Benéfica lluvia que ¡por fin! cayó del cielo con moderación. Intensidad justa, reparto solidario en el territorio y duración adecuada. Paradigma de agua justa, la que da vida. Y también encierra en el rincón de pensar a los generadores de miedo.
Esa benéfica lluvia que llena embalses solo porque cae del cielo merece un soneto aunque sea de un poeta nonato y sin laureles como el que suscribe. Pero no importa, con la intención basta cuando ésta es suficiente para acorralar al miedo.
Tras la benéfica lluvia, como siempre, vuelve la incertidumbre mientras se fortalece la ancestral fragilidad del territorio y sus gestores ante fenómenos meteorológicos adversos, imposibles de predecir con el tiempo y la exactitud localizada necesaria.
Ojalá que un frágil poema consiga que quien corresponde se mueva hacia la antifragilidad un poquito. No se pretende más, solo que alguien lo lea y escuche su mensaje de fondo. Aunque no rime, se entiende.
Mientras tanto, con ilusión aunque sin muchas expectativas, sirva como mantra para bienpensantes soñadores. Los que mantengan la confianza y las expectativas lubricadas y esperanzadas por una benéfica lluvia de primavera

Lorenzo Correa
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