La primera mitad del mes de marzo ha vuelto a traer mucha lluvia a España. La puerta atlántica se abrió y tanto la península como los archipiélagos recibieron la visita de la Dana Jana. Su consecuencia, la de siempre: precipitaciones intensas y alertas activadas en muchos lugares del territorio. A solo cuatro meses de la gran Dana valenciana, han vuelto a producirse estragos. Una persona perdió la vida arrastrada por las aguas y los daños a bienes e infraestructuras de transporte han vuelto a ser elevados.
De nuevo la exuberancia incontrolada deja inermes a los seres humanos y sus tecnologías avanzadas. ¿Qué aprendimos de la Dana valenciana? A buscar culpables. A señalar con el dedo lo que debería haber hecho el responsable y no hizo. ¿Qué deberíamos aprender? Entre otras muchas cosas, que la queja es necesaria pero no suficiente para disminuir los riesgos. Siempre es mejor que la matice la responsabilidad
Eterna exuberancia incontrolada. Y no prestamos suficiente atención ni damos importancia a quienes están aquí para controlarla actuando con precisión y experiencia. Porque las obras hidráulicas siguen sin adquirir el protagonismo que merecen como garantes de la protección de la especie humana amenazada en urbes densamente pobladas cruzadas por cauces violentos por imperativo geológico. Aquellas en las que la memoria histórica nos recuerda el peligro.
Como decíamos hace poco, la presa es la puerta del agua que controla la exuberancia y amaina la escasez. Otras obras hidráulicas la encauzan y facilitan su viaje. Todas son alegoría, que, en el fondo nos da a entender que el ser humano, para vivir, necesita agua justa.
Cuando ya se fue la DANA Jana, deberíamos saber que las obras hidráulicas son las mejores herramientas para garantizar que esa justicia se imparte bien. Con responsabilidad, honradez, riesgo personal y un gran espíritu de trabajo.
Volverán los otoños en los que la temperatura de nuestro Mediterráneo cerrado sean elevadas. Dicen que cada vez más. Siempre tendremos cerca de sus playas, impertérritas, unas cadenas montañosas con pronunciadas pendientes. Y las aguas de escorrentía invadirán desbocadas profundos barrancos muy erosionables.
La red fluvial ibérica está formada por 1km de río por cada km² de superficie. En total, 500.000 km de cauces. Es, por ello,todo muy frágil. En las cuencas mediterráneas hay pequeñas subcuencas en las que el agua se mueve por la fuerza de la gravedad en una combinación de fuerzas inerciales y gravitatorias.
Y eso incrementa la fragilidad al generarse altas velocidades y ondas de gran celeridad. Ya hemos escrito aquí sobre la importancia del número de Froude en la magnitud de las tragedias. Y a que lo más importante es hacer algo para evitar el régimen rápido. Porque la capacidad de arrastre del agua aumenta de forma no lineal con el calado. De hecho, cuando el calado está entre los 20 y los 40 cm, la erosión es mucho mayor que en cauces de profundidades superiores. De ahí que las fuertes pendientes y la ausencia de infraestructuras para controlar el agua han favorecido la socavación y la modificación de los cauces.
¿Y los cauces “naturales”? Aprendamos que solo “funcionan” en avenida cuando los períodos de retorno son bajos. Y cuando son mayores, solo se puede evitar el desbordamiento mediante su regulación con embalses aguas arriba de las zonas de riesgo y peligro.
Como nos acaba de demostrar la DANA Jana, el Eresma y los cauces de la sierra de Guadarrama, han laminado la avenida gracias a las presas. De hecho, las presas de la Comunidad de Madrid han desembalsado el máximo histórico de agua desde que hay registros. Y la capacidad de los embalses madrileños ha subido 14 puntos en una semana
Por su parte, los cauces urbanos, deben tener pocos impedimentos al paso de las aguas en sus tramos ciudadanos. Parques fluviales como el del río Besós en Barcelona, siempre serán mejores que bosques en la densa urbe . Porque los cauces poblados de vegetación son productores de flotantes que acabarán taponándolos en avenida. No olvidemos la función profiláctica de la Naturaleza, porque ella limpìa los cauces sin que nadie la obligue.
