El agua es también protagonista de la Biblia. Estelar en el diluvio unversal, preludio de las danas que ahora parecen novedosas. Pero también como hábitat de monstruos tan enigmáticos como temidos. Leviatán es uno de ellos y es a quien le dedicamos nuestro poema.

«El que se enrosca» es Leviatán. En el Antiguo Testamento se presenta como un ser de proporciones colosales que habita en las profundidades del océano. Serpiente gigante, capaz de sembrar el caos y la destrucción allá por donde pasa. Como la ola monstruosa que la dana genera en los cauces.

En Leviatán está la supremacía divina sobre cualquier fuerza destructiva. Que solo claudica e inclina la cerviz ante Dios. Cuando cae derrotado, es que el orden ha vencido al caos. Como los caudales de la dana, es gigantesco monstruo marino, mitad pez, mitad ballena, que devora personas. Como escribió Hobbes, modelo es de estado. Porque el monstruo no necesita respetar a nadie, pero respeta a quien le rinde pleitesía.

Pero todos sabemos, hasta los pájaros que no le temen porque están lejos de su alcance, que el poder de Leviatán es tan grande que la libertad del individuo desaparece en él.

Lorenzo Correa

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