienten y aparece el fantasma del hambre. Si no hay agua, no hay seguridad alimentaria.
Si nos fijamos en que solamente tres cultivos aportan más de la mitad de las calorías necesarias para nuestra alimentación observaremos que todos ellos exigen una gran cantidad de agua para garantizar su correcto crecimiento. Nos referimos por supuesto al arroz, al trigo y al maíz. Pero la tercera parte de ellos crecen en lugares donde el suministro de agua no está garantizado Y en este sentido el futuro no se presenta muy brillante porque nuestro planeta tendrá que producir un 56% más de calorías alimentarias en 2050 respecto a 2010 para dar de comer a 10 mil millones de personas.
Una gran parte de estos cultivos se ha venido tradicionalmente cosechando en lugares en los que el único riego lo aportan las periódicas lluvias que caen sobre la zona en la que se ubican.
Desgraciadamente, el patrón de la intensidad y el reparto de las precipitaciones está cambiando para mal en estas zonas. Y estos cultivos de secano representan el 66% de la producción total mundial. De ella, un 8% se cultivan en zonas donde los patrones de precipitaciones pueden variar enormemente entre sequías y avenidas extraordinarias.
Mientras tanto, el otro 34% son cultivos de regadío que también están cada vez más afectados por el estrés hídrico, que es el que se produce cuando se extrae más agua de la disponible. Y ya afecta a 17 países, amenazando el desarrollo sostenible, la seguridad alimentaria y la supervivencia de los bosques. Este estrés se considera elevado si al menos el 40% del suministro local de agua se utiliza para satisfacer las demandas de granjas, industrias, centrales eléctricas y hogares. Desafortunadamente, el 60% de los cultivos irrigados del mundo se cultivan en zonas que los sufren.
Las tres cuartas partes de la producción alimentaria de regadío se produce en sólo 10 países. China, India, Estados Unidos, Pakistán, Brasil, Egipto, México, Vietnam, Indonesia y Tailandia. Además de los tres productos antes mencionados, producen caña de azúcar, hortalizas y algodón. Por desgracia, más de la mitad de la producción ya está afectada por el estrés hídrico, que afecta la seguridad alimentaria y las economías, ya que la mayoría de lo producido se exporta.
¿Y cuáles son las previsiones de futuro? Un aumento de la demanda de riego, para darle agua a la agricultura, que ya absorbe el 70% de las extracciones mundiales. Todo parece indicar que la demanda de agua agrícola aumentará un 16% dentro de 25 años respecto de la requerida en 2019. ¿Será porque al hacer más calor más agua demanda lo cultivado?
Producir alimentos en países muy poblados provoca una enorme tensión entre esta producción y la garantía de agua. En la India, la cuarta parte de la producción agrícola se ubica en cuencas hidrográficas que utilizan más agua de la cae del cielo. La solución adoptada ha sido la aparentemente más sencilla.. Bombearla del acuífero más cercano. Pero ello provoca que en el norte el nivel freático esté descendiendo hasta 30 cm al año. Y esta sobreexplotación puede triplicarse para 2080 si las temperaturas siguen aumentando.
La agricultura de secano, por su parte, es la reina de la producción. De hecho, provee el 66% de toda la producción agrícola de alimentos mundial. Así, las tres cuartas partes del maíz del planeta sale de las explotaciones agrícolas de secano de Estados Unidos, China y Brasil. Y se prevé que en 2050, un 40% más de cultivos de secano tendrán menos aportaciones de lluvia que en 2020. La peor parte se la llevarán en India, Estados Unidos, Australia, Níger y China.
El problema de Níger es especialmente duro, porque casi toda su producción agrícola es de secano. Y las sequías se cronifican sin esperanza. Por lo que hoy, la mitad de los niños sufren desnutrición crónica Por ello, el prestigioso índice ND-Gain indica que ya es el país más vulnerable del mundo a los impactos relacionados con la repercusión de las sequías en los sistemas alimentarios.
La consecuencia es que los agricultores abandonan los campos que no les dan trabajo y se integran en grupos armados, lo que crea un círculo vicioso. Este es solo un ejemplo de cómo la producción de alimentos, los problemas hídricos provocados por el clima y los conflictos se combinan para exacerbar el hambre y otros problemas.

Veamos para finalizar algunas estrategias a abordar para impedir que en estos países se acabe la agricultura:
- Conocer el problema a fondo: los políticos deben evaluar los riesgos hídricos que enfrentan y los impactos que provocan sus producciones y operaciones, así como los de sus proveedores. Para definir objetivos alineados con la eficiencia y la eficacia en el uso del agua usando las mejores tecnologías disponibles.
- Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos : una cuarta parte del agua que se utiliza en la agricultura se destina a producir alimentos que no se consumen. Los alimentos se pierden y desperdician en todos los eslabones de la cadena de suministro. Desde la granja hasta la mesa. Los gobiernos, las empresas, los agricultores y los consumidores deben actuar con inteligencia y resolución para reducir cada vez más estas pérdidas.
- Introducir otros alimentos en las dietas excesivamente carnívoras. Los que requieran menos agua para cultivarse. Por ejemplo, para producir medio kilo de carne se necesita cincuenta veces más agua que para producir medio kilo de patatas.
- Cuidado con las tierrras destinadas a la bioenergía: Continuar transformando tierras de cultivo en lugares de producción de biocombustibles es contraproducente. Porque aumenta la competencia por la tierra y el agua. Y ésta acaba contaminándose .
- Aumentar la eficiencia en el uso del agua : los agricultores deberían cambiar a cultivos que utilicen el agua de manera eficiente o utilizar métodos como el riego por aspersión o por goteo en lugar de inundar los campos.
- Invertir en soluciones basadas en la naturaleza: la conservación y las soluciones basadas en la naturaleza pueden mejorar la seguridad hídrica. Por ejemplo, la protección y restauración de los bosques ayuda a regular las precipitaciones en las zonas cercanas. Las prácticas regenerativas, como la agroforestería, pueden ayudar a que el agua se filtre en el suelo, lo que reduce la dependencia del riego y repone las aguas subterráneas.
- Apoyar la gestión solidaria del agua: los gestores deben garantizar que el agua se distribuya de manera equitativa en toda la cuenca, sin priorizar las grandes explotaciones ganaderas sobre las pequeñas granjas familiares. La infraestructura hídrica, embalses y redes de riego deben construirse con respeto al medio y mantenerse adecuadamente.
Producir más alimentos sin afectar al medio usando con eficiencia el agua no es fácil. Por eso, usar el bien agua hoy es la mejor manera de garantizar agua y alimentos suficientes para el futuro.
Lorenzo Correa
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