El paradigma de la inoculación del miedo en vena a toda una sociedad ya previamente asustada por domesticada, ha sido la gestión de la sequía en una parte relativamente reducida pero muy poblada de Cataluña. Tras más de un trienio en el que las precipitaciones fueron ridículas en las cuencas internas, llovió en un mes el equivalente a la producción de las desalinizadoras existentes en dos años. Y no hubo más remedio que levantar las restricciones. Sin embargo, el eslogan/mantra utilizado por los gestores había sido el de que “el agua no cae del cielo”. ¡Canastos! Pero, superada la sequía, todo el mundo se pregunta si lloverá en Semana Santa.
Miedo como herramienta de gestión, provoca indefectiblemente desconfianza en el gestionado que no se deja amedrentar. Por lo tanto, no hay más remedio que cultivar el terror, victimizar al consumidor que paga cada vez más y extender el pavor en el tiempo. Si llueve, porque se pierden cosechas, se inunda todo, la Naturaleza se venga del desalmado ( o desnaturalizado) consumidor. Si no llueve, porque también se venga del mismo por lo mismo. Pero la gente se pregunta si lloverá en Semana Santa.
Los argumentos del atemorizador son variopintos. Si ha llovido, no hay que bajar la guardia ni en vacaciones, porque la sequía, ese monstruo del Averno, volverá pronto. Por ello, no se os ocurra consumir ni una gota de agua que no sea estrictamente necesaria. Nunca.
La espada de Damocles que pende sobre la cabeza del derrochador siempre estará a punto de partirlo en dos, mientras que visiona en su subconsciente la torre de la iglesia de Sant Romá de Sau emergiendo de una tierra yerma y agrietada. Imagen del horror vacui que debe estar presente en todos los consumidores. Aunque recemos para que no llueva en Semana Santa.
Estos argumentos se basan en otro mantra que ya está asumido por los ortodoxos. Dice así: “ El cambio climático y el incremento poblacional nos lleva inexorablemente hacia un escenario en el que el problema coyuntural de las sequías debe ser abordado como un problema estructural. Por ello, “ hay que iniciar una transición hacia un nuevo modelo hídrico más resiliente y adaptable para un futuro incierto donde el agua continuará siendo un recurso escaso e indispensable para el desarrollo humano”
Los heterodoxos creemos que si el futuro no fuera incierto, no sería futuro, sino repetición del pasado . Porque la incertidumbre es su característica fundamental. Entonces, ¿qué pasaría si en el futuro del agua no hubiera tanta escasez porque ésta se repartiera equitativa y solidariamente entre los usuarios?. ¿No serán estos argumentos válidos para el pasado en vez de para el futuro?
Nos dirán que muchos modelos predicen la disminución “eterna” de precipitaciones “adecuadas” y cercanas a la media. Y una intensidad de las mismas mucho mayor. Pero otros, no. Por nuestra heterodoxa parte, hemos vivido desde dentro tres sequías espantosas en las cuencas internas de Cataluña y algunas más menos espantosas en 40 años. Y nunca se ha llegado al “Day zero” . Por supuesto que por las medidas de ahorro y restricciones adoptadas. Pero también porque el agua ha acabado cayendo del cielo en unos embalses que la han acogido “gratis et amore”.

Se pone el acento en el concepto de resiliencia.Es decir en la capacidad de volver a la situación inicial después de la aparición de un cisne negro. Sí, pero ya es un concepto también del pasado, superado en el presente por la antifragilidad. Hay que avanzar, no estancarse en los tópicos.
Coincidimos con los ortodoxos en que vivimos en la incertidumbre. Eso es vivir. Pero creemos que ante ella, hay que luchar por dejar de ser frágiles. Y abandonar el comodín del miedo a repartir solidariamente el agua.Porque después de la maldición bíblica de la sequía que ya no lo es, el usuario reza para que no llueva en Semana Santa y pueda disfrutar sin miedo de unos días de asueto.
Foméntese la responsabilidad individual, seduciendo. Y abandónese el recurso al miedo. Mediante la Información seductora se puede consumir menos voluntariamente. Porque si garantizamos recurso regenerado y desalinizado sin responsabilidad suficiente en su uso, a lo mejor se consume más. Solo falta poder pagarlo,,así que otra vez los más poderosos tendrán toda el agua que quisieran. Aunque no caiga del cielo. Esos que se pueden ir a un lugar lejano y seco si aquí llueve en Semana Santa.
Pagamos el triple por el agua que hace 25 años. Y se necesitarán más de dos decenas de miles de millones de euros para tener garantías de recurso dependiente de un enchufe dentro de 25 años. Habrá que pagarlo. Aunque haya soluciones más baratas y rápidas de implementar. Pero si, dentro de la incertidumbre inevitable en la que mora todo ser viviente lloviera más, las poca confianza que queda en el gestor se evaporaría como el agua de Sau en el próximo pasado.
Gestores, trabajad en la inducción de una responsabilidad general e individual desde la seducción y no desde el miedo. Abrid vuestras mentes a todas las soluciones, aunque sean más baratas y consuman menos energía. Ejerced el liderazgo inherente a vuestra posición, cambiando paradigmas obsoletos del pasado. El agua ya ha caído del cielo. Dejemos de vivir en el miedo y ojalá no llueva en Semana Santa y puedan disfrutar de las vacaciones. Los que las tengan.
Lorenzo Correa
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