Usemos las defensas que nos proporciona la ingeniería. Obras hidráulicas, SUDS, permeabilización. Y recordemos siempre que la Naturaleza no es inmutable. Ella va mutando el territorio mediante la erosión, el transporte y el depósito. Siguiendo siempre la atracción gravitatoria.
Tampoco debemos olvidar que en la avenida se conjugan factores de suerte, incertidumbre, probabilidad y conocimiento. Y ello hace muy frágiles también las predicciones exactas. Por eso es siempre mejor que no haya grandes superficies de suelo o masas vegetales en cauces rodeados de un gran desarrollo urbanístico.
La tragedia provocada por la DANA valenciana y los estragos de la DANA Jana pone de manifiesto que ya que las estructuras de cruce de cauces, las calzadas y vías ferroviarias, así como las edificaciones están ahí, no hay más remedio que protegerlas.

Aprendamos. Observemos nuestras presas, embalses o canalizaciones. ¿En qué estado se encuentran?
Porque la DANA valenciana ha producido tantos daños que ha colocado al Consorcio de Compensación de Seguros en riesgo de quiebra. Mientras que sus fondos disponibles son de siete mil millones de euros debe hacer frente a unos daños por ahora evaluados en diez mil millones de euros.
Respecto al mantra de que no debe construirse en zonas inundables, aprendamos también. La población española residente en zonas inundables para caudales asociados a avenidas de 500 años de periodo de retorno supera los tres millones de personas. Si reducimos la superficie a la inundada para un período de retorno de 10 años nos encontramos con que residen ahí más de seiscientas mil personas. Respecto a los hospitales hay 118 que se encuentran en zonas inundables y 425 residencias de ancianos .
Estas cifras nos indican que difícilmente la población podrá moverse a residir en zonas no inundables por lo tanto no hay más solución que protegerla y por supuesto evitar en la medida de lo posible la construcción de nuevas residencias en los lugares en los que el peligro sea enorme.
Ahora que ya se ha ido la Dana Jana aprendamos también que en la Dana Valenciana el cielo nos obsequió con 2 km³ de agua precipitada en unas horas. Para comprender lo que significa esta apabullante cifra, recordemos que el mayor embalse de España, el de La Serena en Badajoz, tiene una capacidad de 3,2 km³. Afortunadamente Jana no ha vertido tal volumen en su visita. por eso los resultados han sido mucho más leves dentro de la gravedad.
Consideramos de gran importancia que cuando se den licencias de obra el concepto de inundabilidad esté presente. Para ello, debería estarlo en la Ley del Suelo, en las normas urbanísticas de las autonomías y en el Código Técnico de la Edificación.
Por otra parte, en cualquier transacción inmobiliaria, el notario debería incluir el riesgo de inundación que pese sobre el inmueble en la compraventa. Y ahora que está tan de moda la inteligencia artificial, habrá que empezar a utilizarla en la detección de inundaciones para disminuir la fragilidad. Porque hasta ahora las predicciones están basadas en tecnologías del siglo pasado. Por ejemplo, las alertas meteorológicas deberían ser sustituidas por alertas de impacto en cuencas y declaradas como mínimo con 24 horas de antelación.
Para finalizar, esperando aprender algo más con motivo de la visita de la DANA Jana, las actuaciones e infraestructuras necesarias deberán ejecutarse para evitar nuevos episodios. En la zona más afectada por la DANA valenciana, se recogieron en el Plan Hidrológico del Júcar de 1998. Y también en el Plan Hidrológico Nacional de 2001.
Por desgracia en más de 2 décadas ninguna se ejecutó. Y el desarrollo urbanístico inundó e impermeabilizó la zona incrementando riesgos y obligando a adoptar estas medidas a un coste muy superior. Porque ahora todo deberá revisarse a la vista de los cambios acaecidos en el territorio para comprobar si las soluciones propuestas entonces siguen siendo válidas y son suficientes.
Los riesgos de inundación tienen sus causas en las cabeceras de cuenca y sus efectos en los valles. Por ello la ingeniería no debe desatender jamás la geografía. y se ha de priorizar en la ordenación territorial la reducción de exposición y vulnerabilidad. El reto está en pasar de la cartografía y los modelos actuales necesarios para la planificación y delimitación de acciones inundables a convertirlos en modelos de gestión de emergencia.
Lorenzo Correa
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