Fragilidades. El agua inunda, pero ayuda a salir del apagón.


El día 23 de abril, tuve la oportunidad de participar en una mesa redonda celebrada en Madrid, en el marco de una nueva edición del Congreso REBUILD. Se trata de la mayor feria de construcción industrializada de Europa, por la que en esta edición han pasado más de 28.000 profesionales, para conocer las innovaciones y tendencias del sector. Entre ellos, fui de los 707 llamados a intervenir. Y solo cinco días más tarde, el gran apagón 

Una de las noticias más impactantes de la octava edición de REBUILD fue el anuncio del esperado PERTE de la Industrialización de la Vivienda, que supondrá una inversión pública de 1.300 millones de euros en 10 años con el objetivo de impulsar la industrialización y dar respuesta a la emergencia habitacional del país. ¿Se construirán muchas de ellas en zonas inundables?

Porque de eso tuve la oportunidad de hablar en un debate apasionante sobre cómo reconstruir en situaciones post catástrofe, y en concreto en el caso de la DANA de Valencia, analizando sus causas y consecuencias. Es decir, sobre fragilidad. Unos días más tarde, llegó el gran apagón. Más fragilidad. Porque la infaestructura de telecomunicaciones española es excesivamente centralizada y por ello, frágil

¿Qué aprendimos de Dana valenciana? A buscar culpables. A señalar con el dedo lo que debería haber hecho el responsable y no hizo. ¿Qué deberíamos aprender? Entre otras muchas cosas, que la queja es necesaria pero no suficiente para disminuir los riesgos. Siempre es mejor que la matice la responsabilidad.

La inundación es una eterna exuberancia incontrolada. Pero no damos la suficiente atención ni importancia a quienes están aquí para controlarla actuando con precisión y experiencia. Porque las obras hidráulicas siguen sin adquirir el protagonismo que merecen como garantes de la protección de la especie humana amenazada en urbes densamente pobladas cruzadas por ramblas violentas por imperativo geológico Aquellas en las que la memoria histórica nos recuerda el peligro

Por eso, deberíamos saber que las obras hidráulicas son las mejores herramientas para garantizar que la justicia del agua justa se imparte bien. Con responsabilidad, honradez, riesgo personal y un gran espíritu de trabajo.

Volverán los otoños en los que las temperaturas de nuestro Mediterráneo sean elevadas. Dicen que cada vez más tendremos cerca de sus playas, impertérritas, unas cadenas montañosas con pendientes pronunciadas.Y las aguas de escorrentía invadirán desbocadas profundos barrancos muy erosionables.

¿Y los cauces “naturales”? Aprendamos que sólo “funcionan” en avenida cuando los períodos de retorno son bajos. Y cuando son altos, sólo puede evitarse el desbordamiento mediante su regulación con embalses aguas arriba de las zonas de riesgo y peligro. Y deben tener pocos impedimentos al paso de las aguas a sus tramos ciudadanos.

Utilizamos las defensas que nos proporciona la ingeniería. Obras hidráulicas, SUDS, y recordamos siempre que la Naturaleza no es inmutable el territorio mediante la erosión, el transporte y el depósito.

Tampoco debemos olvidar que en la avenida se conjugan factores de suerte, incertidumbre, probabilidad y conocimiento. Y eso hace muy frágiles también las predicciones exactas. Por eso siempre es mejor que no existan grandes superficies de suelo o masas vegetales en cauces rodeados de un gran desarrollo urbanístico.

Consideramos muy importante que cuando se den licencias de obra el concepto de inundabilidad esté presente. Y que se contemple en la Ley del Suelo, en las normas urbanísticas de las autonomías y en el Código Técnico de la Edificación.

Por otro lado, en cualquier transacción inmobiliaria, el notario debería incluir el riesgo de inundación que pese sobre el inmueble en la compraventa. alertas de impacto en cuencas y declaradas al menos con 24 horas de antelación.

Para finalizar, las actuaciones e infraestructuras necesarias deberán ejecutarse para evitar nuevos episodios. En la zona más afectada por la DANA valenciana, se recogieron en el Plan Hidrológico del Júcar de 1998. Y también en el Plan Hidrológico Nacional de 2001.

