El futuro del agua en el Mediterráneo


Desde estas páginas hemos seguido y seguimos con atención la deriva de la planificación del futuro hídrico de la parte más poblada de Cataluña, que es precisamente la más cercana a la costa mediterránea. 

Como nuestros lectores saben, se ha apostado por una solución basada en la energía. La necesaria para desalinizar aguas marinas y salobres, para osmotizar y electrodializar aguas superficiales. Y para bombear y descontaminar las subterráneas. Regenerar es el nuevo mantra de los gestores catalanes del agua. ¿A cualquier precio?

Apuesta por el binomio agua- energía y olvido de la solución trasvasista. Nuestras opiniones están publicadas aquí y por ello las obviamos hoy. Tratemos pues de la solución acordada y por extensión del futuro del agua en la cuenca mediterránea. 

Según informa la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) , la región mediterránea es capaz de abastecerse de energías renovables, entre las que destacan la resultante del agua (hidrógeno verde), del sol y del viento. No en vano el Mediterráneo dispone de enormes extensiones costeras bañadas por el sol y batidas por el viento casi todos los días del año. Qué mejor que usarlos para garantizar la generación y el suministro de energías que no dependan de los tan denostados combustibles fósiles

Pero tan halagüeños deseos topan, como es lógico con inconvenientes complicados de resolver para conseguirlo. Tecnológicos, económicos, políticos  y sociales. Los cuatro jinetes del apocalipsis. Y un quinto, el de la falta de solidaridad internacional entre los países de la cuenca en el reparto del agua. Porque no todos tienen la misma disponibilidad ni disponen de infraestructuras suficientes para garantizar un uso eficiente

Esta aseveración viene demostrada con un solo dato. El de que 20 millones de mediterráneos no disponen de acceso al agua potable. Todos residen en países que crecen sin cesar y por ello su demanda de energía y de agua es imparable.

Por ello, los planificadores, únicos capaces de conseguir argumentar cómo este desiderátum puede llegar a ser real algún día, deben empezar a trabajar. Lo políticamente correcto hoy en día es aquello de adoptar un enfoque circular sobre cómo gestionar el agua. Y hacerlo con  energía limpia. Buen reto..   

Comencemos por el hidrógeno. Ya escribimos aquí sobre él. Del agua sale, sea cual sea su color. Pero si es verde, su producción exige un enorme volumen de agua tanto en la electrólisis como en la refrigeración. Y como ahora la energía renovable está de moda en nuestra cuenca de hoy, pues eso. Que cada vez hay que destinar más agua para ella. Todo empresario de postín publicita con orgullo su contribución a fabricar sus productos con energía renovable. Sin embargo, ¿cuánta agua se consume en ello?

Ya sabemos que todo debe ser circular ahora. Que hay que ahorrar agua, reciclar todo y usarla con eficiencia y eficacia. Solo así la energía será realmente limpia. Y para ello, no hay más remedio que implementar en los países mediterráneos una gestión integrada del agua que prioricen la reutilización y minimicen el derroche. 

Lo que pasa en que en esta cuenca no sobra el agua precisamente. Cada vez más personas la pueblan y el consumo se dispara. Para alimentarnos, necesitamos producciones agrícolas importantes que también consumen  agua. Por lo tanto, las fuentes del recurso cada vez están más esquilmadas.

Nos ahorramos mencionar el manido cambio climático y las sequías extremas. Y esos recursos están cada vez más amenazados de contaminación agrícola, doméstica e industrial. Por lo tanto, necesitamos energía para extraer, guardar y almacenar el agua. Para potabilizarla, para producir alimentos y productos. Y para limpiarla una vez usada.

El conflicto por el agua está servido. Además, hay cauces internacionales (Jordán, Tigris, Nilo, Eúfrates, Danubio)… con lo cual la complejidad aumenta. La gestión hídrica se une con la política. Hidropolítica, en suma. Y estrés hídrico, otro de nuestros mantras en estas páginas.

Nuestros lectores saben que alcanzará su cénit en Oriente Medio y el Norte de África (MENA) en 2050. También en España y Malta. Así que, recemos por los planificadores porque con este panorama  armonizar seguridad hídrica y objetivos de energía limpia no será sencillo. Se acerca al milagro en un contexto de sostenibilidad en el Mediterráneo.

Dejemos el hidrógeno y probemos la sal marina. La desalinización puede ser una solución de futuro, lógicamente en franjas costeras. Ahí España destaca desde los 60 del pasado siglo. No en vano está en el quinto lugar del mundo en cuanto a plantas funcionando. 

