La semana pasada se celebró en la ciudad de Vic la sexta edición del Congreso del Agua en Cataluña organizado por la Asociación Catalana de Amigos del Agua. Tuvimos el honor de ser propuestos por el Comité organizador para moderar una una mesa redonda con este sugestivo título “La Cataluña hídrica que deseamos”. Y una vez concluida la sesión intervino la directora general de Transición Hídrica de la Generalitat de Catalunya pronunciando el discurso de clausura del congreso. Uno de los ponentes anteriores a la mesa redonda introdujo un término que nos parece de gran importancia para hablar de la gestión del presente y el futuro del agua en Cataluña. Se trata de la hidroansiedad.
Enfatizó, como uno de los redactores del documento sobre la transición hídrica en Cataluña ya divulgado en estas páginas, que la magnitud del reto a asumir es de tal calibre que en estos momentos genera “hidroansiedad”,
Y no le falta razón, porque hacer frente a un presupuesto de casi 22.000M€ de euros hasta el año 2050 no es como para estar tranquilos y relajados. Así que utilizamos esa hidroansiedad ante los ponentes de la mesa redonda que moderamos. Porque en ella representantes de las tres cataluñas hídricas iban a desarrollar sus argumentos y exponer su desideratum para la Cataluña hídrica que deseaban.
Por mi parte, como moderador del evento les propuse que procuraran enfocar sus intervenciones desde el punto de vista de la hidroseducción. Nuestros lectores se preguntarán que a qué nos referimos cuando hablamos de tres cataluñas hídricas.
De los cuatro ponentes, uno era el presidente de la Sociedad Aigües de Vic, operadora de la potabilización y distribución del agua doméstica de la ciudad. Paradigma de la gestión en una zona, la Cataluña central, que por su ubicación geográfica no se abastece de las aguas embalsadas en las grandes presas de las cuencas internas de Cataluña. Ni tiene posibilidad de hacerlo con aguas procedentes de la desalinización. Porque está aguas arriba de los embalses y demasiado lejos del mar.
Disponen de dos ríos con relativamente bajos caudales medios circulantes. Y de un acuífero muy contaminado debido a la presencia en la comarca de una importantísima cabaña de ganado porcino. Ante esta realidad el ponente quiso despertar el interés mediático. Indicó que a ellos les afectaba muy poco que los grandes embalses estuvieran muy llenos y que se construyeran dos nuevas plantas desalinizadoras. Que necesitaban una atención específica a sus necesidades
El segundo ponente era el director de la empresa Aigües del Segarra Garrigues que realiza la parcelación y la construcción y mantenimiento de la red de riego de este gran canal que cruza tierras ilerdenses cuya nodriza es la presa de Rialb que embalsa las aguas del río Segre, uno de los principales afluentes catalanes del Ebro. Pues bien, ellos también están demasiado lejos de las plantas desalinizadoras. Y los embalses reguladores de los que se nutre no pertenecen a las cuencas internas de Cataluña. Gestionan una obra hidráulica que genera paisaje y fija el paisanaje. Aunque para algunos atente contra la naturalidad previa del entorno
La tercera ponente era la directora de Barcelona Ciclo del Agua. Es una empresa pública municipal del Ayuntamiento de la Ciudad Condal que gestiona todo el ciclo del agua de la ciudad. También realiza actividades y presta servicios relacionados directa e indirectamente con el ciclo del agua, las playas, el litoral y el medio ambiente. En su caso, sí que dependen de las aguas procedentes de las plantas desalinizadoras y de los grandes embalses de la cuenca del Pirineo oriental
Por su parte, el cuarto ponente era el speaker oficial de los redactores del manifiesto antes citado. Por supuesto, volvió a poner de manifiesto la idoneidad de su trabajo, en el que se inserta como joya de la corona la ya famosa interconexión.

Todos los ponentes pusieron de manifiesto la imperiosa necesidad de ahorrar por principio y de no bajar jamás la guardia a pesar de que la sequía desaparezca. Aun perteneciendo cada uno de ellos a las tres cataluñas hídricas en las cuales se genera el mismo grado de hidroansiedad.
Solo hay una solución válida para todos de acuerdo con la planificación hidrológica vigente. Y con lo que el todavía reciente gobierno autonómico ha anunciado realizar. Se trata por supuesto del recurso a lo que nosotros denominamos el agua de enchufe y que mejor expresado se suele denominar agua regenerada. Dejando a un lado ¿por ahora? cualquier solución basada en un trasvase. Es decir. que se sigue siendo fiel al dogma establecido con ocasión de la llegada al agua de la Directiva Marco comunitaria
Sin embargo, aunque esa solución es aplicable en todos los casos debe tenerse en cuenta que en cada una de las cataluñas la problemática es muy diferente. Y la forma de resolverla también lo es. Por lo tanto la mesa redonda finalizó con la misma hidroansiedad que había comenzado. Pero poniendo todas sus esperanzas en las palabras de la representante de la hidropolítica que era la antes mencionada directora general.
Su esperada intervención se centró en enumerar todas las soluciones previstas en la planificación hidrológica de las cuencas internas. De ellas ya hemos escrito con profusión aquí. Como es lógico ninguna novedad hubo en su discurso respecto a que los gestores del agua tuvieran la más mínima intención de incluir la interconexión mallada y reversible de la cuenca del Ebro con las del Ter y del Llobregat en la planificación vigente.