Por desgracia en más de dos décadas ninguna se ejecutó. Y el desarrollo urbanístico inundó e impermeabilizó la zona incrementando riesgos y obligando a adoptar estas medidas a un coste muy superior. Porque ahora todo deberá revisarse a la vista de los cambios acaecidos en el territorio para comprobar si las soluciones propuestas entonces siguen siendo válidas y son suficientes.

La DANA valenciana ha producido tantos daños que ha colocado al Consorcio de Compensación de Seguros en un aprieto. Mientras que sus fondos disponibles son de siete mil millones de euros debe hacer frente a unos daños por ahora evaluados en diez mil millones de euros. Solo faltaba un gran apagón para que se incrementaran las reclamaciones a las aseguradoras y por ende, al Consorcio. Y ya lo hemos tenido. Recientemente nos ocupamos de la señal de alarma que las aseguradoras están emitiendo en todo el globo a causa de los desastres naturales.

Respecto al manido comentario  de que no debe construirse en zonas inundables, aprendamos también. La población española residente en zonas inundables para caudales asociados a avenidas de 500 años de periodo de retorno supera los tres millones de personas.  Si reducimos la superficie a la inundada para un período de retorno de 10 años nos encontramos con que residen ahí más de seiscientas mil personas.  Respecto a los hospitales hay 118 que se encuentran en zonas inundables y 425 residencias de ancianos .

Estas cifras nos indican que difícilmente la población podrá moverse a residir en zonas no inundables por lo tanto no hay más solución que protegerla y por supuesto evitar en la medida de lo posible la construcción de nuevas residencias en los lugares en los que el peligro sea enorme.

Aprendamos también que en la Dana Valenciana el cielo nos obsequió con 2 km³ de agua precipitada en unas horas. Para comprender lo que significa esta apabullante cifra, recordemos que el mayor embalse de España, el de La Serena en Badajoz, tiene una capacidad de 3,2  km³. 

Consideramos de gran importancia que cuando se den licencias de obra el concepto de inundabilidad esté presente. Para ello, debería estarlo en la Ley del Suelo,  en las normas urbanísticas de las autonomías y en el Código Técnico de la Edificación.

 Por otra parte, en  cualquier transacción inmobiliaria, el notario debería incluir el riesgo  de inundación que pese sobre el inmueble en la compraventa.  Y ahora que está tan de moda la inteligencia artificial, habrá que empezar a utilizarla en la detección de inundaciones para disminuir la fragilidad. Porque hasta ahora las predicciones están basadas en tecnologías del siglo pasado. Por ejemplo, las alertas meteorológicas deberían ser sustituidas por alertas de impacto en cuencas y declaradas como mínimo con 24 horas de antelación.

Los riesgos de inundación tienen sus causas en las  cabeceras de cuenca y sus efectos en los valles. Por eso, la ingeniería no debe desatender nunca la geografía y debe priorizarse en la ordenación territorial la reducción de exposición y vulnerabilidad. El reto es pasar de la cartografía y modelos actuales necesarios para la planificación y delimitación de acciones inundables a convertirlos en modelos de gestión de emergencia.

¿Qué estamos aprendiendo del apagón? Que el abastecimiento eléctrico se fue  recuperando con cierta agilidad en muchas zonas de la península debido, principalmente, a que ya no había sequía y los embalses están al 76% de capacidad.  Por eso, se recurrió con urgencia al agua embalsada, a los ciclos combinados de gas y a las centrales nucleares para rescatar a un sistema que, hasta el momento del apagón, dependía en cerca de un 80% del viento y, sobre todo, del  sol.

Sin embargo, la energía extraída de ese tesoro de agua  embalsada no tenía salida, una vez turbinada, en un mercado cuyo MW/h estaba a 5,79 €. Pero el apagón obligó a poner en marcha las turbinas. Agua salvadora, agua destructora. Y todo es tan frágil… 

Lorenzo Correa

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