Por su parte, Argelia también avanza en su construcción con un potente plan quinquenal. El único “pero” es el consumo energético, la todavía no resuelta reutilización de las membranas y el impacto de las salmueras. Una solución sería que las plantas se alimentasen con energía solar, evitando así también  altas emisiones de carbono. En todos los casos, es el momento de la  innovación tecnológica y la inversión en sistemas de gestión del agua energéticamente eficientes en el Mediterráneo. 

Sin embargo, no solo en Cataluña se apuesta fuerte por una nueva agua de enchufe y bomba. En Egipto, el Fondo Soberano de Inversión Egipcio ha previsto en este año  conseguir 2.500 millones de dólares de fondos de inversión para construir 17 desalinizadoras alimentadas por energía solar. Se une así a Argelia y España, para integrar la energía renovable en la desalinización del agua del Mediterráneo. 

Lo que pretende, es reducir costes y emisiones de carbono con soluciones sostenibles. Sin duda, el camino para conseguirlo no será fácil, ya que exige reformas políticas integrales y una colaboración internacional nada sencilla en principio.  Se imponen pues nuevos impulsos coordinadores en las relaciones transnacionales. El agua y la energía para todos. Será imprescindible entonces compartir experiencias, sabiduría y dinero para proyectar y ejecutar soluciones válidas para todos.

Toca ahora, aquí también cambiar de paradigma en la gestión del agua. Comprender que el antiguo ha dado como fruto que, en menos de dos siglos se hayan desencadenado 140 conflictos relacionados con el agua en la región. Que el agua se ha usado como herramienta de poder. Y evitar que nadie por la fuerza pueda manejar redes  y destruir infraestructuras hídricas

Es la hora del consenso y los acuerdos. De dejar de competir por los recursos y mejorar la fragilidad ante los vaivenes del clima en una zona donde la escasez es normal. Y por ello, donde las disputas por lo poco disponible han sido continuas. 

Hay que dejar de transitar por la senda de las disputas. Ejemplos como la eterna tensión entre Turquía, Siria e Irak por los ríos Tigris y Éufrates nos indican lo que no hay que hacer. Huir de la repetición de situaciones como la provocada por la presa  de Ilisu en el Tigris, que ha suscitado críticas y protestas de Irak y Siria, que dependen de estos ríos para el agua potable, la agricultura y la energía hidroeléctrica.  O la del Renacimiento en el Nilo Azul etíope

Por desgracia, estas situaciones se repiten por doquier. Es el caso del Proyecto Anatolia Sudoriental (GAP) de Turquía. Debido a que la inestabilidad política y la guerra civil han agotado los embalses de Irak y Siria,  GAP prevé la construcción de 22 presas, 19 centrales hidroeléctricas y una gran red de regadío en toda la cuenca de los ríos Tigris y Éufrates. Más tensión entre Turquía, Siria e Irán

Para evitar que la tensión continúe, es necesario que el agua además de una necesidad es una herramienta de maniobra política. El reto es enorme.

Paralelamente, la implementación de fuentes de energía renovables en la región sigue siendo desigual, limitada por barreras regulatorias, limitaciones de la red y desafíos financieros. Pocos han apostado, como España e Italia por este camino. Y la mayoría de los países deben afrontar un acceso desigual al agua y a la energía, lo que complica la cooperación y provoca conflictos por el agua. 

La innovación tecnológica es fundamental en este sentido, pero debe ir siempre acompañada de la participación comunitaria y la concienciación pública. De hecho, alentar a las comunidades locales a adoptar prácticas de ahorro de agua y tecnologías de energía renovable puede mejorar significativamente la eficiencia de los recursos a todos los niveles.

Y para luchar contra la falta de presupuestos para realizar lo que se planifique, solo queda el recurso de generar alianzas con fondos climáticos internacionales, bancos de desarrollo y actores del sector privado. Además, los proyectos deben ser sostenibles y realizarse mediante asociaciones público-privadas que garanticen actuaciones de modernización de infraestructuras, apoyando la innovación tecnológica y ampliando el acceso a soluciones energéticas limpias en la zona.

Aprovechando la presencia continua del sol  y del viento para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. El enemigo es fuerte y está bien pertrechado. Sus ejércitos son las divisiones políticas, la competencia por los recursos y las limitaciones financieras. Ante ellos, el aprovechamiento de los recursos naturales es un arma infalible.

Ha llegado la hora de avanzar con decisión por la senda de la integración de las  interdependientes agua y energía. Para equilibrar la conservación del agua con la producción de energía limpia. Mediante la cooperación y el  alineamiento de políticas. Y para que afluyan las inversiones público-privadas, se llegue a buenos acuerdos transnacionales y a una adecuada participación comunitaria. Con estos cimientos se podrá llegar antes a la meta deseada. Al mejo futuro del agua posible para los países de la cuenca mediterránea.

Lorenzo Correa

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