El prodigio siempre renovado de la música alegre del torrente. Llovió y el poeta se acercó a verle renacer, jugueteando con sus caudales entre las rocas. Aparecieron entonces visiones de encantamiento de aguas vivas que cantan mientras juegan a domeñar helechos.
Aún el invierno campa por sus respetos y el frío es intenso. Pero no importa porque el torrente cantarín ilumina el decorado con los mil tintes y matices de las aguas que acaban de abandonar cumbres nevadas y forman cascadas risueñas.
Es el triunfo del color verde sobre el blanco helado que, en el cauce del torrente y en su ribera, nos permite augurar la primavera que en algo más de un mes hará florecer todo. Capricho de luminosa fantasía, trampantojo que nos fascina trocando las aguas perladas en suspiros de bonanza climática.
¡Adiós invierno! cantan las aguas del torrente abandonando el pálido sepulcro de su cauce helado. ¡Hola primavera!, murmura el poeta avizorando el nacimiento de la primera flor del almendro. Y de las flores de la esperanza que brotarán por primera vez en este año dentro de muy poco.

Lorenzo Correa
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