Atardece. El mar se prepara para que sus aguas acojan al astro rey durante la noche. La luna se dispone a relevar al sol tras una jornada de luz y ausencia de nubes. El cielo comienza a cambiar su azul añil por la opacidad nocturna y el viento limpia el horizonte atravesado por aves de paso.

Las aguas marinas van adquiriendo un color de pizarra mientras atardece y el mar so va poniendo gris oscuro con multitud de bombillas blancas que enciende la espuma de las olas. Y el poeta contemplando el océano oye el susurro del sol poniente. Declara su amor por el agua con la que pasa cada noche entre potentes caudales que fueron dulces y ahora son salados.

Eterna canción de esperanza de un sol que se acuesta cuando atardece y espera volver a reinar en el firmamento cuando la luna se esconda en su sueño diurno. Dormir y despertar, jornada tras jornada. Susurros del sol y runores de olas que rompen en una playa solitaria.

Impresiones vivas de mar, sol, cielo y agua, en un poema inspirado cuando atardece

Lorenzo Correa

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