Fue una intervención muy bien argumentada, políticamente correcta pero carente de dos herramientas fundamentales para la generación de confianza. La emisión de un mensaje seductor y la generación de algún tipo de esperanza por mínima que fuese en que el dogma emitido por los sumos sacerdotes de la nueva religión verde podría ser debilitado aceptando nuevas ideas. Como es el caso de la citada interconexión. Ella sigue siendo considerada anatema por los conductores de la ética social que se encargan de mantener el contacto con la divinidad.
Una vez más, un líder de la hidropolítica demostró la ausencia de seducción en su mensaje. Y nosotros, al acabar su discurso, nos convertimos también en hidroansiosos. Por eso abandonamos el acto con un enorme desasosiego. Porque no conseguimos entender cómo es posible que todo un aparato administrativo tan enorme y bien dotado de personal y de asesores como es el que lleva a cabo la gestión del agua no tiene jamás en cuenta la emisión de sus mensajes desde la seducción y no desde el convencimiento.
Sin embargo, hay ansiedad. Y ésta sólo acontece cuando no hacemos lo que queremos sino lo que el miedo a algo o alguien nos impone hacer. Pero la hidropolítica guiada por el miedo (a la sequía, a la inundación, a la hecatombe climática o al qué dirán si discrepo), solo genera un mitologema. El de una determinada Ciencia como poción mágica o palabra del dios del momento. De ahí solo puede desprenderse desconfianza. Y si el recibo del agua va subiendo, la combinación del miedo y el encarecimiento llevan indefectiblemente al descrédito moral de una empresa. Que es algo que la sociedad no perdona.
El debate hídrico del presente pretende definir un objetivo, unas herramientas para el viaje y un camino para llegar a él. Y está protagonizado por multitud de “expertos” que diseñan objetivos, herramientas y caminos según su experiencia, sus valores y su especialidad . El interés que el experto establece con su disciplina como dominio de trabajo, provoca que la relación esencial entre la reflexión científica o la decisión administrativa y las condiciones generales de la gestión del agua no siempre esté asegurada. Ahora toca atreverse a quitarle el velo poniendo en tela de juicio continuamente lo que podríamos llamar la administración de la “hidrocultura” por los expertos. Meterle coaching, seduciendo y sorprendiendo para generar confianza.
Porque esa arcaica manera de concebir la hidrocultura nos induce a creer que ella no nos incumbe, que representa el terreno de competencia casi exclusiva de especialistas (que aplican el poder político o el poder científico: su potencia legal o su potencia técnica) y sobre el cual poco o nada podríamos realmente aprender o comprender.
Pero la discusión nos incumbe y compromete a todos, al ser algo que forma parte de todos nosotros y no sólo estamos capacitados para entenderla sino también para participar e incidir en ella. Ello implica un esfuerzo por recuperar nuestra capacidad de control sobre el debate del agua. Porque nos pertenece y atañe de la misma forma que, en su dominio específico, nos concierne la salud, la educación, el deporte, el arte o la política. Ello no implica negar la existencia de especialistas o profesionales en estas áreas, pero su real existencia no nos impide sentir que tales áreas nos pertenecen y forman parte de nuestra propia existencia.

Hace un siglo era de unánime consenso la solución adoptada para remediar los “males de la patria” y sus habitantes. Y alcanzar en marcha el tren a la modernidad. Embalses, canales, riego… cuando el agua llegaba a una zona de secano, el pueblo llano salía a la calle con pancartas. Uno de sus lemas era “Vivan los ingenieros”. En cambio, al comenzar nuestro siglo, el agua del mar, el ahorro, la regeneración y la eficiencia son nuestra salvación. Y la de los seres que viven en el agua. Pero seguimos siendo igual de frágiles
Íbamos a lograr en pocos años aunar la garantía de recursos y la mejora de la calidad. Todo, a un precio asequible para los ciudadanos sin destrozar el medio. Los «paradigmas de base», cambiaron. La aportación del conocimiento científico transdisciplinar a los grandes temas del agua, la adopción de tecnología inocuas ambientalmente y eficientes económicamente y la participación ciudadana, suplieron a los paradigmas del siglo XX. Vemos cómo los paradigmas han sido distintos en un mismo momento para sociedades diversas, según sea la radicalidad de sus diferencias culturales.
Ahora se ha alcanzado un importante punto de quiebre en los presupuestos primarios, en los «paradigma de base» de la gestión del agua, a causa de la desconfianza generalizada en los sumos sacerdotes de cualquier creencia. Por ello nos encontramos ante signos inequívocos que apuntan hacia la emergencia de un «paradigma de base» radicalmente diferente, que compromete a la filosofía (que agrupa los paradigmas kuhnianos con sus distinciones derivativas: metafísica, epistemología, lógica, ética y estética) con el sentido común (que agrupa las distinciones primarias). Las distinciones derivativas emergen del sentido común, mientras que las primarias surgen de la estructura del sentido común, que todos llevamos dentro.
El sentido común no es coherente ni sistemático. La filosofía pretende serlo. Es evidente la dificultad de distinguir con la claridad suficiente los principios constitutivos de una nueva fase histórica en el discurso del agua, conferidos de un carácter marcadamente negativo que pone en evidencia un apego todavía vigente a los principios modernos, ya puestos en tela de juicio. Porque la filosofía se esfuerza en seducir al sentido común para modificarlo.
Se ha quebrado el paradigma de base de la cultura del agua. Mientras, la hidropolítica continúa utilizando el miedo para convencer. Y todo sigue siendo muy frágil. ¿Podrían comenzar a sospechar de sus certezas?
Todos deberíamos escuchar otras voces, aunque no concuerden con la narrativa del Estado, de los medios, de los verificadores de información, ni con nuestra más arraigada ideología
Hay que meterle coaching. ¡Es la seducción, hidropolíticos!
Lorenzo Correa
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